Martes 16 de abril 2024

Y una noche volvió a tocar Satragno

Redacción 29/03/2015 - 04.01.hs
Mario Vega - La noche puede encerrar misterios, alborotar los duendes, avivar las fantasías, y la bohemia encontrar en ella un refugio formidable. Y a veces, también, ofrece personajes especiales, muy especiales.
"Gracias", susurró apenas Juani De Pián. El músico se acercó al oído del otro músico y le dijo simplemente eso: "Gracias...". Era resumir el agradecimiento de quienes esa noche colmaban el local tan particular del bar "La Luna".
Era una noche cualquiera del final del verano que se fue, y en una mesa de la vereda estaba Jorge tomando un cafecito. "Voy a tocar", le dijo a la pasada a Marcela Andrada, que iba por primera vez al lugar.
Después... después la noche se iba a hacer música, armonía, talento impregnando el aire de "La Luna". Ese bar que se ubica en calle Alvear 38, frente a las vías, propiedad de Pablo Jacques y Mauri Lorenzo.

"La luna cansada...".
Allí, desde hace aproximadamente dos meses se viene desarrollando el espectáculo poético-musical denominado "La Luna cansada de los árboles", que fue la "propuesta" original, pero a la que el mentor le hace un agregado y menciona como "La luna cansada de los árboles que marchan como astronautas".
Qué otra cosa que el ingenio de Mario Lóriga podría ser el autor de semejante "título" para recrear noches de bohemia, esas en las que se integran los espíritus de la música y la poesía en madrugadas largas y etéreas, que se irán diluyendo lánguidamente con la nocturnidad que también se va marchando lenta, perezosamente.
Se reedita cada miércoles, y no deja de remitir a antiguas jornadas de los '80 y '90 que tuvieron como escenarios distintos lugares nocturnos de Santa Rosa. Fue en 1981 que se realizaron las "Rondas poéticas", organizadas por el mismo Lóriga, que congregaban a un número importante de jóvenes músicos y artistas plásticos; y algo parecido pasó después con el Café del Sol, y como este suceso de hoy convocaban a escritores e intérpretes que representaban diferentes estilos, y también disímiles generaciones.

 

Aquellas noches del Bar de Sonia.
Allí nomás nos surge también, inevitablemente, el recuerdo del Bar de Sonia. Fue otro ícono de la noche santarroseña. Se abría durante el día para trabajar con los funcionarios y empleados del Poder Judicial -enfrente estaba el Palacio de Justicia-, y de los bancos de la zona. Pero algo pasó y la gente empezó a ir por las noches, en un cambio casi mágico y difícil de entender. Y fueron 8 años gloriosos, memorables... se empezó a llenar de concurrentes, de amigos, entre los que estaban Lalo Errecarte, Humberto Valdivia, Daniel Colombato -infaltable-, Tucky Montano, El Negro Arenas, Pelusa y Chiquito Díaz, Foreto... y después sí, Sonia se animó a todo: Botafogo, Dalmiro Sáenz, Bustriazo Ortiz, y Olga Orozco, la madrina del local. Fue un café cultural por el que desfilaban cientos de personas.
Pero la noche desgasta, cansa, y un día, sin avisarle a nadie, El Café de Sonia cerró sus puertas. Y no las volvió a abrir. Muchos santarroseños quedaron huérfanos de aquellas noches de bohemia.

 

Lóriga, y todos los demás.
El tiempo pasó y se extrañaba ese ambiente, por más que hubo algunos que otros intentos por recrearlo.
Ahora el creador de estas jornadas poéticas es un grupo referenciado o motorizado por Mario Lóriga, integrante de esa troupe que llenara de metáforas, alegorías y métrica aquellas otras noches.
En las primeras jornadas pasaron por allí, aparte de Mario Lóriga, Adriana Maggio, Dora Battistón entre los viejos poetas; y vates más jóvenes como Diana Acebo, Carlos Francingues, Sergio De Matteo y Nacho Ochoa, entre otros. También músicos como Juan Ignacio de Pian, Mario Cejas, Sol Donati, Alberto Acosta y su trío, Norberto Vílchez y Martín Mansilla...y por supuesto, también, Camilo Camiletti. Este con su teclado es el encargado de acompañar a casi todos los poetas con diversas melodías en todas las noches.
"Hace rato venimos en esto y porque se 'estamo viniendo jovies', insistimos con la poesía en vivo, con un micrófono y amigos que funcionan como compinches de recitales. Hora y algo, de poemas, música y encuentro de dinosaurios", invita Mario por facebook
En ese contexto volvió a tocar en público Jorge Satragno, precisamente acompañado de Camilo Camilletti. La primera noche que actuó, tímidamente trajo su flauta dulce -un instrumento bastante difícil para acomodarse a una noche de pub-, e hizo un mini recital junto con Camilo con música de alto nivel.

