Lunes 15 de abril 2024

La naturaleza como campo de batalla

Redacción 15/02/2018 - 18.24.hs

Desde el marxismo, Razmig Keucheyan desarrolla la hipótesis de que hay un teatro de enfrentamiento entre actores con intereses divergentes. Que la naturaleza no escapa a las relaciones de fuerza sociales, sino que, por el contrario, es la más política de las entidades.

 

Andrea M. D’Atri *

 

Keucheyan es autor de El constructivismo. Desde los orígenes hasta nuestros días (2007) y ha editado -entre muchas otras publicaciones- una selección de textos en francés de los Cuadernos de la Cárcel, de Antonio Gramsci (2014). Es activista de la izquierda radical suiza y en 2008 se unió al Nuevo Partido Anticapitalista, se doctoró en Sociología en Paris IV y desde entonces es profesor e investigador de la Universidad de la Sorbona.
En La naturaleza es un campo de batalla. Finanzas, crisis ecológica y nuevas guerras verdes, -el libro que aquí reseñamos- el autor utiliza el concepto ‘racismo ambiental’ para analizar el modo como el capitalismo busca la solución de sus crisis o contradicciones internas apelando a la ‘financiarización’ y a la guerra.
En el primer capítulo del libro, Keucheyan -autor además de Hemisferio Izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos (2013)- es claro en su intención de “atacar frontalmente la idea de que la humanidad padece de manera uniforme las consecuencias de la crisis ecológica” (p. 21). El racismo ambiental -tal el nombre del mencionado apartado- es reflejo de las desigualdades en la relación de los individuos y grupos de individuos con la naturaleza, “tanto con los recursos que ofrece, como con la exposición a los efectos nefastos del desarrollo: polución, catástrofes naturales o industriales, calidad del agua, acceso a la energía” (p. 17).
Los ejemplos que aporta el investigador del Grupo de Estudio sobre Métodos de Análisis Sociológicos de la Sorbona no se limitan a problemas locales o regionales. De hecho, la descripción del nacimiento del primer movimiento social que denuncia el racismo al que era sometida su comunidad -y que Keucheyan describe al iniciar su libro- ocurre en el condado de Warren, al nordeste de Carolina del Norte, en Estados Unidos.
La idea es concreta y así lo expresa el autor: “En sus políticas de gestión del medio ambiente y de los recursos, el Estado favorece sistemáticamente a las poblaciones blancas y a las clases medias y superiores, a las que preserva de este tipo de perjuicios” (p. 14). Esta cita introduce en la escena a un actor fundamental en el mecanismo que utiliza el sistema capitalista para hacer usufructo de la naturaleza: el Estado.
Porque, según el autor -y consideramos que este argumento es un acierto-, ante las crisis ecológicas, la estrategia neoliberal se sustenta en financiar los riesgos de un posible uso indebido de los recursos naturales, o ante los problemas que suscita un mal usufructo de los mismos.

 

¿Cuál es la estrategia?
Se trata de crear un sistema de seguros de riesgo, con los Estados como garantes y habilitantes de esos mecanismos para su ejecución. Por supuesto que son los grupos sociales más pobres -los perjudicados del sistema desigual social- los que más van a padecer las consecuencias negativas de las crisis ecológicas si los resultados no son los esperados.
En un artículo de marzo del año 2014 (Cuando la financiación es la rama de la naturaleza, en Le Monde Diplomatique) en el cual ya desentrañaba sus explicaciones sobre el modo del capitalismo de financiarizar mediante seguros y bonos, Keucheyan afirmaba: El estado moderno interpreta el papel de interfaz entre el capital y la naturaleza: regula el uso de las condiciones de producción de manera que puedan ser explotadas. El objetivo del ecosocialismo es deshacer el tríptico formado por el capitalismo, la naturaleza y el estado. Esto es para evitar que estos últimos trabajen por los intereses del capital. Al contrario, se propone redirigir sus esfuerzos para el bienestar y la preservación de los
equilibrios naturales (p. 23).
Los dos capítulos centrales de La naturaleza es un campo de batalla sirven al autor para explicar el núcleo de su argumento: financiarizar la naturaleza: el seguro de los riesgos climáticos y las guerras verdes o la militarización de la ecología. En el primero -como adelantamos- explica que el uso de los seguros siempre fue un dispositivo de protección de la inversión del capitalismo para asegurar sus mercancías.
Al principio, asegurar ciertos riesgos era más simple, pero con la complejidad de los mercados y la crisis ecológica actual a partir del cambio climático -entre otros procesos de transformación- esos seguros debieron adaptarse para no perder su posición. Por eso, Keucheyan describe cómo se fueron adecuando estos seguros hasta lograr sintonizar con los Estados una naturalización del funcionamiento de la ‘explotación’ de los recursos naturales.
Sobre la militarización de la ecología, el sociólogo revisa el modo como la política militar usó a lo largo de la historia los recursos naturales -en particular los energéticos- con fines estratégicos. Y sugiere que es tarea obligada el estudio de las estrategias militares para comprender la transformación de la sociedad. Afirma: “Debido al incremento de las desigualdades que suscita, la crisis ecológica induce conflictos armados de un nuevo tipo. Produce evoluciones en las modalidades de la violencia colectiva, que inauguran una nueva era en la historia de la guerra. Además de finaciarizarse, la crisis ecológica se militariza” (p. 122).

