Viernes 12 de abril 2024

Nuevos testimonios de los ríos “robados”

Redacción 11/07/2018 - 13.30.hs

Andrea M. D’Atri *

 

Con acierto, nuevamente la Fundación Chadileuvú –creada en 1984 con el fin de defender los recursos hídricos de la provincia de La Pampa- hace su aporte bibliográfico a las causas de reclamo por los ríos.
El libro de 170 páginas impreso en Nexo Di Nápoli, tiene a Alberto Golberg como compilador, a Walter Cazenave, Héctor Gómez, Norma Araujo, Liliana Fredes y Alberto Golberg como entrevistadores. El trabajo de transcripción de las entrevistas lo hizo Araujo.
Junto a los testimonios, este nuevo libro agrega imágenes, relatos sobre los ríos Atuel y Salado, testimonios periodísticos y presentaciones ante organismos internacionales.
“Testimonios... se integra de ahora en más al reservorio de testimonios de pobladores que sufrieron las consecuencias de la falta de agua, la sequía, pero sobre todo, a lo que nadie duda en nombrar como un despojo.
“En esta recopilación, que no agota el tema ni mucho menos, la Fundación Chadileuvú quiere rescatar los testimonios y rendir homenaje a aquellos ‘condenados de la tierra’ que aún persisten arraigados en la esperanza del agua, junto a la elocuente toponimia evocadora de mejores tiempos”, cierra el prólogo del libro.
Para la Chadileuvú, este libro buscó la elocuencia con el rescate de lo testimonial, del “testimonio de los propios protagonistas ante el drama del agua que se fue”. Por eso, en el plano testimonial, “abarca desde los primeros que contemplaron aquella naturaleza prístina, insólita y magnífica dentro del desierto circundante, hasta los pioneros que vieron desaparecer rodeos y majadas que eran todo su capital y su sustento y llegaron a padecer el horror de la sed”.

 

Carta y plano.
La carta y plano que los pobladores de Santa Isabel le entregaron al gobernador de Territorio Evaristo Pérez Virasoro, cuando le reclamaron por el corte del río Atuel en el año 1937 al producirse el Tapón de Ugalde, inicia la serie de testimonios recopilados.
Le sigue una entrevista en profundidad al telegrafista Ángel Garay, quien entregara una carta al presidente Juan Domingo Perón en 1947, al ver la tremenda situación que se vivía en Algarrobo del Aguila. Garay menciona el Destacamento en donde trabajaba, la Escuela Hogar –luego demolida-, y cuenta que el río “corría y desbordaba, y los campos se cubrían de humedad y era el mantenimiento que tenía para los animales la gente en la zona”. También, que “la gente usaba el agua para bebe3r, nosotros mismos usábamos el agua en el Destacamento”.
“Había zanjones, remansos donde desbordaba el río Atuel y ahí había hacienda y mucha población nativa en las dos costas de los ríos, tanto el Salado como el Atuel. Habían paisanos y también indios”, dice el ex telegrafista.
La llegada al Destacamento de una mujer con su niño muerto en brazos, fue lo que motivó a Garay a enviar la carta a Perón. “No sé si por susto, por no sé qué, me dije: qué puedo hacer, bueno le escribo a Perón”.

 

Los niños.
El testimonio del poblador Basilio Cabral, de 94 años y quien aún reside en Santa Isabel, -al noroeste y en el límite con Mendoza-, describe el modo como los habitantes de la zona “escondía a los chicos”. “Lo hacían porque si los veían, les preguntaba a los adultos cómo los alimentaban; por eso los escondían, porque si no podían alimentarlos los llevaban al Juez de Menores”.
“El Salado fue encajonado, el Atuel no. Desde la Barda y pasando desde Algarrobo del Aguila para acá, todo eso era agua, hasta llegar a Paso del Algarrobo. Allá se vuelve a juntar con el Salado. Yo trabajé en Curacó”, relata Cabral y recuerda que “más o menos en el año 1940, 41, había agua en el Águila pero era agua tendida. Ahí se empezó a terminar todo”.
Le sigue al testimonio de Basilio el de Margarita Serraino, quien siempre se define a sí misma como “refugiada ambiental”. Ella, junto a su familia, debieron irse de Santa Isabel cuando la sequía los obligó a irse. Hoy milita con entusiasmo en la Fundación Chadileuvú, desde Santa Rosa, donde reside. Del relato de Margarita, sobresalen sus recuerdos sobre las personas que eligieron quedarse: “Muchos murieron de tristeza porque no se animaron a irse, sobre todo la gente mayor, los viejitos”. Y sin embargo, los que se iban también son vistos por ella con un sentimiento similar: “Lo que más nos dolió a todos, pienso yo, fue el gran desarraigo de familias enteras, amigos que ya nunca más pudimos volver a ver. La gente que se fue no volvió nunca más. Se fueron con un gran dolor y no quisieron volver ni a visitar el lugar”.

