Domingo 14 de abril 2024

Con la verdadera nobleza del deportista

Redacción 01/03/2015 - 03.29.hs
Mario Vega - Parece que hay personas que tienen por socio al silencio. Nunca la frase estrepitosa, altisonante y hueca. En todo caso la reflexión, el hablar pausado, sin que eso le quite pasión a su forma de vivir.
Cultivan el bajo perfil, privilegian el silencio. Son esas personas que están lejos de la altanería, alejados de la soberbia. Pueden parecer mansos, apacibles, serenos, y tal vez respondan generalmente a esas características, pero igual tienen dentro suyo una llamita muy especial.
No será fácil verlos violentados, urgidos, o como si algo los obligara a andar de prisa. Andan por la vida casi diría sosegados, pacíficos, pero insisto en que suelen tener algo especial en ese espíritu que los lleva a incursionar en el deporte con un ánimo distinto al de los demás. ¿Distinto? Sí, porque me da la impresión que carecen de agresividad, que pocas veces ingresarán en el terreno de la ofuscación por seguir simplemente el mandato de ganar.
No, compiten, pero en otro nivel. Aunque más de una vez les toque ganar, que esa podría ser la intención de participar. Quizás porque necesitan examinarse a sí mismo, comprobar que pueden, pero considerando que el adversario es alguien absolutamente necesario para competir. Convencidos que no es un enemigo al que hay que guardarle rencor, o tirarlo a la banquina en una prueba de autos o de motos, o pegarle una patada para pararlo si uno juega al fútbol.
Son tipos nobles, y así me parece es el Pelado Gamba.

Familia y trabajo.
Juan Alberto Gamba (68) es de esa clase. El rostro circunspecto, la ropa apropiada a su trabajo, las manos ásperas de quien utiliza herramientas y se mancha de pies a cabezas metido en un motor. Y es feliz de esa manera. Porque la verdad es que a hombres como él creo que les gusta engrasarse...
Nació y vivió en la calle Cervantes, entre Don Bosco y Escalante, y allí transcurrió su niñez y su adolescencia. El oficio le viene de herencia, porque don Edgardo Félix, su papá, había trabajado en el Automóvil Club Argentino, y fue "mecánico toda su vida", y Juan podría decirse que también.
La mamá era Josefa Ibáñez, y tiene dos hermanas, Stella Maris y Nélida Azucena. Se casó jovencito -"tenía 20 años", dice-, y tuvo cuatro hijos, Viviana, Juan Carlos, Stella Maris y Guillermo Daniel. Los dos varones siguen con la tradición familiar, y hacen mecánica de frenos en el taller de Escalante al 600, montado hace casi 40 años. Disfruta El Pelado de cinco nietos: Ezequiel (22), Sofía (17), Máximo (11), Agustina (10) e Isabella (5).
"Hice primaria en la Escuela 38, y apenas terminé, en 1969, empecé a trabajar en la rectificadora Eloy Moradas. Entré a las 13 y estuve hasta los 19; y después le dije a mi viejo de poner el taller en casa. Sí, ha pasado mucho, y de verdad, no puedo quejarme", sonríe, y sonríe con esa sonrisa leve que lo caracteriza.

 

