Jueves 18 de abril 2024

La ciudad pajaril

Redacción 08/01/2017 - 06.50.hs

Hebe Uhart* - Con motivo del segundo Festival PAM, la escritora visitó Santa Rosa y conoció a los Migueles, dos pampeanos apasionados por las aves. Tres días después de haber dejado La Pampa, escribió la crónica que reproducimos.
Miguel Santillán es ornitólogo aficionado, pero ha publicado más de treinta trabajos científicos sobre dietas y parásitos de las aves rapaces, entre otros temas. Trabaja como coordinador del Área de Zoología del museo de Santa Rosa, La Pampa. Y nos lleva en un auto a mí, al dueño de la librería Fahrenheit y a su hijita Delfina, al campo, para ver un mundo pajaril. Vamos todos silenciosos en el auto escuchando qué relación une a Miguel S con el otro Miguel, que vive en el campo. Miguel urbano dice:
-Mi conversación con Miguel es exclusivamente sobre aves o animales. Una noche me llamó como a las 11 y me dijo:
-Miguel, a la halcona se le cayó una pluma.
-Y bueno, son cosas que pasan, le dije.
Ya publicaron un trabajo entre los dos sobre la reproducción del chiflón. El chiflón es como una garza pero tiene un absurdo copete.
Estamos saliendo de Santa Rosa y empieza el desierto, no se ve un alma, postes de alambrado. Miguel dice:
-Ahí hay uno.
No bien él avisa, los pájaros vuelan, como si solo se mostraran ante los expertos. Pero ahora estoy mirando al chiflón en una guía que me regaló una señora llamada Silvina, dios le de muchos años, voy a esconder esa guía para que no me la roben. Miro el chiflón: ese copete rebelde le da aire de loco. Miguel dice que va a publicar un trabajo con su tocayo del campo, para seguir la trayectoria de Juan Chiviro, el primer registro de cría lo encontró Miguel el del campo. Es tan intensa la veta pajaril de los dos Migueles, que cuando le pregunté desde cuando conocía al otro, me dijo;
-Hace unos seis años. Pero Miguel mide el tiempo de la relación por las puestas de halcón, dice "Van para cinco puestas de halcón que nos conocemos".
Esa observación me dio alas para hacer una de esas preguntas que yo hago. Las siento medio ridículas o alocadas. Yo leí en Frans de Whal, el primatólogo holandés, que las aves sienten el dolor ajeno; cuando la esposa del ganso lo ve pelear con otro, su corazón late con fuerza. A Miguel no le pareció rara la pregunta, me dio la impresión de que a los ornitólogos uno les puede preguntar cualquier cosa, nada de lo pajaril les es ajeno. Entonces dijo:
-Mi esposa Soledad es zoóloga del Conicet y estudiamos juntos al halcón plomizo. Un gato montés depredó el nido y mató a la hembra y a los pichones, el macho estaba solo, gritando junto al nido.
La foto del halcón plomizo para el trabajo de Soledad la sacó Miguel del campo, al que vamos a ver. Le pregunto a Miguel conductor si las aves tienen memoria y me dice:
-Para estudiar un ave hay que pesarla medirla, se la anilla, en fin se la incomoda. Los halcones cuando ven mi auto, le dan topetazos en el parabrisas.
Parados en los postes aparecieron la viudita blanca, la garza y otros. Miguel dice: "Acá viene el halcón peregrino, la lechuza, el chimango, es muy inteligente el chimango".
-¿Por qué?
-Porque abre una bolsa de basura con el pico. En un experimento le han preparado unas cajas y las abre. El tordo es parásito, saca de la propiedad a la ratona, al chingolo y hace que otro bicho le críe los huevos. El tordo va detrás de la vaca.
-¿Cómo es eso?
-El nombre del tordo en inglés es "pájaro de la vaca", la vaca levanta bichos en su marcha y los recoge el tordo.
Ya casi estamos llegando, estamos a 30 Km de Santa Rosa y nos ponemos a hablar del canto de los pájaros. Dice Miguel:
-La calandria imita el canto de las otras aves, la alarma y cualquier ruido que escuche.
