Lunes 15 de abril 2024

Cómo hacer arte en pequeños formatos

Redacción 04/10/2015 - 05.01.hs
Mario Vega - No ve, pero construye autos en miniatura, cosechadoras, arados, tractores y otros objetos. Todo con envidiable precisión. Ahora piensa en poner a nuevo un Ford T y presentarlo entre los autos antiguos.
La adversidad puede ser asumida por una persona de distintas maneras. Estarán las que se sentirán aplacadas por el infortunio, y también las que entenderán que se trata de una circunstancia que no puede impedir desarrollarse, afrontar las dificultades que la vida nos pone a cada paso. Obviamente dependerá siempre del grado del trance que a cada uno le pueda tocar asumir.
No es intención hacer aquí el panegírico de la figura de Daniel Scioli -que en un accidente perdió un brazo-, pero más allá del color político al que se adhiera, habrá que reconocer que ese hombre ha superado con coraje la desgracia que le tocó padecer. Al punto que su persistencia hoy lo tiene con posibilidades de convertirse en presidente de la Nación.
Quiero decir que en tanto algunos se pueden entregar ante la fatalidad -y resultaría comprensible-, otros batallan, se empecinan en superarla y no pocas veces lo logran.

Sobreponerse a la adversidad.
Siempre imaginé que la ceguera tiene que ser algo terrible, una desgracia que creo me sería imposible soportar. Debe ser un obstáculo que anula buena parte de la capacidad de quien la sufra; pero cabe decir también que hay hombres que con un coraje singular se sobreponen, conociendo que allí delante está la vida. Nada más, ni nada menos.
Se sabe de celebridades que soportaron la ceguera. Andrea Bocelli, Stevie Wonder, Ray Charles; Luis Braille, Kent Cullers -físico que trabajó en la NASA-; y por supuesto Jorge Luis Borges, entre tantos. En cada caso su genio pudo más y trascendieron aún con aquel padecimiento.
Hace poco, aquí mismo, referíamos al joven abogado Iván Poggi -que hizo su carrera ya privado de la visión-, y ahora nos sorprende este señor: Francisco José Neveu (51), un santarroseño que tiene la virtud y el talento para llevar a cabo realizaciones que, a una persona que ve normalmente, se le dificultaría.

 

Una muestra especial.
En el Museo Verde llamó la atención una muestra de micro esculturas que tienen una perfección, en sus formas, en sus detalles, que daría la impresión que quien las hizo no tiene problemas de visión. Al propio Jorge Luis Borges alguna vez le adjudicaron fingir -o exagerar su ceguera-, y ahora Francisco se ríe con ganas cuando se lo comento. "Es verdad, no veo desde hace años. Sí tengo la ventaja de haber visto antes, así que puedo recordar formas y colores... me doy cuenta de la proporción de las cosas: si toco algo y 'veo' que es 'así' de ancho tiene que ser 'así' de alto...", comenta como si fuera la cosa más sencilla del mundo.

 

La familia Neveu en La Pampa.
Me recibe en su linda casa de Villa Martita, junto a su esposa Claudia Cristina Collado (abogada); y sus hijas Camila (17) que empezará Antropología en la UBA; Luisina (15) y Renata (9).
Es parte de una familia muy antigua en la provincia, y son muchos los Neveu que andan por allí. Su papá Sabino fue profesor de dibujo, y llegó a ser rector del Colegio Nacional, por lo que fue muy conocido; y su mamá Esther Redondo se desempeñó también como docente.
Son cuatro hermanos: Sabino (h), que trabaja en la cooperativa de Ataliva Roca; luego viene Francisco; María Elizabeth, docente; y Manuel Alberto, pianista de la Jazz Band, licenciado en Química y docente.
Y cuenta Francisco una rica historia familiar: "En 1883, en Buenos Aires hubo un remate público de tierras, y mi tatarabuelo Pedro Neveu compró un lote completo, parte de lo que Julio Argentino Roca le había entregado al general Olascoaga después de la conquista del Desierto. Se puso a la venta y mi tatarabuelo compró y se vino con cuatro hijos varones; en tanto las dos hijas mujeres se quedaron en la provincia de Buenos Aires", explica.
Después el tatarabuelo fue cediendo las tierras a sus descendientes; que en tanto se iban distribuyendo en distintos lugares, algunos ocupando lugares de privilegio: "Mi bisabuelo Sabino Neveu fue intendente de Santa Rosa entre 1909 y 1911; y su sobrino Juan Carlos fue gobernador cuando La Pampa se hizo provincia", relata.

