Miércoles 20 de marzo 2024

Cámara en gira con actores y payasos

Redacción 28/12/2008 - 03.04.hs

La artista mexicana Andrea López trajo una serie de imágenes, que se sumergen en el mundo del teatro, la danza y el circo. También exponen el fotógrafo santarroseño Gustavo Gatto y la escultora Mónica Canzio de Buenos Aires.

 

REDACCIÓN

 

Son tres muestras plásticas y la aventura de encontrar climas, formas y poesía en la calle o el taller. El Museo Provincial de Artes las tendrá en su casa este verano y, ayer por la tarde, recibió a sus autores, quienes contaron al público cómo es que esas obras llegaron hasta la sala santarroseña. En el acto de inauguración, los fotógrafos Andrea López y Gustavo Gatto y la escultora Mónica Canzio compartieron algunos videos que dan cuenta del proceso de producción que hay detrás de su trabajo. La exposición se podrá visitar hasta el 16 de febrero.

 

"Me contengo al disparar".
Andrea es mexicana, vive en la capital de su país y volvió a la Argentina luego de tres años. Dentro de la fotografía, su especialidad son las artes escénicas, un oficio fascinante que la lleva a explorar ensayos, preparativos, estrenos y funciones de danza, teatro o circo. "Me interesa dar cuenta de lo que pasa cuando se abre el telón y, también, todo ese mundo que late tras bambalinas", explica la artista, formada también en el campo del diseño gráfico.
Existen pocas compañías estables de teatro en México. La mayoría de los grupos se forma en torno a un proyecto concreto y, cuando concluye, se disuelven, relata. Andrea es convocada habitualmente por directores para que documente su trabajo artístico y, a la vez, es fotógrafa "de base" de elencos permanentes, a quienes acompaña en sus giras, que cubre en cada detalle.
"Me gusta perderme en el teatro y no me propongo hacer un registro del escenario, sino capturar ambientes, momentos y expresiones". Es que los elementos que se despliegan sobre las tablas, la vida en pasillos y camarines o en los talleres de producción constituyen un disparador para su propia creación.
A diferencia de la fotografía tradicional de espectáculos, la suya no busca que los protagonistas "se vean bien" y los inserta en una composición cercana a lo abstracto. No todos los directores o actores están de acuerdo con esta manera menos convencional de mostrar su obra, apunta Andrea. Lo que acontece a vistas del público se imprime en color y el "back stage", en blanco y negro.
"Lo ideal es acompañar al grupo desde los primeros ensayos y durante todas las etapas de trabajo, hasta que sube a escena". El día del estreno, con los espectadores en la sala, hay que moverse con mucho cuidado, tanto que el fotógrafo aprende a respirar para que su presencia sea lo menos invasiva posible. El flash, descartado. "Me contengo en el número de imágenes que disparo para que no se note que estoy allí, ni incomodar al público o los actores".

 

Por las carpas.
Todo es resultado de "mucha espera" y las obras que se encuentran en el Museo Verde dan cuenta de esta paciencia. Corresponden a una faceta muy importante de su producción: la vida de las carpas. Andrea es fotógrafa de la compañía "Ataide" de México y ha trabajado para numerosos circos del mundo, entre ellos, el que conduce el clown ruso Slava, que integró durante años el "Cirque du Soleil".
Las fotografías que se exhiben en nuestra ciudad fueron tomadas hace dos años en Turín y son el resultado de un desafío enorme, que le habían encomendado: la cobertura de la ceremonia de clausura de los "Juegos olímpicos de invierno 2006", un espectáculo en el que confluyeron el carnaval y el circo, con juegos de payasos, diferentes pruebas de destreza, malabares y equilibrio. "Fui la única fotógrafa a quien se le permitió ingresar y, durante tres meses, pude hacer tomas de todo el proceso de creación y las pruebas, que se desarrollaron en distintas ciudades, hasta el día de la fiesta".
Andrea trabaja con cámara digital, pero prácticamente no opera retoques sobre su fotografía. "Con las nuevas tecnologías, muchos prefieren sacar en automático y arreglar sus imágenes después, pero en mi caso prefiero indicarle al equipo todas las funciones que necesito en el momento de hacer la toma, una tarea que implica ser muy rápido".

 

Tiempos e ideologías.
Su colega Gustavo es otra historia. Este santarroseño, radicado hace 25 años en Ciudad de México, estudió comunicación e hizo sus primeras experiencias en el diario "El Puntal" de Río Cuarto. "Ya no me acuerdo por qué me fui", bromea.
La producción de imágenes para distintos proyectos editoriales lo ha acompañado desde entonces. "Tengo un archivo de unas 30 mil fotografías, que rento para su publicación en libros, calendarios, revistas o agencias de noticias", explica. Los reportajes sobre temáticas vinculadas a la cultura o los viajes son sus dos grandes inquietudes.
Si le piden una definición sobre su trabajo, Gustavo se encuadra dentro del surrealismo, una expresión que late espontáneamente en cada rincón de México, como señala. "Es un país, adonde abundan los encuentros entre costumbres, tradiciones, ideologías y tiempos, que nada tienen que ver pero están juntas en la calle y a la vista de todos".
Estos "ensambles" derivan en escenas trágicas y cómicas, que son las que el fotógrafo intenta atrapar con su lente. "Cada pedacito que se une a la composición es una joyita que uno ha podido encontrar". Una mujer aborigen, vestida de blanco, aferrada a las enormes raíces oscuras de un árbol que se salen de la tierra es la portada de su catálogo y un ejemplo de la relación de contrastes y asociaciones que propone su obra, siempre en un equilibrio muy cuidado.
El hombre, aunque no se vea en la imagen, debe estar presente a través de su mundo y sus huellas, sostiene. "Me ocupo de la cotidianeidad, no tanto en movimiento, sino plácida, pero no registro el drama, ni la violencia".
La imagen no se puede llevar al papel, si no es a color. "México es todo estridencia y omitirlo es diluir la identidad de las obras", aclara el fotógrafo, que se resiste a cambiar los rollos y las diapositivas por las nuevas camaritas.

 

Obras en tensión.
Mónica llegó desde Buenos Aires, con sus monumentales piezas. No es la primera vez que expone en Santa Rosa. Sus obras recibieron distinciones en distintos salones del Museo Verde. Es una reconocida artista plástica, que tiene una empresa de decoración, un espacio donde prueba toda clase de materiales, que después traslada a su obra (ver aparte).
Las esculturas que expone en el museo son de mediano y gran formato, confeccionadas en estructuras de hierro, revestidas en cuero crudo, papel metálico y los trazos consistentes de crayones de óleo. "Se genera un contrapunto entre los materiales, que potencian la tensión entre la dureza de uno y la flexibilidad del otro", señala.
Las piezas asumen formas orgánicas en rojo o azul. "La naturaleza o la venus primitiva son una excusa para crear".
La propuesta que se ve en la sala no está completa, sino se toma en cuenta el protagonismo de los dibujos. "Generalmente, los bocetos se realizan antes de la escultura, pero ambas expresiones aparecen en mi producción a partir de un diálogo entre ellas, sin una técnica programada".
La relación entre una y otra obra se sostiene sobre imágenes, que reenvían al público a uno u otro elemento del conjunto. "El proceso de confección de una escultura es tan rígido por los procedimientos y elementos que demanda, que el dibujo se convierte en un respiro poético para mí".

 


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