 

¿El final?
En las consideraciones finales, el autor elige parafrasear a Samuel Beckett titulando su último capítulo Conclusión: ¿Fin de partida? Pero Keucheyan lo expone entre signos de interrogación, y el guiño no es más oportuno. Creemos que podría deberse a que, tal como trasluce la obra del escritor y dramaturgo irlandés, vivimos en un mundo que pareciera no tener futuro. Beckett escribió al cabo de la II Guerra Mundial imbuido y afectado por ese tiempo, y en sus obras, las acciones y las decisiones de los personajes aparentan no ser tales y no conducir a nada que nos haga suponer algún cambio en el estado de situación. Otra interpretación nos conduce a la pregunta acerca de si estamos ante un final producto de una crisis que llevaría, a la vez, al fin de la vida sobre la tierra. Porque como dice Keucheyan, la diferencia entre las crisis del capitalismo y la crisis ecológica es que, aunque racista y, por tanto, desigual, alcanzará a todos si no barajamos y damos de nuevo. Sin embargo, ante esta evidencia, lo que emerge es la ‘asombrosa resiliencia’ del capitalismo. Entonces estaríamos atrapados en el sistema y en ese clímax sin salida que sugiere también Beckett. Dice Keucheyan, trayendo a colación el epígrafe de Walter Benjamin que introdujo su libro: El capitalismo no morirá de muerte natural, por una simple razón: tiene los medios para adaptarse a la crisis ambiental [...]. La financiarización y la militarización de esta crisis, en última instancia, no son más que ilustraciones de esta comprobación. A decir verdad, el capitalismo no sólo es capaz de adaptarse a la crisis ambiental sino por añadidura de sacarle provecho (p. 174).

 

La política.
Al concluir, Keucheyan sugiere que la salida de la crisis es la politización. Está convencido que la alternativa es deshacer el tríptico que forman el capitalismo, la naturaleza y el Estado con el fin de impedir que este último obre en favor de los intereses del capital. Y confiere –estimamos con excesivo optimismo, ya que no han logrado transformar el curso de la situación– la tarea de desentrañar esta trampa a los “poderosos movimientos sociales por la justicia ambiental” (p. 176).
Sin dudas, la lectura de este libro es necesaria para todo interesado en los procesos sociales, políticos y económicos vinculados a la temática ambiental en general y a la crisis ecológica en particular. La variedad de datos y hechos concretos y de diferentes momentos históricos que aporta Razmig Keucheyan, ilustran sistemáticamente los aportes teóricos de la ecología política. Tampoco se priva el autor de criticar la ideología desde la cual parte -el marxismo europeo- ya que señala las falencias que la izquierda tuvo y tiene para con el análisis del tema. Y es en ese sentido que puede considerarse a La naturaleza es un campo de batalla como un libro que revisa y actualiza no solo la cuestión de la crisis ambiental, sino que llega para cubrir esta zona de vacancia de los estudios teóricos marxistas. (Fuente: Anuario de la Facultad de Ciencias Humanas, UNLPam, Nº 13)

 

* Redacción de La Arena

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?