 

Sus primeros años.
Francisco nació en Santa Rosa. "Algunas casas de los Neveu fueron emblemáticas, porque por ejemplo vivimos un tiempo en la que hoy ocupa la Fundación Chadileuvú, allí en calle Rivadavia", agrega.
Hizo primaria entre el Domingo Savio y la Escuela 6, y el secundario lo empezó "en la Escuela Industrial, pero un día que me hice la rata y mi viejo me llevó al Nacional, donde era el rector".
Eran tiempos de practicar deportes en los clubes que estaban cerca, como All Boys y Atlético Santa Rosa... "También estudié guitarra y soy profesor. Me gusta el folklore, la milonga, y ahora mismo estoy componiendo algo". Son algunas de las cosas que emprende.
En la adolescencia las primeras salidas a Crazy, New Star, Kascote, Maurice. "Después del secundario empecé a trabajar en la municipalidad, en la parte administrativa de Espacios Verdes", y allí está hace 32 años. "Y siempre vinculado al campo. Íbamos todos los fines de semana y nos gusta mucho".
A los 24 empezó la facultad para estudiar Recursos Naturales Renovables. Me faltó un año", lamenta.

 

Claudia, la compañera.
Se casó a los 31: "Claudia había terminado su carrera en Córdoba y nos conocimos aquí". Es ella quien cuenta que cuando lo conoció Francisco ya tenía problemas de visión, así que no sería una sorpresa lo que vendría. Francisco perdió definitivamente la vista cuando andaba por los 38-39 años.
"Es una enfermedad congénita. Al principio pasé años dentro de mi casa, aunque seguía trabajando. Pero claro que mascaba bronca... Es una situación durísima", acepta aunque a esta altura convive con ella y puede llevar adelante una vida plena.

 

Sensibilidad táctil.
Me pregunto cómo será la relación con sus hijas a partir de la ceguera. "A las dos más grandes alcancé a verlas...", dice y un poco me estremece. "En el caso de Renata (la menor), le toco el rostro, la acaricio, y sé muy bien cómo es... Poder haber visto antes me permite recordar colores, formas... me da otra perspectiva", añade.
Claudia aporta que es tanta la sensibilidad táctil de su esposo y agrega que "por ahí somos más torpes los que vemos que él. Desde que vivimos aquí, con lo poco que veía se iba al trabajo caminando; no usaba el bastón, que recién lo empezó a agarrar ahora, aunque a las chicas no les gusta", completa.
Francisco cuenta algunas particularidades y, de verdad, me causa un poco de vergüenza ante mi ineptitud para las tareas manuales. "Aquí en casa corto el pasto, la ligustrina y ellas son muy críticas, aunque cuando no queda bien me ayudan", reconoce. "Pero hago de todo, y por ejemplo si tengo que colocar un cerámico, hago la mezcla, lo pongo, y me gusta que quede bien", remata.

 

La llegada al arte.
¿Y cómo empezaste con las creaciones escultóricas en miniatura?, pregunto. "De chico con autitos, y cuando quedé ciego lo primero que hice en pequeña escala fue un rastrón, y después me fui animando con otras cosas: Uso elementos reciclables, lo que desechan los demás lo uso: Hice autos antiguos detalle por detalle, una cosechadora, un tractor... diversos objetos. Tengo un depósito donde reparo todo, y hasta a las computadoras de las nenas si tienen algún problema les meto mano, Me las rebusco", dice, y no lo puedo creer.
"Cómo no vas a creerme, si hasta la instalación eléctrica de esta casa -amplia y de dos plantas-, ya estando ciego, la hice yo", reafirma.
Y cuenta cómo trabaja: "Primero surge la idea, después junto los elementos, y hago mis trabajos que no tienen soldadura, ni pegamento. Todo lleva tornillos, y si tengo que cortar un fierrito veces, o hacer un agujero veinte veces porque me parece que no quedó bien lo hago...", explica.

