Miércoles 24 de abril 2024

Cartas a Malvinas

Redacción 08/09/2019 - 00.31.hs

Como muchos argentinos, mandó una carta al "soldado desconocido". Un marino le contestó y labraron una amistad. Días atrás se enteró de su muerte en una radio y decidió donar la misiva al Museo. Es una historia que revela los sentimientos que despertó Malvinas.
RICARDO PHAGOUAPÉ
Días atrás, una amiga, Marisa Mota, quien es obstetra en el Lucio Molas, subió a las redes una historia personal que se entrecruza con la de la Guerra de Malvinas. En 1982, ella, como muchos argentinos, mandó una carta de aliento y contención al "soldado desconocido". De allí derivó correspondencia con un marino, el cabo segundo Ramón Osvaldo Rallo, quien entonces estaba apostado en las islas. Esa misiva la guardó en forma reverencial. Tras el conflicto se conocieron y surgió una amistad, que los caminos de la vida se encargaron de desencontrar. Esta historia es una pequeña ventana que permite observar una fracción del drama que representó y representa el conflicto para nuestro país.
Ella, hace algún tiempo, sintió la necesidad de saber de él y, con la ayuda de su familia, inició una infructuosa búsqueda. El jueves, en un programa de radio municipal, "Malvinas, un sentimiento pampeano", le iban a cumplir un sueño: reencontrarse, aunque sea telefónicamente, con él. Pero en vez de ese esperado momento recibió la triste noticia que su amigo, "su soldado de Malvinas", había fallecido en 2014.
Ese impacto emocional disparó una historia que solo la familia sabía. "Fue muy triste, muy difícil. Es cerrar una historia muy personal, pero es abrir mi carta para la historia argentina. Es parte de la historia de nuestro país, el único momento en que todos los argentinos nos unimos bajo la misma bandera y con sentimiento patriótico, ése que parece que no tuvimos ni tenemos más", expresó en las redes sociales.
La guerra de Malvinas conmovió como pocas veces a nuestro país. Todos, de una u otra manera, aún estando en total desacuerdo con las decisiones políticas, nos vimos involucrados como Marisa. En el mismo contexto hubo gente que hizo donaciones, otros recolectaron alimentos, hubo quienes tejieron abrigos y bufandas. Y algunos no dormíamos pegados a la radio, aunque luego resultó solo propaganda. Era nuestra forma de acompañar a esos chicos que nunca debieron estar ahí, pero que estaban.

 

La carta, la historia.
Cuando le pregunté a Marisa si podía contar la historia, ella aceptó enseguida. Luego, charlando, me contó de esa relación de amistad, y de su tremendo dolor. De lo que hará con esa misiva, que hace 37 años guarda "como un tesoro".
"Siento que esta carta ya no me pertenece, la donaré en homenaje a vos Osvaldo Rallo, y a todos los ex combatientes de Malvinas, al museo de mi provincia, La Pampa. Creo que le pertenece a la historia, a nuestra historia", afirmó.
Marisa hizo un maravilloso relato que le antepone sentimientos a ese cruento conflicto. Corría el año 1982 y Marisa estaba estudiando en La Plata. Vivía en Berisso. Compañeras y amigas tenían novios, hermanos y amigos en las islas y el tema era prioritario. "En la facultad una compañera difundió la dirección a donde escribir: 'Soldado clase 62, Islas Malvinas Argentinas'. Y yo mandé una", reveló.
"El me la contestó el 22 de mayo. Recuerdo que me pidió que continuara escribiendo, así fue que le envié otra carta con una foto que me pedía, pero poco después terminó la guerra, y nunca le llegó. Yo tenía 20 años, él 22, era cabo segundo", rememoró.
"Osvaldo me contó que en el momento de la ranchada traían las cartas y agarraban las que querían. El sacó solo una y era la mía, y la contestó. Yo le conté que era de Macachín, La Pampa, y él que era mendocino. Me dijo que tenía un amigo en Bernasconi, Mario Bergondi, también ex combatiente".

