Viernes 19 de abril 2024

A 38 años, el dolor de una madre

Redaccion 02/04/2020 - 05.47.hs

«Pongo la bandera para honrar a mi hijo… Lo hago todos los años». En el frente de su domicilio de Pío XII 1476, doña Carmen lleva adelante la ceremonia que -esta vez- será el único acto en el que podrá homenajear a su hijo Osvaldo Francisco Martínez. La pandemia mundial lleva a que este 2 de abril sea distinto, diferente a todos los anteriores que transcurrieron en estos 38 años de ausencia. No habrá grandes ceremonias, y todos los recuerdos -aunque los héroes de Malvinas permanecerán para siempre en la memoria colectiva- se tornarán más íntimos.
Osvaldo tendría hoy 62 años. Doña Carmen, su mamá, ha cumplido 81, vive sola y tiene bien presente cada rasgo, cada gesto de su hijo que fue uno de los que perdieron su vida en el ataque al crucero ARA General Belgrano, un mes después de iniciada la Guerra del Atlántico Sur.

 

«Ahora sí, puedo hablar».
«Estoy sola en esta casa porque Francisco, mi esposo, falleció hace 12 años… Pero en otra casa aquí vive mi otro hijo, Roberto Jesús (54), mi nietos Jessica Paola y Gustavo, y mi bisnieta Anastasia (3), que es una muñeca», se regocija por un instante.
En tanto, en San Luis reside quien fuera la esposa de Osvaldo, Cristina Aguilera, la mamá de Roberto Cristian (38), y también su bisnieto Rodrigo (16).
El cabello blanco, la mirada serena, doña Carmen tiene ánimo -ahora sí- para contar lo que fue aquel suplicio. «Sí… han pasado muchos años y ahora sí puedo hablar, y contar», explica.

 

Osvaldo era enfermero.
El 2 de abril de 1982, precisamente cuando se iniciaba la Guerra, Carmen estaba en Punta Alta. «Había ido a conocer a mi nietito (Roberto Cristian), que nació el 29 de marzo… y estando allá me enteré lo que estaba pasando… Lo que extrañaba era que en todas partes del país las multitudes llenaban las plazas, pero allá en Bahía Blanca, por ejemplo, la gente abarrotaba las iglesias para rezar… Presentían que no todo sería tan fácil», deduce ahora.
Y sigue contando: «Mi hijo era cabo primero, y llevaba algunos años en la Marina… Allí se conocieron con Cristina, que como él era enfermera, y se casaron. Osvaldo resultó ser el primer enfermero muerto en combate», señala.

 

A alta mar, sin conocer el destino.
Carmen había llegado hasta Punta Alta a conocer a su nietito recién nacido… «En esos días el ARA General Belgrano salió dos o tres veces y regresó… hasta que al final zarpó sin que se supiera dónde iban… En los momentitos que regresaba, Osvaldo se las arreglaba para ir a ver a su hijito… Fueron dos semanas que lo disfrutó. Y nada más», se pone seria.
Con su esposo tenían un comercio, por lo que él se quedó en San Rafael. «Llegué a Punta Alta a las 7 de la mañana del 2 de abril, y ahí me enteré del desembarco en Malvinas…».

 

El hundimiento del Crucero.
«Fue todo muy tremendo… se imaginan», dice, y piensa. «¿Cómo me enteré lo del hundimiento del Belgrano…. no sé, parecía que Dios no quería que supiéramos. Teníamos una finca en San Rafael, y en un momento se cortó la luz…». Y continúa: «Entonces le pedí a mi esposo que fuera a una finca del lugar donde los vecinos tenían una radio a pilas… le dije que se las pidiera prestada para saber qué estaba pasando».
Era la tarde del 2 de mayo de 1982. «Cuando mi esposo volvió vi que daba vuelta por atrás de la casa, y me extrañó porque era como que quería evitarme. Fui hacia él y le pregunté qué estaba pasando… ‘Le dieron al crucero’, me contestó», completa. Y fue conmocionante. No podía ser de otra manera.

 

Esperando noticias.
Y es bien difícil ponerse en la piel de padres que saben que un hijo está en un barco que ha sido atacado y se está hundiendo… «Fue un golpe tremendo… no sabíamos qué hacer. Fui a la radio, a la televisión, al regimiento… para ver si alguien nos daba alguna información. Pero nada… Son momentos de incertidumbre que no se pueden explicar», agrega.
Había que esperar noticias, y la familia Martínez buscó denodadamente. «Mi esposo viajó a Bahía, y le decían fíjese en las listas… y Osvaldo no estaba entre los sobrevivientes. Hasta que un día nos llaman y nos dicen que está en el puerto… y fue más doloroso aún conocer que no era nuestro Osvaldo, sino otro de Santa Fe con el mismo nombre…».

 

Después de la Guerra.
Un día la Guerra terminó, y hubo que seguir. Y no era fácil. «Mi nuera tenía nada más que 18 años, viuda y con un bebé recién nacido. Después que pasó todo, ella y mi nieto vivieron cinco años con nosotros… hasta que Cristina pudo armar una nueva familia y se afincó en San Luis. Nos vemos muy seguido, y viene con todos los suyos a visitarme», revela.
En Santa Rosa estaba el hijo menor, Roberto Jesús (54) -tiene un taller mecánico- y los nietos, y decidieron venirse con su esposo. Hace 12 años falleció Francisco y ella quedó sola en la casa.