 

Perfeccionista.
Agrega Claudia: "Es tozudo, perfeccionista". Y completa Francisco: "Cuando trabajo no quiero que me guíen. ¿Si algo queda medio torcido? No, tengo una escuadra y la utilizo bien", se ufana. Y sigue: "La pintura de las esculturas las hacen mi mujer y mis hijas, y cada cosita que termino es una gran satisfacción".
Lo de Francisco es admirable, porque muestra un espíritu que muchas veces los que gozan de todos sus sentidos no pueden exhibir en esa magnitud. "Sí, soy competitivo, porque por ejemplo con las nenas jugamos a las escondidas... apagamos todas las luces, y siempre les gano", se ríe con ganas.
"Vamos a Buenos Aires y se orienta mejor que nosotros, porque le queda el recuerdo de sus calles, cómo funcionan los subtes", dice su esposa. Francisco dice que salen de vacaciones "por todo el país, y lo disfruto, porque el paisaje se siente en el aire. La inmensidad de las cataratas, aunque no veas la percibís...".

 

Tacto y memoria.
Es un hombre singular, sin dudas. En el mar le gusta bucear buscando caracoles, y saca más que sus hijas; sigue andando a caballo en el campo; y hasta llegó a restaurar un sulky. "Me trajeron los pedazos, lo reconstruí y ahora lo tenemos en el campo y lo usamos para pasear", aporta.
Se hizo de noche y Francisco me acompaña hasta la puerta de su vivienda. "La bronca no se te pasa nunca, y la única forma de superarla es no quedarte quieto, hacer cosas", me dice por lo bajo.
Me voy pensando que él basa su arte en los recuerdos -tacto y memoria- y que ese bagaje es el que le permite vislumbrar hacia el futuro. No se queda en el pasado y sigue proyectando, creyendo que, como decía Borges, el bien del cielo también puede estar en la sombra.

 

Un restaurador con nuevo desafío.
"Ese juego de comedor es de 1925 y es regalo de casamiento de mi bisabuelo a mi abuelo... lo restauré completo y aquí está", señala orgulloso.
Neveu se impuso ahora otro desafío. "Un Ford T, modelo 1925 era mi de mi papá y estuvo 40 años tirado. Ahora lo desarmé íntegro, lo lijé, lo limpié y lo empecé a armar; y hasta le pinté el chasis a pincel. Trabajamos con Darío Laborde, y con mi suegro Eduardo Collado (reconocido chapista de la ciudad)-La idea es integrarnos al club de autos antiguos, y que mi mujer y mis hijas lo disfruten...", cuenta su objetivo. Otro, complicado por cierto, es "entender el funcionamiento de un motor a vapor, quiero hacerlo en pequeño formato", agrega.
"Poder exponer, a instancias de mi amigo Eduardo Vazquez, es una caricia al alma", comenta alegre.
Un jardín de infantes -"Brotecitos"- visitó la muestra, y también alumnos de la Escuela de Ciegos y Disminuidos Visuales: "Fue muy lindo, los chicos preguntaban y es una buena manera que comprendan que aún con problemas se pueden intentar cosas", deja el mensaje.
Tiene "muchas ideas, y entre ellas hacer estructuras en chapa para las plazas: serían una suerte de caricatura en hierro", aclara.
Su última creación -incluye autos y carruajes antiguos, y máquinas rurales- "fue la cosechadora. La misma muestra la querían hacer en el aniversario de Ataliva Roca, pero no se pudo, y ahora quieren llevarla para la fiesta del Parque Luro", informa.
Se hace tiempo para ver a sus amigos, sobre todo los del secundario. "Con Dante Brunillo, Rubén Fran y Picardito Fernández, siempre estamos en contacto", comenta en el final.

 


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