Lunes 22 de abril 2024

Voces de El Peralito

Redacción 02/07/2017 - 01.00.hs

Beatriz Dillon* - Luego de recorrer durante todo el día parte de los atractivos del extremo noroeste de La Pampa, en el departamento Chicalcó, llegamos al Puesto El Peralito, asombrados y maravillados por el paisaje agreste.
Legar a El Peralito supone recorrer 40 km. desde La Humada hasta Agua Escondida, localidad ubicada en el límite mendocino y luego 20 Km., por la ruta 190 hacia el Norte.
El paisaje natural se presenta heterogéneo. Con alturas superiores a los 1.000 metros sobre el nivel del mar predomina la pediplanicie con cerros surcados por el accionar hídrico y modelados por el viento. Inmensos surcos de arroyos, adustos testigos de una intensa dinámica hídrica que se evidencia mediante la presencia de cantos rodados y formaciones arenosas. Rocas volcánicas y graníticas con incrustaciones de cuarzo alternan en colores oscuros y rosados de las calizas y cuarcitas.
El objetivo era ascender hacia el punto más alto de las serranías de El Peralito que, según algunas mediciones recientes, se conformaría en el sitio más elevado de La Pampa, superando al Cerro Negro de 1.188 metros.
Una primera mirada de geógrafa me detuvo, sin embargo, en el puesto El Peralito, adonde arribamos previamente al ascenso. Es el mediodía y una importante presencia de hombres en la casa, nos llamó la atención.

 

Mónica y José.
Nos reciben Mónica y José Camilo, sus dueños, que nos cuentan que el nombre del puesto se debe a un inmenso peral existente en el puesto, que Mónica recuerda haberlo visto desde jovencita, cuando llegó al puesto. Con mirada pensativa ella recuerda ir a recoger, todos los años, las peras que comían sus 9 hijos, como un rico postre.
No recuerda cuántos años tendría el ejemplar, pero si que hace más de 20 años, el Peral, ya viejo, se cayó a causa de un temporal de agua y viento. Mientras nos cuenta nos guía hacia donde yace el gran tronco del peral caído.
La vida cotidiana en el profundo Oeste de La Pampa es un complejo mundo. El cotidiano de los lugares se constituye en el punto de encuentro entre la dinámica social compleja y las subjetividades puestas de manifiesto en la producción y reproducción de las estructuras sociales. Lo cotidiano no es lo opuesto a lo estructural; ambas dimensiones son indisociables y se manifiestan en las prácticas y sentidos de la vida diaria.
Con su nieta en brazos, Mónica sigue recordando la vida dura en el puesto. La enramada o corral de chivos, que aún se conserva a pocos metros de la casa, le sirve para rememorar, con mirada vidriosa, otros tiempos, épocas de mucho trabajo "con las chivas"; ir a buscarlas al campo entre los cerros, la entrega de los chivitos todas las tardes, las pariciones, siempre ayudada por sus hijos pequeños.

 

Puesteras oesteñas.
Ser criancera, no es la única tarea reproductiva de las mujeres puesteras oesteñas. Recoger leña para calefaccionarse o para uso doméstico, ocuparse de todas las tareas del hogar, ser responsable de la salud y educación de sus hijos, entre otras tantas, ocupaban sus horas diarias, antes de dejar la vida en el puesto.
Criar a 9 hijos no es fácil, dice, aunque acá nunca se pasó hambre, comida siempre había. "Ellos se fueron", dice un tanto apesandumbrada, solo tengo una hija cerca de nosotros y los nietos.
Es aquí donde la Geografía nos muestra que no existe la clásica dicotomía entre sociedad y naturaleza. En el cotidiano de algunos lugares, la naturaleza se constituye en alteridad reconocida como una componente más del vínculo social. Natural y social mutuamente imbricados indispensable para la supervivencia de generaciones.
Es allí donde Mónica nos muestra otra realidad del espacio rural del Oeste de La Pampa. Dice que han tenido que ir a vivir "al pueblo", refiriéndose a La Humada. "Él", señalando a su esposo, ya no está bien y tiene que hacerse controles médicos: "muchos golpes con el caballo, vió?". Pero siempre volvemos: "a mí me gusta acá". La emigración rural es la estrategia que muchos puesteros y puesteras del Oeste han tenido que adoptar para superar algunas dificultades que aún perduran. Sin embargo, muchos no han abandonado definitivamente los puestos sino que conservan una residencia múltiple.
Desde que ya no viven en forma permanente en el puesto, no cuentan con rebaños de chivos: "me fui yo y nadie se dedica a la cría de chivas -dice Mónica riendo- ya no se puede". Solo queda el ganado mayor (vacunos) y por supuesto los caballos.