Algo había leído sobre el stress en las aves, no sé por qué me interesó más el de las aves que el de los humanos, yo leí que los loros con stress se arrancan las plumas.
-Sí, es verdad, lo que produce stress en las aves puede ser el hambre o la vista de un depredador muy temido.
Ya sé por qué me interesa el estrés en las aves, es más espectacular. También me enteré de que el tero alarma a la lechuza cuando hay peligro. Me vi preguntando por qué esto, por qué lo otro, como si alguna respuesta me fuera a develar el misterio de la vida y resolví preguntarle a Miguel por él. Es mendocino, vivió en Córdoba, se interesó por los pájaros, y ahora desde Santa Rosa viajó a Puerto Deseado estudiando a la perdiz montaraz. Pensé que los ornitólogos son como los pájaros: los pájaros viajan para poner los huevos en otras tierras y los ornitólogos ponen unos cuantos huevos en distintos lugares siguiendo la ruta de una especie. Le pedí su mail: Es rapacero@ y sigue.
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Antes de llegar a una arboleda vimos a unos seis ñandúes corriendo a todo lo que da. Y detrás de la arboleda, la casa de Miguel Ángel Fiorucci, hombre de campo amante de todos los animales y de los pájaros en particular y fotógrafo. La casa tiene baño interno, un living chico, dos o tres habitaciones, toda de material, pero el frente no se pintó jamás, desde 1947, cuando se hizo. Miguel Ángel dice: "Me gusta que se vea natural todo". Parece un poco despintada, pero después de todo esa casa no tiene que competir con ninguna cerca: el vecino más próximo está a tres kilómetros. Lo mismo la ropa de Miguel Ángel, las aves no le van a reprochar que se puso el pullover al revés. Lleva unos pantalones y una camisa de fajina, de color pardo, para trajinar con los nidos y las aves.
Nos recibe en su living, tiene un hogar encendido con leña de caldén. Tiene un televisor y dice "Miro noticias y escucho música latina". Cuenta su vida con expresión tranquila y solo se altera cuando habla de los cazadores furtivos y de los ladrones de ganado. Dice: "Muchos cazadores furtivos me robaron las baterías para cargar luz solar. Y los ladrones, cuando quieren robar una oveja, balan como ella. Yo a los siete años cazaba, puse en jaula al cabecita negra, sujeté al chingolo con una correa, lo primero que te atrae de los animales es cazarlos, tenerlos, atarlos. Muchas veces el tipo que caza es al que le encantan las aves. Acá se caza el ciervo, pero yo hace mucho tiempo que no cazo nada".
Miro a Miguel Fiorucci y veo en él algo de ave, con su nariz aquilina y también algo de don Quijote de la Mancha. Esa vestimenta parda ya la he visto en otros ornitólogos, vestidos como para disimularse, me parece una vestimenta adecuada a las inquietudes de esta época, en los setenta estaba la de trabajador de la cultura, que era un enterito de jean.
Sobre una mesita baja puso unos alfajorcitos de maicena para nosotros y nos convida con mate. De repente, da por terminada la conversación y aparece con una tabla llena hasta la mitad de carne picada y el resto lleno de frutas diversas y huevo. ¿Será una picada para nosotros, tan temprano? No, es la comida de las aves, les lleva la tabla tres veces por día. Dice "Comen carne picada desgrasada de primera calidad, gasto setecientos pesos por mes solo en carne picada. Una vez por semana voy a Santa Rosa, a la Anónima -mi señora está allá y viene los fines de semana para acá-. Ah, y si no me alcanza la plata, compro con la tarjeta de mi señora. Y también comen uva, que está muy cara porque no es de la estación".
Miguel nos precede con la tabla en la mano y nos vamos todos hacia un árbol lleno de pájaros que seguramente ya se han comunicado: "Miguel está dando de comer". Esos pájaros cazan la comida al vuelo. El librero Gabriel dice:
-Nunca vi una cosa igual.
Las aves pasan en vuelo rasante y Miguel explica:
