Domingo 14 de abril 2024

Una médica pampeana en Nigeria

Redacción 27/07/2014 - 03.40.hs
FERNANDO TOURN
La joven aceptó una misión humanitaria que la obligó a trabajar prácticamente de sol a sol en la atención de partos complicados en una región pobre y con una cultura muy distinta a la nuestra.
Jimena Martínez Almudévar es una santarroseña que durante dos meses realizó una campaña para la organización Médicos Sin Fronteras en un hospital de una alejada y pobre región de Nigeria, una zona de múltiples necesidades y nula atención sanitaria. Fue una experiencia que la marcó a fuego y que lejos de amedrentarla la entusiasmó para inscribirse para una nueva campaña, esta vez en algún lugar de condiciones más extremas. "Son experiencias tan fuertes que te cambian la vida y la forma de ver el mundo".
Radicada desde hace 3 años en Bariloche, Jimena es hija de la vicegobernadora Norma Durango y del gerente del Sempre, Omar Martínez Almudévar. En 1993, tras terminar sus estudios secundarios en el Colegio de la Universidad Nacional de La Pampa, se fue a Buenos Aires a estudiar medicina en la UBA, donde obtuvo su título e hizo una residencia en tocoginecología en el Hospital Alvarez, un hospital municipal en el barrio de Flores.
Fue durante una estadía en Barcelona que Jimena contacto con la organización Médicos Sin Fronteras. Allí se interesó sobre la organización pero no pudo avanzar más porque MSF exige un mínimo de dos años de experiencia antes de trabajar para ella. El año pasado la joven volvió a vincularse con la organización, se inscribió y tras los exámenes y las entrevistas de rigor, fue aceptada. Al poco tiempo empezó a recibir las primeras propuestas de trabajo.
A diferencia de otras personas su idea fue "combinar la misión con mi actividad de acá", lo que implicaba participar de proyectos de 2 ó 3 meses de duración. Por ser cortos, estos proyectos siempre apuntan a zonas con problemáticas graves, situaciones de emergencia. "Además, por ser mujer siempre me ofrecen proyectos musulmanes, porque allí las mujeres no pueden tener contacto con los hombres", comentó Jimena durante una entrevista que mantuvo con LA ARENA hace unos días, durante una visita a la ciudad. "Me ofrecieron un proyecto de emergencia obstétrica en Nigeria y como me gustaba el proyecto, el lugar, y me coincidían las fechas, acepté y en febrero de este año viajé para allá".

Contrastes.
Nigeria es un país de contrastes. Es la nación más poblada de Africa, con 170 millones de habitantes, y en su territorio conviven dos culturas: una al norte, la zona más pobre, con un fuerte perfil musulmán; al sur, un poco, pero no mucho, más desarrollada, las provincias cristianas. La distribución económica es muy inequitativa, con una pequeña fracción de la población muy adinerada, y la enorme mayoría en condiciones paupérrimas.
Jahum es un pueblito pequeño con mucha población rural en el entorno, en la zona noreste del país, a las puertas del desierto de Sahara. Una región muy pobre con una población que sigue estrictamente los ritos musulmanes. La economía es de subsistencia y está vinculada a actividades ganaderas y agrícolas. En regiones cercanas tiene presencia la agrupación extremista Boko Haram, un grupo que recurre al secuestro de niñas para financiar sus actividades.
Jimena no pudo ver mucho del país porque ni bien aterrizó en Abuja, la capital, subió a un auto que la llevó directo hasta Jahum, el pueblito donde hizo su tarea humanitaria. "Es un mundo que nosotros no tenemos habituado", contó la santarroseña. "Es una comunidad musulmana de muy bajos recursos y con cero acceso a la salud y a la educación".

 

Otro mundo.
En Jahum, su lugar de trabajo fue un hospital público que recibe pacientes de una gran zona de influencia. Médicos Sin Fronteras está a cargo de la maternidad del hospital, en el resto no interviene. El staff de la maternidad era de unas 90 personas, un número importante pero que aún así no alcanzaba para atender la enorme demanda de partos complicados que recibía cada día. "En los dos meses que estuve creo que dormí de corrido durante toda la noche solo cuatro veces", aseguró para dar una idea del ritmo de trabajo que vivió. Las cincuenta y pico noches restantes, su sueño fue interrumpido para atender un parto complicado.
De los 90 trabajadores de la maternidad, diez eran extranjeros. El resto, tanto profesionales como enfermeras y personal de logística, eran nigerianos del sur del país. No solo la demanda de atención era altísima sino que Jimena era la única mujer obstetra del lugar. "Nunca trabajé tanto en mi vida", confesó. "Me levantaba a la siete de la mañana y eran las cinco de la madrugada y seguía atendiendo, haciendo cirugía".
La enorme demanda de la maternidad es producto de lo jóvenes que se casan las mujeres, la gran cantidad de hijos que tienen y la falta de control del embarazo. Lo habitual es que los partos tienen lugar en los mismos hogares. Solo cuando se complica la familia acepta llevar la parturienta al hospital. "Lo mío era urgencia, urgencia, urgencia, siempre urgencia", enumeró Jimena, con un dejo de angustia.
Las mujeres del lugar presentan una alta presencia de eclampsia, que es la presión alta en el embarazo que genera, entre otras cosas, convulsiones en las mujeres. "En todo el mundo hay eclampsia pero ahí es muy alta. Lo normal era que las mujeres llegaban convulsionando por la presión alta y es una emergencia en la que hay que atender a la paciente y al bebé", relató.
"Las mujeres tiene muchos hijos entonces después de 5, 6, 8, 10 partos tienen úteros muy frágiles, que con el siguiente embarazo se rompen. Entonces hay que entrarlas al quirófano rápido. Presentan malnutrición y anemias; llegaba la mamá con una anemia severa y muchas veces el bebé muerto. Hay que atenderlas, hay que transfundirlas, hacer todo lo que hay que hacer. Todo muy complicado".