 

En busca de yeguas.
El caballo constituye un componente simbólico particular de la vida cotidiana de los habitantes del Oeste de La Pampa. Desde tiempos ancestrales se constituyó en el instrumento del control y apropiación del territorio y muchas veces, cuando la tierra no es objeto de propiedad, es la única herencia para los hijos.
Es común ver manadas o rebaños de caballos en el Oeste. Su comportamiento y movilidad se asocia a la disponibilidad de agua y comida y, también, a su comportamiento reproductivo. Dicen los entendidos que en estas zonas amplias y agrestes los caballos maduros alejan a los potros y potrancas fuera de la manada cuando estos alcanzan la madurez sexual para evitar la endogamia, estas situaciones los vuelve, a veces, "salvajes, cuando ya no los habitantes ya no viven en los puestos".
Nos fuimos del puesto, cuenta Mónica, y las yeguas "se volvieron salvajes"; ya no vienen a la aguada del puesto, toman agua de algún lloradero "por ahí" y encuentran buenos pastos y ya no vuelven. Ir a buscar las yeguas, parece una gran ceremonia. Por ello, cuando llegamos al puesto los hombres organizaban una gran "junta de yeguas" y aprestaban sus herramientas para el gran evento.
Mónica sabe que "ir a juntar yeguas" puede ser peligroso y José Camilo ya no está bien de salud, "ha tenido muchos golpes y aplastamiento por los caballos, vió?". Sin embargo, dice, "nada lo detiene y aquí lo tiene".
Ante la pregunta ¿Y cómo "cazan" las yeguas salvajes? ella dice: "son bravas esas yeguas", y agarrarlas requiere de una gran destreza y, señalando, dice con extrema naturalidad: "con las boleadoras". Los hombres son avezados en la tarea, pero no por ello deja de ser una empresa peligrosa "andar a mucha velocidad por los cerros, los caballos resbalan y caen", "muchos accidentes", dice con la mirada perdida en el paisaje.
Todo está presto en El Peralito para la junta de yeguas del domingo. Poner en orden las boleadoras, los estribos y estriberas, los recados, cinchas y bocados. Todo, forma parte de la socialización, que se extiende por más de un fin de semana, donde comer, beber, contar alguna hazaña y planear la tarea se constituyen en actividades relevantes. Una vaquillona recién carneada cuelga de una especie de riel y el horno de barro preparado dan cuenta de ello.

 

Subir a los cerros.
Otra perspectiva de los estudios geográficos nos introduce en las conceptualizaciones vinculadas con la geografía del turismo. En tanto actividad económica el turismo supone la intervención sobre los lugares lo que debe considerarse un vínculo entre las comunidades receptoras de una forma armónica y sustentable. En lugares donde el patrimonio natural y cultural parece tan arraigado se debe estar especialmente atento a las intervenciones.
En las serranías de El Peralito el paisaje adquiere su significación más cultural. Tal vez, en apariencia despoblada, la zona impacta en su naturaleza culturalizada. Hombres y mujeres se mimetizan en su culturalidad y naturalización.
Subir a la cima de algunos de los varios cerros que integran El Peralito nos ofrece esa visión que paisajísticamente deja admirado y perplejo a cualquier amante de la geografía de La Pampa. Desde sus casi 1.200 metros la planicie se visualiza inmensa. Al Oeste y Norte, el Payún Liso y el Nevado, en la provincia de Mendoza, se erigen con sus crestas nevadas custodiando celosamente un paisaje sin igual.
* Geógrafa, Instituto de Geografía, UNLPam

 

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