Viernes 19 de abril 2024

La boxeadora que unió su hobbie con el trabajo

Redaccion 23/11/2020 - 09.00.hs

«Siempre tomé al boxeo como un ‘hobbie’. Con seriedad y profesionalismo, esforzándome hasta donde podía, pero sin pensar en un beneficio económico. Todo lo contrario, casi siempre fui a pérdida», dice con la tranquilidad de sentirse realizada, de saber que dio todo por lo que le gustaba hacer y que dijo basta cuando dejó de sentirlo así.
La historia de Luna del Mar Torroba como pugilista es diferente a la de la mayoría. Lejos de tomar la actividad como una salida laboral, de subir a fajarse para ganar el mango o de aprender a usar los puños como defensa, la nacida en Cali llegó al boxeo casi por casualidad y lo tomó como su pasatiempo favorito.
Sus cualidades, sus ganas y su dedicación elevaron ese estatus de aficionada a una carrera profesional que le permitió, entre otras cosas, cumplir dos sueños: enfrentar a Jésica «La Tuti» Bopp, su referente, y pelear en Las Vegas, la cuna del show boxístico a nivel mundial.
Con 25 combates en el campo rentado -12 victorias (2 KO), 10 derrotas (1 KO) y 3 empates-, otros 20 en el terreno amateur, miles de kilómetros recorridos entre Anguil y Santa Rosa para entrenar y cientos de horas trabajando de sol a sol en el campo para luego darse el gusto de subir a un ring a disfrutar de su pasión, a los 32 años decidió colgar los guantes.

 

Descubrimiento.
Cuando Luna descendió en Ezeiza del avión al que su madre la había subido en Cali y conoció la cara de su papá Alberto, el boxeo no formaba parte ni de sus sueños. Tenía 12 años, se instaló en la zona rural de Anguil, a unos kilómetros del pueblo, y de la mano de su padre comenzó a aprender los oficios de la vida en el campo, entre cultivos y animales.
«Hacía tareas en el campo; iba a la escuela, al colegio, y en mis ratos libres empecé a hacer sipalki en Anguil. Después probé con judo, con kung fu, porque siempre me atrajeron las artes marciales, pero de boxeo no tenía mucha idea», cuenta Torroba, que en ese ir y venir deportivo descubrió el deporte de los puños a partir de una invitación de una amiga al gimnasio del Club Argentino de Santa Rosa. «Roberto Pedehontaá me propuso boxear, probé, me gustó y así empecé, casi de casualidad», agrega.
Colombiana de nacimiento, desde que comenzó a subirse a un cuadrilátero siempre se reivindicó como «representante de Anguil», el pueblo que fue testigo de sus primeros pasos como deportista y que la acompañó en sus más de doce años como pugilista.
«A los 20 años debuté como amateur. Las primeras tres peleas fui prácticamente como relleno, porque se cayeron rivales y me preguntaron si quería pelear. Y así arranqué, con tres empates. La cuarta me acuerdo clarito que la perdí con Zalazar, de Acha, que me llevó por delante, y fue como que me di cuenta de qué se trataba. Después empecé a ganar y gané todas las otras peleas antes de hacerme profesional», recuerda sobre sus inicios.

 

– Tu primera pelea como profesional fue contra Paula Zubiría, el 8 de julio de 2011 en Anguil. ¿Qué recordás de ese debut?
– Más que nada los nervios por el debut; pero ella era más chiquita, no había muchas equivalencias y gané por nocaut. La verdad es que no fue algo muy especial para mí porque venía avanzando muy bien como amateur y no noté tanto el cambio, salvo el hecho de boxear sin cabezales.

 

«Hobbie».
Con 5 kilómetros de camino de tierra, muchas veces difíciles de transitar por el guadal o por las inundaciones, y otros casi 30 por ruta hasta Santa Rosa, su lugar de entrenamiento, la carrera de Torroba como boxeadora estuvo marcada por el esfuerzo personal y la constancia para nunca bajar los brazos.
«Primero viajaba en moto todos los días a Santa Rosa, después en un Citroen y así durante toda mi carrera. Nunca viví del boxeo, pero tenía que ponerme las pilas si lo quería hacer bien porque no es un juego. Siempre lo tomé con mucha responsabilidad», reflexiona Luna.
«Así fue toda mi carrera; recién en las últimas tres peleas, que pude hacer fuera del país, pude obtener algo de ganancias y las invertí en mi casa. Pero con el resto siempre iba a pérdida; ya el ir y venir todos los días me generaba un gasto enorme», agrega.