 

¿Y Jorge Satragno?
¿Cómo es que volvió?, preguntó un curioso. Y Lóriga fue exacto y descarnado para decir cómo fue que se lo dijo, indubitablemente: "¡Ché, pelotudo!, tenés que venir a tocar.... Es el mejor músico de La Pampa, y no podía ser que no hiciera nada. Así que vino, y está bien, así tiene que ser", agregó seguro.
El Enano lo habrá mirado fijo un momento, habrá farfullado algo por lo bajo en ese idioma personal que tiene para hablar consigo mismo y habrá dudado, pero la voz imperiosa no le dejaba margen: "Bueno... bueno", alcanzó a musitar Jorge como respuesta. Fue una primera vez con la flauta dulce, hizo tres temas, una tocata con Camilo Camiletti, y cautivó a todos.
También el miércoles pasado volvió Jorge Eduardo Satragno al bar frente a las vías, pero esta vez con su flauta traversa, el instrumento con que desandó sus últimas incursiones en la música, también y otra vez acompañado por Camilo Camilletti. Y al cabo habría de recibir los aplausos de los viejos conocidos, pero también de muchos jóvenes que no lo conocían ni habían oído hablar de él. Eran ellos los que se preguntaban quién era... El hombre, apoyado en un banco, ensimismado, ejecutaba su instrumento y poco a poco el aire se llenaba de melodías. Jorge Satragno estaba de vuelta.

 

El alma del artista.
Hace cuatro años, o poco más, escribía aquí mismo contando de Jorge Satragno y su realidad. "Sueña y vibra el alma del artista" titulaba la nota que, más o menos, empezaba así: "Dicen que fue -¿lo es aún?- un intérprete extraordinario, un virtuoso. Pero algo pasó y todo cambió en su vida. Algunas noches se lo puede ver en el Teatro Español, abismado ante un buen show musical. Un par de lágrimas ruedan lentamente por sus mejillas. Los codos apoyados en el borde de un palco, ambas manos apretando su barbilla, el hombre mira como embelesado y llora. Sí, llora... Lo han visto en una silla de esa platea del teatro, la vista fija en el tablado, la mirada iluminada por un instante, y de pronto el sentimiento aflorando desde el fondo de su alma. Lo han visto congelado ante un acorde, absorto con una melodía en donde estalla el talento y la belleza. Quizás recordando que ese escenario fue testigo de sus mejores momentos. Otras veces lo han visto errante, caminando a paso largo las calles de la ciudad, los ojos perdidos, como mirando sin ver, mascullando algunas palabras por lo bajo".
Eso era hace cuatro años, o un poco más, ¿y ahora?

 

Ahora, en el Bar "La Luna".
Hacía poco había tocado por primera vez en el Bar "La Luna", y fue conmovedor, al punto que muchos que lo conocían lo aplaudieron con ganas y lo abrazaron al final. Incluso, tal vez y como símbolo de ese reconocimiento, el abrazo de Juani de Pián resumido en un "gracias" fue lo que más emocionó de ese momento.
Ahora, por qué no, esperamos más de Jorge, que quizás consiga volver a lucir su magia en "La Luna", entre poetas malditos, poetas amorosos, y las evocaciones del Bardino, Olga Orozco, Bustriazo y la música de diversos géneros.
Jorge parece estar mejor cuando ejecuta, quizás porque la música es su bálsamo, tal vez la balsa que lo mantiene atado a este mundo, y al afecto de los amigos, tan necesario a las almas sensibles.

 

Un lento camino.
Se lo ha podido ver deambulando por las noches, vagando las calles, quizás buscando aquellas noches de bohemia.
Jorge Satragno comenzó tocando el trombón a pistón en la Banda provincial, y participó en sesiones de jazz, dando sus primeros pasos en el género. Con el tiempo, llegó a sus manos una vieja flauta traversa de madera y se sintió atrapado por el instrumento con el cual, ya alejado de la Banda, realizó sus primeras incursiones acompañando a distintos grupos, sobre todo de jazz y rock.
Más tarde, no sin esfuerzo, adquirió una flauta traversa nueva, de metal, y junto a Camilo Camilletti conformaron un recordado dúo que interpretaba música clásica y tuvo varias actuaciones en el Aula Magna y el Teatro Español, a las que asistía buena cantidad de público.
Tras disolverse el dúo, Satragno se hizo de un flamante saxofón tenor y junto a Tachi Gaich en teclados y Rubén "Chispa" López en batería, formaron el recordado grupo "Quetral", con el que abordaron composiciones folklóricas con proyección jazzística.
Sería uno de los pocos músicos pampeanos que pudo viajar a los Estados Unidos y asistir al prestigioso Belklee College of Music, de la ciudad de Boston, la mejor universidad de jazz del mundo. En algún momento algo sucedió, algo dejó de ser como era y Jorge, el tipo locuaz, parlachín, alegre, pasó a ser un personaje mustio, de pocas palabras. Podría decirse se refugió en su propio y recóndito mundo.
Hoy, por suerte, convocado por Mario Lóriga y un grupo de bohemios parece estar en el camino del regreso. Tal vez era lo que estaba necesitando, y ojalá que así sea.

 


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