Los deportes.
En las andanzas de pibe por supuesto el fútbol en los potreros del barrio, que había muchos, y El Negro Luis Vitale "como gran referente, porque era figura de Atlético Santa Rosa y la selección de la Liga Cultural", menciona. El Pelado empezó en la cuarta del Club Estudiantes. "Era defensor, y al tiempo como Estudiantes no hizo más fútbol pasé a All Boys... Jugué en la cuarta y en la tercera, y ganábamos todos los campeonatos porque teníamos un gran equipo... jugaban Yuyo Regazzoli (arquero), Chiruli Villafañe ("en una película, El Jefe, había un personaje al que le decían así, porque era gordito y le quedó", rememora), El Gaucho Díaz, Carlitos Yáñez, Cacho Montironi y 'Babita' Páez", hace memoria.
"Sí, el último partido fue en Pampero de Ataliva Roca. Nunca me habían expulsado, y lo que pasó ese día me dio mucha vergüenza. Nunca más jugué...", comenta (ver aparte).
Pero eran tiempos en que los muchachos, o al menos muchos de aquella época, no se quedaban con un solo deporte. Gamba también jugó sóftbol: "Había un bahiense, Juan Carlos Cano, que formó un club, Olimpo, donde jugaban Mario Chaves y el Ruso Eberhardt... y fui a Rosario al primer campeonato argentino de beisbol (deporte hermano del sóftbol) que jugó La Pampa. Estaban además Callaqueo, que era de Pico, Cachito Arza, Corsini Rincón -sí, después futbolista y DT- y Paquito Míguez".
Después, llevado por Mario Chaves, otra vez el sóftbol en Atlético Santa Rosa, junto al Flaco Bessi, Ganuzza, Horacio Escudero y el Gordo Zarelli. Y le afloran los recuerdos: "Sí, Tito Zarelli fue el inventor del carenado que usó el Ruso Schiel en su moto y con la que ganó la Vuelta de La Pampa. ¿Así que Tito Zarelli está en España? No sabía... el molde de ese carenado lo tengo yo, me lo regaló el Ruso Eberhardt, y lo guardo porque me parece que es histórico", reconoce. Aquella moto, 105 cc (poco más gruesa que una bicicleta), llegó a ser cronometrada en alrededor de los 180 km/h.

 

Las motos y una epopeya.
El Pelado no quiere dejar de traer a colación que "han pasado más de 50 años de la primera Vuelta de La Pampa en motos. Fue en 1964, y resultó algo fantástico, porque éramos unos 60 corredores de todo el país que tuvimos que hacer 720 kilómetros en tres días, y de esos unos 520 kilómetros de tierra. El promedio fue bastante alto para la época, y ganó un tal Espinosa, que vino de Cipolletti, 2º Antonio González de Riglos con una moto que le preparaba Nilo Let, 3º Abel Lana, 4º el padre de Carlitos Giavedone y 5º yo, que fui el santarroseño mejor clasificado".
¡Pasábamos guadales, lloviznaba y hacía frío. Corríamos con un vaquero (hoy jean) y camperita de cuero. La primera neutralización fue en Embajador Martini después Realicó y General Pico; de ahí a Guatraché, todo tierra; y el regreso el tercer día hasta San Martín para recién ahí en la ruta 35 tomar el asfalto hasta Santa Rosa. Llegar ya era un triunfo, porque de 60 quedamos 15 ó 20", evoca.

 

La más extensa.
Tiene una mención para los organizadores, entre ellos Coco Gómez, que supo integrar la Jazz Band Santa Rosa. "Querían hacer la prueba más larga de Latinoamérica, y el antecedente era que se había hecho en Chile una de poco más de 500 kilómetros", indica.
El Pelado -algunos, sólo los clientes más jóvenes del taller lo llaman Juan- se remonta en el tiempo y dice que "la gente en la ruta era impresionante. Parecían los grandes premios de Turismo Carretera... y siempre que había una carrera en ruta era así", precisa.
Con su Zanella 100cc también compitió en San Juan, en la doble Callingasta, en la Vuelta de Río Negro, de Regina a Viedma. "Cada vez, aunque en algunas carreras me fue muy bien, mi objetivo era llegar: corría con más espíritu de mecánico que otra cosa. Era un fracaso abandonar, y por eso iba cuidando el motor, escuchando los ruiditos... eso me gustaba, y sentir el viento en la cara".

 

Pruebas de regularidad.
Hace tiempo Gamba compite en pruebas de regularidad, ganó muchas y ha sido campeón. "Cuando empezó el Club de Coches Antiguos me integré, y acompañado de Enrique Molina, que era un capo con el cronómetro, corrí 6 ó 7 años", comenta. Hace cinco años se compró el Fiat 1.500 y vendió un auto más moderno que tenía. "El 1.500 mecánicamente está 10 puntos, y lo puedo armar y desarmar. Me divierte eso, y además te cuento que me supera la modernidad, esos autos nuevos que tenés que conectar a una computadora para arreglarlos", reflexiona.
Sus hijos varones lo siguieron en el deporte. Juan Carlos fue reconocido arquero -con un paso por inferiores de Banfield-, en All Boys, Belgrano, Banco Pampa, Sarmiento, Riglos y Doblas; pero también antes de irse a Buenos Aires por el fútbol corrió en motos con una Yamaha. El menor, Guillermo, se ha dedicado con éxito a las pruebas de regularidad.