 

La diáspora.
Ricardo Cueto también narra el desarraigo de su familia. Productor de ovejas de quinta generación a la orilla del río Salado, cuenta cómo debieron desprenderse de todos sus animales cuando el agua dejó de correr, hasta instalarse en General Acha.
“Hubo un cambio muy rotundo del sistema de producción porque esos campos habían sido todos ovejeros, donde había inclusive una cadena de comercialización con negocios establecidos en las márgenes del Río Salado, donde se comercializaba toda la lana que se traía a General Acha. Ese cambio de sistema fue debido a dos hechos: en primer lugar a la crisis del mercado de la lana y en segundo lugar, al corte del río. El corte del río llevó a una gran inmigración donde no se salvaron prácticamente, todas la casas de negocios que comercializaban la lana y hubo una gran diáspora hacia General Acha y Victorica”.
El testimonio de Enrique Tomas, oriundo de Puelches, quien fue intendente de la localidad, ilustra mediante la experiencia de su familia la decadencia en la que fue sumergiéndose a toda la zona ante la falta del agua. En Puelches había empresas pesqueras que comercializaban pejerreyes, pero con el corte del río, “la gente inició el éxodo; las aguas subterráneas de a poco se fueron salinizando... En pocos años la población disminuyó a menos de la mitad”.
Enrique hoy reside en Santa Rosa. Es fervientes militantes por la causa de los ríos, integrando varias asambleas de reclamo y participando de jornadas, marchas y movilizaciones.

 

La “sé”.
El escritor y agrimensor Edgar Morisoli trabajó durante años en las orillas del Río Colorado, donde escribió parte de sus obras. El libro Testimonios..., lo entrevista y rescata dos relatos sobre niños ribereños que guardan en sus propias expresiones, la memoria de un río que nunca vieron.
El policía territoriano Adolfo Ohaco es el último testimonio original del libro de la Fundación Chadileuvú. Luego, se agregan numerosas fotografías de los entrevistados, de sitios geográficos cercanos al cause del río, tanto de Mendoza como de La Pampa. Hay imágenes sobre las movilizaciones y marchas en las que intervino la Fuchad, así como del día que se expuso un trabajo ante el Tribunal Latinoamericano del Agua.
Seguidamente, el libro repone testimonios y relatos de otros reservorios. Entre ellos, sobresale el de Felisa Espíndola del 8 de octubre de 1973 publicado en la revista 7 Díaz. Decía Felisa: “Lo pior de todo era la sé. La sé es una cosa terrible porque raspa la garganta y hay qui aguantarse nomá, sin poder hacer nada, sufriendo nomá. A veces no teníamo agua para darles a los críos; eran muy chiquitos, de meses nomá, sufrían mucho por la sé, pero cuando no hay, no hay. Si el agua era poca pero alcanzaba para nosotros, teníamos que cercar la aguada para que los animales no se metieran a tomar”.

 

Más fuentes.
Finalmente, un reportaje al actual presidente de la Fuchad –Héctor Gómez- testimonios periodísticos y presentaciones ante organismos internacionales reclamando por los ríos, dan cierre al texto. Una de las notas de prensa es la del escritor Juan Sasturain. Se llama ¿Quién hizo de la pampa un desierto? Viuda del agua” y fue publicado en la revista Radar del diario Página/12 en el año 2005. La otra, un relato del escritor e investigador fallecido Aníbal Ford, quien escribe “El Nilo Argentino” y lo publica en Ramos generales (1986).
El fallo del Tribunal Latinoamericano del Agua de noviembre de 2012, sumado al pedido de la Organización de Naciones Unidas a que se de solución definitiva a los afectados por el conflicto del río Atuel –ambas acciones emprendidas por la Fuchad-, son publicadas en el libro.
“Testimonios...” conjuga en un solo documento material necesario para entender porqué se lucha por el recurso agua en la provincia de La Pampa. Lo hace desde el lado de los relatos, es decir desde el lado en que los sujetos dan fé de que lo que se dice que ocurrió, efectivamente fue así. Y si bien ninguna obra se comprende sin relacionarla con otras, puede afirmarse que esta será de las indispensables para integrar la biblioteca de lo que pasó cuando se inician las causas por los ríos “robados”.

 

* Redacción de La Arena

 

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