Miércoles 20 de marzo 2024

Un reparto que renueva las esperanzas

Redacción 23/04/2018 - 00.25.hs

No hubo diferencias. Los dos tuvieron sus puntos altos. El local flaqueó al principio y la visita después. Ambos supieron aprovechar sus buenos momentos y afrontar los malos. Hubo una paridad general y por eso el primer juego de la final entre Independiente de Doblas y Ferro Carril Oeste de General Pico terminó igualado 1-1.
Román Lovera para el Verde y Mario Rosales para el Rojo marcaron los goles de una definición que ahora se trasladará al Coloso del Barrio Talleres piquense, donde los dos finalistas llegarán con las esperanzas renovadas porque la ida les sirvió para darse cuenta que ambos tiene potencial para quedarse con el Torneo Provincial de fútbol 2018 "25 años del Pro Vida".

 

Inicio y final.
El estadio Enrique Francisco Parodi de Doblas recibió a los dos mejores equipos de La Pampa con sus laterales repletos de gente de ambos colores y un piso blando -pero en buenas condiciones- por la lluvia que lo castigó en las horas previas a la gran final.
Ferro, apoyado en el título logrado el año pasado ante el mismo rival y en una historia que le da una espalda como quizás a ningún otro equipo en la provincia, hizo pie primero pese a su condición de visitante. Independiente, con el respaldo de su gente intentando alivianar la mochila cargada de frustraciones por los títulos que se han escapado, se tomó sus tiempos para entrar en partido y con el correr de los minutos mostró lo suyo.
El inicio fue todo del Verde. Los dirigidos por Walter Gonzalo salieron decididos a presionar alto ante un Rojo con algunas dudas, y en menos de cinco minutos se pusieron en ventaja merecidamente.
Avisó Federico Vasilchik al tomar un rebote dentro del área y no poder definir bien ante Raúl Alomo; también lo tuvo Esteban Camerlinckx pero no supo resolver en los metros finales; hasta que Lovera logró el 1-0 luego de una gran jugada, comenzada por él mismo abriendo la cancha desde el medio y terminada con un certero cabezazo luego de un centro preciso de Nicolás Camerlinckx.
El partido se jugaba en campo de Independiente porque la presión ejercida por todo Ferro, apoyado en el tándem Lovera-Heber Pedernera, era implacable. El Rojo no podía tocar en corto y su juego directo terminaba en los atentos marcadores rivales. Hasta que Emiliano Cocco sacudió a propios y extraños con un remate lejano que hizo esforzar a Alomo, y a partir de allí el local creció.
Aún sin el brillo que supieron mostrar en otras ocasiones, los dirigidos por Guido Carracedo fueron inteligentes para adaptarse al partido y para no desesperarse, vitando abrirse a las contras de Ferro. Y poco a poco se pusieron en carrera.
Miguel Rosón encontró su lugar y empezó a desbordar y a complicar con sus centros, Daniel Gehl -siempre marcado de cerca- se las ingenió para hacer de las suyas con toques de primera y piques al vacío, y el propio Colo tuvo una de las más claras con una media vuelta que se fue por arriba tras una gran habilitación de Cocco.
Independiente estaba en partido, pero igualmente le costaba hacerse dueño ante un Ferro que manejaba bien la pelota en el medio y que con paciencia la hacía circular de un lado a otro esperando el espacio. En ese toqueteo Vasilchik tuvo el segundo tras una gran jugada en pared con Esteban Camerlinckx, pero la terminó mal y todo siguió como estaba.
Hasta que a los 44 el Rojo logró el empate que terminó de darle paridad a la final: Eduardo Barcar hizo la pausa necesaria para esperar que sus compañeros lleguen al área, pinchó la pelota para Gehl y con un toque de distinción el Colo dejó mano a mano a Rosales, quien entrando por derecha definió cruzado con la parte externa del pie. Golazo y a los vestuarios.

 

Una final.
El segundo tiempo fue aún más equilibrado que el primero. El piso pesado, las marcas implacables en defensa y la inteligencia para no cebarse en ataque hicieron su trabajo en el físico y la cabeza de los jugadores, y por lo tanto en el trámite del juego. Y con el correr de los minutos los dos fueron concientes de que la final no terminaba ahí.
En Independiente creció el trabajo de Alejandro Morettini -el más claro para cortar, salir y generar juego desde el fondo- y de Bruno Schaab -un animal para contener al potencial ofensivo visitante-; el silencioso Saúl Araya terminó de asentarse en el medio para lograr el equilibrio necesario y, apoyados en esa base, Gehl y compañía tuvieron un poco más de soltura en ataque.
Pero del otro lado los centrales Matías Narvallo y Tobías Coppo fueron prácticamente impasables; Lovera se desdobló para frenar los avances locales y Pedernera -el mejor de la cancha- fue el titiritero del mediocampo para ordenar en defensa y generar avances a partir de sus salidas prolijas. Aunque en ataque, Vasilchik chocó más de lo que jugó y el ingreso tardío de Lautaro Parisi no movió el tablero.
En ese contexto a los dos les costó llegar con claridad. La visita asustó con uno de los tantos desbordes de Marcos Quiroz -incansable por derecha- y un centro que no llegaron a conectar ni Vasilchik ni Emanuel Hermida; mientras que el local casi lo gana con una gran asistencia de Gehl para Cocco, cuyo remate se fue pegado a un palo.
Al final los dos se fueron con algo de frustración, sabiendo que con las piezas algo más ajustadas podrían haberse llevado la victoria. Pero también a ambos se le renovaron las esperanzas de cara a la revancha, porque Ferro entiende que en su cancha puede sacar una diferencia y porque Independiente mostró el aplomo necesario para afrontar una final, dejando en claro que su primer gran festejo es posible.

 


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