 

Diferencias culturales.
Las diferencias culturales son muy fuertes y están presentes en los hechos más pequeños. "Por ejemplo -señaló-, todo lo que hacíamos había que preguntárselo antes al marido antes. Muchas veces venía la paciente con una urgencia, la madre viva y el bebé vivo pero con una urgencia; yo tenía que meterla en el quirófano pero necesitábamos el consentimiento del marido. Pero el marido estaba en la casa, a 40 minutos del hospital y yo no podía hacer nada mientras tanto. Iban los parientes a buscarlo, lo traían, y cuando lo traían la madre seguía viva pero el bebé no".
Situaciones como ésta fueron cotidianas y pusieron a prueba el espíritu de la joven. "Cuando uno elige la misión sabe todo esto. La emergencia obstétrica en áreas remotas tiene mucho de esto, de ponerse fría, ponerse dura, de decir 'yo tengo que respetar la cultura de la paciente, no puedo intervenir acá".
"La mujer está en una situación muy difícil en Nigeria. Cuesta mucho aceptar estas cosas, a ellos mismos les cuesta. Algunas se terminan por aceptar. Si hay que esperar al marido, lo esperamos, no importa las consecuencias. Otras veces venían con el útero roto y aún así no querían que les liguemos las trompas. A veces necesitábamos derivar a un hospital de mayor complejidad, pero si la familia no quería que la deriváramos, no la derivábamos. La mayoría de las veces en esas situaciones las mujeres se morían ahí".

 

Un dato alentador.
Estas posturas tan extremas se explican en el hecho de que en estos lugares la mujer es muy valorada por la cantidad de hijos que tiene y por su capacidad de quedar embarazada. "Es una cultura muy distinta pero es su cultura y hay que respetarla. No tratamos de cambiar este tipo de cosas porque no es nuestra función, y porque no nos aceptarían más ahí", reflexionó Jimena. "Y a nosotros (Médicos Sin Fronteras) nos conviene seguir ahí, para estar, para trabajar, para esto, para que la mujer que viene convulsionando por la presión alta, poder ponerle la medicación y que tenga su hijo y que se vayan bien los dos a su casa". La notoria mejoría de un 50 por ciento en la mortalidad materna es la mejor prueba de que las cosas pueden mejorar aunque sea lentamente.
Jimena confesó que la primera semana lloró mucho. "Fue bastante dura. Fue una experiencia terrible pero me quiero volver a ir", aseguró. Quizá no al mismo lugar sino a otro, incluso alguno con costumbres aún más radicalizadas, de esos que, por ejemplo, no permiten que la mujer ande por la calle con la cara descubierta. "Estoy pensando en aceptar una misión en Paquistán", contó.

 

Una medicina de calidad.
Jimena destacó la seriedad con que trabaja la organización Médicos Sin Frontera, tanto en el trato con los integrantes de sus misiones como hacia la población de los lugares donde está presente. En su caso, valoró la atención permanente y la preocupación por su persona durante los dos meses que duró la campaña.
La seguridad es un tema central para MSF. En el caso de Jimena, esta preocupación fue un poco mayor por un hecho bastante particular: durante esos dos meses fue la única mujer de piel blanca en decenas de kilómetros a la redonda. Esta circunstancia no dio lugar a ninguna situación incómoda, ni dentro ni fuera del hospital.
En otros lugares ha ocurrido que agrupaciones extremistas secuestran a los participantes de esta u otra organización humanitaria para exigir dinero como rescate o hacer algún tipo de negociación con las autoridades locales.
"Yo debo decir que no viví ninguna situación de inseguridad", remarcó. "No solo no vivi ninguna situación incómoda sino que estuve protegida en forma permanente", resaltó. Prueba de ello es que cuando tenía que atender una emergencia en plena noche, quedaba en el hospital con un handy al alcance de su mano. Cada una hora debía reportarse al encargado de seguridad del grupo para comunicar que estaba todo bien. Si no lo hacía, automáticamente se ponía en marcha el protocolo de seguridad de la organización.
En lo médico, la joven valoró la fuerte preocupación por brindar "medicina de calidad" a quienes recurren a los hospitales de MSF. "Te doy un ejemplo: las drogas que teníamos en el quirófano eran de primera calidad, las mismas que podés encontrar acá en un sanatorio privado o en el Lucio Molas", aseguró. "Quizá no había dos marcas diferentes para elegir, pero la que había era una droga de primera calidad".

 

Oficina en Buenos Aires.
La organización Médicos Sin Fronteras tiene en Buenos Aires una de sus oficinas regionales principales. Es la que atiende todos los países de habla hispana del continente. El canal más apropiado para establecer un primer contacto es su página web (www.msf.org.ar). "Yo les recomiendo a todas las personas que tienen algún interés, que se contacten y no tengan miedo de preguntar", alentó Jimena.

 


' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?