 

En los actos, en silencio.
Branco Maidana -hijo de un ex combatiente, y uno de los que trabaja firmemente para «malvinizar», como dice- descubrió un día que en todos los actos estaba presente una señora que no conocían. «No participaba, pero iba y estaba siempre… hasta que le preguntamos y nos contó su historia, y ahora por suerte la tenemos siempre con nosotros», destaca.
Y es Carmen la que cuenta: «Sí… iba siempre, pero nadie me preguntaba y yo tampoco decía nada… pero iba porque era una manera de honrar a mi hijo, ya que no tengo una tumba donde ir a recordarlo. Y no falto jamás… ¿Quieren creer que este año iba a ir a Punta Alta, y se dio esta circunstancia de la pandemia», se lamenta la mujer.

 

El destino…
Y recuerda con detalles a Osvaldo… «Era un chico maravilloso… el papá trabajaba en la finca y él un día nos dijo qué nos parecía si se quedaba en la Marina. Había estado en la Escuela de Mecánica de la Armada, ya era enfermero y fue a trabajar en el Hospital Naval de Punta Alta. Le gustaba navegar y quiso ir al crucero… así fue que le cambió el destino a otro chico, Omar Anzoátegui, que hoy vive en Ushuaia, y pasó lo que pasó…», rememora. «Hasta hoy en día Omar hizo una amistad con nosotros y ha venido a visitarnos», sonríe con indulgencia Carmen.

 

Honrando a Osvaldo.
Pasó mucho sufrimiento, mucha angustia. «Sí, tal cual, y llegué a enojarme hasta con Dios… No sé quién tuvo la culpa, pero sí sé que el Ejército Argentino no merecía una persona como (Leopoldo Fortunato) Galtieri, y los comandantes que lo acompañaron», completa.
Hoy, el frente de su casa, como cada año en esta fecha, aparecerá embanderado… «Es la forma que tengo de honrar a mi hijo…».
¿Qué más decir?

 

Reconocimiento desde las redes
«Generación Malvinas» propone recordar la gesta del 2 de abril con una serie de actividades para realizar desde cada hogar. Señalan sus integrantes que debido a que se suspendió el acto los «Hijos de Héroes de Malvinas» de La Pampa decidieron hacer un reconocimiento a través de las redes sociales.
Se informó que durante todo el día de hoy se subirá información sobre Malvinas, documentales, historias e imágenes a la página de la Agrupación. Se solicita que desde la casa los vecinos «compartan videos o imágenes dedicándole unas palabras a nuestros héroes» en el hashtag #Malvinasentucasa».

 

“Sabía que no volvería a verlo”
Osvaldo no podía imaginar jamás que su gusto por navegar iba a culminar de una manera trágica, con el hundimiento del ARA General Belgrano.
Apenas algunos días antes había pedido a un compañero cambiar el destino. Él cumplía funciones en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, y no quería quedarse en tierra, por lo que le pidió a un amigo hacer el enroque: “Vos te quedás en el Hospital y yo me embarco…”, le dijo palabras más, palabras menos.
Después sobrevendría el ataque artero, el drama, la tragedia, y el crucero que se va a pique y se lleva la vida de 323 tripulantes. Entre ellos Osvaldo…
“Cuando me despedí de él sabía que no volvería a verlo… Estaba seguro de eso”, expresó Carmen al recordar aquel momento.
La guerra se desencadenó un día como hoy de 1982, pero había comenzado a gestarse antes, con un plan perverso para quedarse en el poder pergeñado por la Junta Militar que encabezaba Leopoldo Fortunato Galtieri, a quien acompañaban Carlos Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo.

 

“Operación Rosario”.
El plan sobre las Islas Malvinas recibió un nombre clave: “Operación Azul”; pero la primera fase, la del desembarco e inmediata toma de posesión militar de las islas se denominó “Operación Rosario”. Presuntamente porque cuando la Primera Invasión Inglesa, Santiago de Liniers prometió que si se reconquistaba Buenos Aires, ofrendaría las banderas tomadas a Nuestra Señora del Rosario.

 

Sin conocer dónde iban.
El domingo 28 de marzo de 1982, los soldados argentinos embarcaron en Puerto Belgrano y la flota (compuesta por destructores, corbetas, el portaaviones Ara 25 de Mayo, el submarino ARA Santa Fe y hasta el rompehielos Almirante Irízar, que transportó hombres, vehículos y helicópteros) tomó rumbo sur, pero sin informar el destino.
Ni Osvaldo Francisco Martínez, ni ninguno de sus compañeros iban a saber cuál era el destino. Por lo menos hasta el 1 de abril a las 11.30, cuando se les anunció cuál era la misión por los altoparlantes de las embarcaciones. Comenzaba la cuenta regresiva.

 

El desembarco.
Esa noche iba a empezar la “Operación Rosario”. A eso de las 9 de la noche botes neumáticos transportaron unos cien hombres a la costa; y una vez todos en la playa, exactamente a las 0.30 de un día como hoy, pero hace 38 años, las tropas argentinas empezaron de manera terrestre la marcha hacia la base de los marines británicos, que había sido abandonada poco antes…
Comenzaba una guerra absurda.

 

“Lo sabía”.
Pocos días después –exactamente el 2 de mayo de 1982–, un submarino nuclear británico iba a hundir el ARA General Belgrano. Se llevó la vida de más de tres centenares de jóvenes, y provocó la desazón y el dolor de todo un país… “Lo sabía… lo sabía. Cuando lo despedí intuí que no lo iba a volver a ver nunca más”, recuerda ahora doña Carmen.

 

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