Sabado 20 de abril 2024

Estilo del rabdomante

Redacción 04/06/2017 - 00.26.hs

Daniel Pellegrino y Jorge Warley* - El tomo II de Canto Quetral, de Juan Carlos Bustriazo Ortiz, editado por el gobierno de La Pampa, fue presentado en la 43º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Prologado por Adriana Maggio.
Como se venía anunciando desde el año pasado, la Secretaría de Cultura de la provincia presentó el segundo tomo de la obra cuasi inédita de Bustriazo Ortiz en la 43º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el domingo 14 de mayo último, acto en el que también la viuda del poeta leyó alguna de las creaciones incluidas en el volumen. Que el libro se haya lanzado primero en el escenario cosmopolita porteño parece significar la coronación de un éxito alcanzado luego de los intentos que distintas administraciones del peronismo en el comando del estado provincial venían efectuando con el propósito de hacerse cargo de la edición definitiva de la obra del poeta santarroseño.
Esta segunda entrega del Canto Quetral reúne seis libros de poesías, que cruzan los años sesenta y están dispuestos no cronológicamente sino en este orden: Tercer libro de estilos (1967), Nuevos estilos (1965-1966), Viento de la milonga (1961-1964), Llantos del salitral (1962), Puelchanas (1961-1962) y Chalileras (1961-1962).
Este ordenamiento no es caprichoso porque el propio autor había dispuesto una forma de organizar sus textos, de final a principio, al modo en que "las napas del suelo se superponen desde lo profundo hacia la superficie", tal como se citan palabras del propio autor en uno de los prólogos del primer tomo del Canto Quetral (Amerindia Nexo/di Nápoli, 2008).
Ya mucho se ha escrito sobre la obra de Bustriazo, y lo han hecho con astucia, perseverancia y "conocimiento de causa" aquellos que más lo leyeron y escucharon, como, para no ir más lejos, quedó reflejado en las introducciones, anotaciones para informar al lector sobre toponimia, flora, costumbres, voces indígenas, aludidas aquí y allá en los versos del poeta, como así también un detallado índice de vocablos, en el mentado volumen primero. En cambio, en este segundo volumen no hay tantas intermediaciones. Las dos páginas con que la secretaria de Cultura de la provincia abre el volumen, según allí mismo se confiesa, son a pedido de Lidia Hernández, la viuda del escritor, y suman poco más que una salutación. Después sigue la obra seca y dura del poeta. Basta,entonces, con agregar algunas observaciones generales.

 

Tejidos de la escritura.
En primer lugar, el nudo contradictorio y tenso que los poemas de Bustriazo teje entre la lengua oral y la escritura. "Fragmento de estilo escuchado al guitarrero Sebastián Ovejero en un boliche de Uriburu", reza al pie del epígrafe que abre el Tercer libro de estilos; y siguiendo este sendero se pueden ir hilvanando muchas de las referencias que posibilitan ver en los textos un reguero de pequeñas conversaciones, intercambio de saludos y silencios con aquellos con que el poeta se va encontrando al azar de sus quehaceres cotidianos. Si hasta muchos de los neologismos que los profesores universitarios suelen mostrar como ejemplos de los juegos vanguardistas quizás no sean en el fondo más que los yerros expresivos que por casualidad surgen de los juegos de palabras con que los lugareños buscan la expresividad (viento choique, latidura, filudo...); o bien como los juegos de palabras de los chicos que permiten presumir la semisonrisa cómplice que acompaña el murmullo entrecortado de quienes habitan las mismas costumbres, o las metáforas casi infantiles en su inocencia (pampa vientre, crujidoras espaldas, honda ceniza).
En el reverso, la consistencia de una escritura de tejido cerrado. En la descendencia de lo mejor de la literatura gauchesca argentina (incluida reinvención modernista de Güiraldes con "Don Segundo Sombra"), se trata de formas poéticas que asoman ya en el fondo de la tradición castellana y que ahora, acriolladas, cinceladas por otras urgencias del tiempo y las geografías, atravesadas por las palabras espinas de otras lenguas, resonancias semánticas y regionalismos decantan en estilo. Se muestran como el reposado eco de una ardua labor de artesano. La máxima que guía la poesía de Bustriazo parece compartida con Jorge Luis Borges: lo importante de un estilo es que se note poco, que se disfrace de evidente naturaleza y así eche a andar. Cuanto mejor es el herrero más veces baja el golpe para que el hierro quede lisito y el martillo ya no se sienta ni se note.
La búsqueda estética de Bustriazo se arrima a la aristocracia de lo "popular culto" que ha sabido heredar del estilo y de la milonga.

 

Poesía rupestre.
En segundo lugar puede enfatizarse una dedicatoria, la que encabeza el "Estilo de Monte-Chué"; dice "a Rodolfo M. Casamiquela, que vino a despertar los viejos nombres de esta tierra mapuche". Este arquéologo, paleontólogo, maestro, historiador, viajero y escritor rionegrino célebre y premiado por obras como su Toponimia indígena de la provincia de La Pampa, que dio a conocer allá a comienzos de los sesenta, contemporáneamente a los poemas de esta segunda entrega del Canto quetral, un ensayo titulado "Sobre la significación mágica del arte rupestre nordpatagónico". Y lo citamos aquí porque en las simples palabras de su nombre resuena la empresa poética que Bustriazo emprendió.
Su labor artística se yuxtapone con la figura del buscador, de un desenterrador, el rabdomante que anda con su rama en forma de ye, hasta detectar mágica y misteriosamente esa agua subterránea, nutricia. O bien ligado con la figura de lo que el mismo Bustriazo contó alguna vez: "anduve mucho por los médanos de Santa Rosa, buscando restos indígenas porque me apasionaba mucho la arqueología. Hubiera querido ser arqueólogo".
*Docentes de Letras, UNLPam

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?