 

Lo que viene.
Aunque su carácter tranquilo podría hacer pensar que piensa en el sosiego, en la placidez del ocio, El Pelado no se queda en eso. "No, seguido nos juntamos con Tito Rodríguez, Juan Carlos Carassay, Ricardo Frigerio, y Quelo Cepeda, en algún asado y recordamos buenos momentos. Además sigo con el taller, y vengo todos los días después de las 7 de la mañana y le pego hasta la tarde... Corro alguna vez con las motitos antiguas, y todavía tengo desafíos... tengo un sueño: correr el Gran Premio Histórico de Regularidad que hace el Automóvil Club Argentino". Son 4.000 kilómetros que, quizás, tenga la suerte de hacer junto al menor de los Gamba, Guillermo, sentado en la butaca del cronometrista.
Lo dejo al Pelado con sus recuerdos, disfrutando su trabajo -que eso le pasa-, y pensando en juntarse con los amigos. Evocando viejos tiempos detrás de una pelota, en los potreros pegados a aquella avenida Uruguay cuando era pura tierra, guadales y eucaliptos. "¿Sabés que me estaba acordando? Mi papá, que tanto trabajó, nunca se pudo comprar un auto... y yo tengo el 1.500, el taller, mis hijos, los nietos. ¿De qué me voy a quejar?", dice en el final.

 

"Me dio mucha vergüenza...".
Hay una anécdota que tuvo como impensado protagonista al Pelado Gamba. Era una tarde otoñal de los primeros años del '70, cuando Juan Alberto Gamba despuntaba el gusto por el fútbol en Pampero de Ataliva Roca. Alguna vez lo contamos: sobre el final del partido el árbitro cobró un penal a favor del equipo visitante (Deportivo Penales), precisamente porque la pelota había dado en la mano del Pelado, que no lo podía creer. La discusión fue subiendo de tono, y Gamba permanecía con el balón entre sus manos, en tanto el referí intentaba quitárselo... A la distancia aparece como un episodio muy cómico: los dos petisitos, los dos pelados, peleando como chicos por una pelota. Hasta que el árbitro consiguió sacarle el balón al Pelado Gamba y, no contento con eso, le mostró la roja. Sí, lo expulsó.
Lo que vino después quedó para la historia pueblerina. Un señor, atildado, bien vestido, caminando lento desde fuera de la cancha hacia el lugar de los hechos -el balón ya colocado para ejecutar el penal y el ejecutante y el arquero listos-, con el público expectante. Ya en el lugar el hombre habló: "Este penal, acá en Ataliva, no se patea...". El intendente Aquiles Ochoa se puso la pelota bajo el brazo, se la llevó y se terminó el partido.
Lo que vino después fue el ingreso de la gente, la corrida al referí y una paliza al hombre de negro... "Nunca más jugué al fútbol, me dio mucha vergüenza", rememora sin querer acordarse el Pelado Gamba, aunque él haya sido un actor colateral de aquel episodio inolvidable. Estoy seguro que aún hoy, sigue teniendo pudor con sólo acordarse. Estoy seguro.

 

¿Frenará ese Fiat 1.500?
"Me ven en una esquina y me dejan pasar...", se ríe El Pelado Gamba cuando hace referencia al añejo Fiat 1.500 modelo 1966 en el que, casi orgullosamente, se traslada todo el tiempo. Tenía hasta hace poco un coche moderno, pero prefirió venderlo para andar por la ciudad en el vehículo con el que después afrontará alguna competencia de autos antiguos. "Creen que porque es viejo a lo mejor no frena...", reflexiona sobre el "respeto" de autos más nuevos en algunas esquinas. No saben que el conductor hace casi 50 años es especialista, en su taller, precisamente, en arreglar frenos.

 


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