 

– ¿Nunca boxeaste por dinero?
– No, todo lo contrario, siempre fue un ‘hobbie’ para mí. Mi sustento económico siempre estuvo en el trabajo en el campo, con el emprendimiento de mi padre y con mi negocio propio después. Además en ningún momento se me abrieron las puertas como para dedicarme a vivir del boxeo. En Argentina es imposible y con las peleas de afuera se dio la posibilidad de un ahorro extra, pero nada más.

 

– ¿Encontraste en el mundo del boxeo lo que esperabas?
– Sí, cuando entré no sabía cómo era el ambiente, y me encontré con un ambiente muy unido y en el que nunca tuve problemas con nadie. Además todos a mi alrededor me acompañaron siempre, nunca me dijeron ‘no vas a poder’. En todos los lugares donde estuve entrenando, en todos los gimnasios por los que pasé, siempre me alentaron y me aportaron mucho. Estoy muy agradecida.

 

Los sueños.
«Mi sueño siempre fue tener una pelea por un campeonato con Yésica Bopp, que era mi referente, y se me pudo cumplir», señala al referirse al combate ante «La Tuti» del 22 de abril de 2017 en el Club Chacarita de Azul, por el título mundial mosca ligero de la AMB.
«Fue la época de la inundación en La Pampa y se me complicaba mucho para ir a entrenar; me encajaba todos los días, pero hice todo el esfuerzo para llegar de la mejor forma a la pelea. Y a pesar de la derrota me encantó la experiencia como una forma de superación personal y deportiva», amplía sobre aquel combate, uno de los que guarda con mayor afecto.
«Esa pelea con Bopp es una de las que más recuerdo, más allá del corte en el primer round y que me pegó hasta el noveno, en el que me tiraron la toalla. Pero era un sueño hecho realidad ante una exponente máxima del boxeo argentino», repasa. «Y la otra que fue especial fue la pelea en Austria (en octubre de 2018 ante la local Eva Voraberger), porque me atendieron re bien y me sentí como en casa. Fue lo que necesitaba para darme cuenta que podía pelear afuera», agrega.

 

– Ese combate además te abrió las puertas para ir a Estados Unidos, donde cumpliste el sueño de pelear en Las Vegas.
– Sí, se abrieron las puertas y con mi manager Gustavo Campanino pudimos ir a pelear primero a Carson (en febrero de 2019 ante la estadounidense Ava Knight), donde empatamos (por un choque de cabezas el combate se paró en el tercer round). Me acuerdo que después de la pelea estaba relajada en la conferencia, y sonriendo dije ‘capaz que ahora me dan la revancha en Las Vegas’. Y me la dieron. En noviembre estaba peleando otra vez con Knight pero en Las Vegas, que es lo máximo.

 

El retiro.
«Llegar a Las Vegas fue cumplir el sueño», sintetiza Luna Torroba como para cerrar el círculo de su carrera. Luego de aquel segundo enfrentamiento con Knight en la cuna del boxeo mundial (derrota por puntos en decisión unánime), la colombiana-pampeana anunció que sus días como profesional se habían terminado, aunque dejó una puerta abierta en el caso de presentarse una nueva oportunidad en el exterior, que finalmente no se dio.
«Este año quería hacer una nueva pelea, por lo que seguí entrenando un tiempo, pero no se dio y ahora ya está. Los compromisos son cada vez de más alto nivel y la preparación es cada día más complicada, por lo que se me haría muy difícil estar a la altura para afrontar otra pelea después de tanto tiempo parada», reflexiona.
«Además una ya tiene otras prioridades, como la familia, la casa y el trabajo. No es que me cansé del boxeo, pero ya cuesta más ir al gimnasio. Llegar a Las Vegas era lo máximo a lo que podía aspirar y estoy más que satisfecha por lograrlo. Lo que viví ahí es inolvidable y creo que fue un gran cierre para mi carrera», concluye.

 

Entrenadora en Anguil

 

El vínculo de Luna Torroba con el boxeo nunca se cortó. Alejada como profesional se hizo cargo de la escuela municipal de Anguil, que este año estuvo complicada por la pandemia de coronavirus. «La escuelita sigue firme, con muchas chicas y chicos que hacen boxeo recreativo, y además tuve la posibilidad de hacer pelear a un par también», cuenta sobre su faceta como entrenadora. «Me gusta preparar las clases, armarlas y lo recreativo, pero lo competitivo tiene otro plus y también me atrae. Iré viendo y analizando las posibilidades que se presentan», adelanta.

 

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