-Primero comen los chimangos para que no se aprovechen de los demás, después los pirinchos, los benteveos y últimos el cacholote y el carpintero real. El carpintero hace un agujero chico, viene el carpintero real y se lo agranda, yo le puse poxilina al nido para que no lo ocupara.
A todo esto nos acompañan en la excursión dos perros y un gatito que está adiestrado para no matar a las aves. El gatito y los perros nos acompañan a ver a los otros animales con tal diligencia que parecen guías de turismo promocionando los corrales, los nidos y los huecos. Con ellos fuimos hasta el molino donde está el nido de la cotorra, el halconcito se lo ocupa y como el nido está deteriorado Miguel le pone una caja de madera.
Vamos a un galpón como para guardar herramientas, pero allí él guarda doce gatos para que no se coman a las aves.
-Disculpen -dice - esto está un poco desprolijo.
Más que desprolijo está oscuro de toda oscuridad, así me imagino que debió ser el lugar donde Zeus arrojó a Hefesto, en las profundidades de la tierra, con una patada que lo dejó rengo. De los doce gatos, solo aparecieron dos y no se acercaron. Miguel dijo:
-Son ariscos. A ellos les doy menudos de pollo.
Después vimos, siempre con los perros y el gatito, unas artesanías que hizo: A la cotorra la deja en una jaula para que no la agarre el chimango, preparó con unas ramas de árbol una especie de mirador para que se pose la lechuza y como hay un árbol arruinado, lo arregla con papel grueso y alambre. Tiene un palo largo que remata en un espejo para ver los huevos de pájaro que están a mucha altura. Dice: "Cuando vivía mamá en el monte se comían huevos de pajarito".
Después vimos en un corral a una oveja y un ciervito guacho que recogió. La oveja toma agua de la canilla y se llama Cordera. Miguel de la ciudad me cuenta que él tenía crías de chanchos jabalíes que llegaban hasta la cocina a comer galletitas. Los chanchos tenían nombre: Javi y Violeta. Y parece que también tenía una ternera y un jabalí que dormían con el perro.
Toco a un perro acompañante y Miguel dice:
-Los perros míos no corren ni a las liebres, porque no los dejo. Muchos agricultores reniegan de las aves, pero yo me hecho cada vez más proteccionista (Ya lo veo).
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¿Qué necesita un gobernante para regir una ciudad? Conocer a sus habitantes y a los de los pueblos que los rodean. Él viajó a Bahía Blanca para estudiar una clase de lechuza. Y conocimiento de los habitantes de su zona vaya si lo tiene, sabe de qué se asusta el caballo (de las sombras que ve, de cuando el ñandú despliega sus alerones), la vaca de las personas desconocidas y de los movimientos bruscos). Él les proporciona a todas las aves que se le acerquen vivienda y comida. También cumple una función de policía: los perros están educados para no perseguir a las liebres, el gatito doméstico educado para no matar aves, las aves comiendo con prioridades establecidas. Olvidé poner que además es un muy buen fotógrafo, tiene una foto impresionante de dos caranchos con los alerones levantados rodeando a un peludo, y la actitud corporal de los caranchos es de fascinación por lo que ven.
Y ya en el auto de vuelta al centro, Miguel urbano cuenta de su tocayo que cuando siembra, esquiva los nidos de lechuza. El resto de los sembradores las suelen matar. Y que cuando un puma merodeaba por el campo, no se lo dice a sus hermanos porque son cazadores y también cuenta que cuando vinieron unos productores italianos para ver cómo se trabajaba el campo en La Pampa, Miguel no se interesó lo más mínimo por el tema del aumento de la producción ni por mostrarles la propia, los llevó hasta los nidos hechos con su artesanía, hasta la cordera con el ciervito y otras cosas del mismo orden.
*Escritora

 

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