 

El regreso.
Marisa contó que tras el fin de la guerra, ella quería saber sobre su "soldado desconocido" e inició una búsqueda. "Averigüé -en la Armada- y supe que volvió, ahí -en el Liceo Almirante Brown- dejé mis datos. El vino adonde yo vivía un día que no estaba; pero me dejó información de días y horarios en que lo podía llamar", relató.
"Lo llamé y nos encontramos en la estación de tren de La Plata. Nos dijimos como íbamos a ir vestidos y finalmente nos conocimos personalmente. Aquella vez me regaló una moneda de Malvinas, que no sé cómo perdí. También una bufanda, que siempre en mi familia fue 'la bufanda del chico de Malvinas', y que conservo. Y yo le regalé la medallita de nacimiento, regalo de tía María, madrina mía y de papá, todo muy romántico", amplió.
"Solo nos vimos dos veces más. Una vez, en que vino a la casa donde vivía en Berisso, y otra en que nos vimos un día antes de que yo volviera a La Pampa tras rendir mi última materia, fue en noviembre de 1982. Luego él se embarcó en el ARA Bahía Paraíso y por algún tiempo nos escribimos, después perdí el contacto. Eran otros tiempos, sin tecnología", se lamentó.
"¿Si estoy triste? Si, lo estoy. Es cerrar una historia muy personal. Sinceramente me hubiera encantado volver a saber de él, a verlo y poder charlar, pero el destino no lo permitió. Solo me resta, en medio de muchos sentimientos y emoción, decirte ¡Gracias soldado de mi patria: Osvaldo Rallo!", concluyó.

 

"Orgulloso de estar acá"
Marisa Mota puso en mis manos un instrumento único: la carta que le envió el cabo segundo de la Armada Argentina, Raúl Osvaldo Rallo. Allí, en medio del tronar de la guerra, el marino leyó una carta con corazón pampeano, y en la respuesta abrió el suyo dejando plasmado, para la historia, lo que sentía un joven de solo 22 años, en momentos en que estaba en plenitud esa desafortunada contienda bélica.
Rallo fue uno de los primeros en desembarcar en Malvinas. Era de la sección marinería que se acantonó en el Apostadero Naval. Desde allí llevaron adelante una titánica tarea de logística. En 2018 el Congreso de la Nación reconoció, aunque tardíamente, esta gestión.
¿Saben en qué momento la escribió? Lo hizo el 22 de mayo de 1982 en su lugar de lucha, una fría y húmeda trinchera de piedra y turba construida por los ingleses allá en la Segunda Guerra Mundial; cercana al Apostadero Naval Puerto Argentino, la temperatura media era de entre 1 y 7 grados, el viento corría a 20 kilómetros y el cielo estaba despejado.
Eran días muy difíciles para ellos. Días atrás sólo con fusiles y una ametralladora Mag habían repelido un intento de desembarco de comandos ingleses en la península Camber, una formación elevada que defendía la entrada al puerto.
En esas horas, de leer la carta de Marisa y redactar la respuesta, Osvaldo se había enterado que el día anterior 5 mil soldados británicos habían logrado desembarcar en San Carlos, a pesar de que la aviación argentina había hundido varios barcos, y avanzaban para reconquistar las islas, en especial a Puerto Argentino donde él estaba acantonado.
Era el momento de mayor tensión en las islas. Pura presión, pura incertidumbre, pero el joven soldado tenía "muy alto el espíritu", como se dice en la jerga castrense. "Decíle a tus compañeros y amigos que no teman, que las Malvinas fueron, son y seguirán siendo argentinas mientras un soldado de la patria resida en ellas. Como argentino estoy orgulloso de estar acá representando a nuestro país para defender nuestra soberanía, y vamos a luchar por estas islas que siempre nos correspondieron", plasmó en la misiva que pronto estará en el museo.

 

Estampita de regalo
Esa carta, que inició una amistad que hoy duele, tuvo como intención brindar apoyo a esos soldados argentinos en nuestras Malvinas. Marisa, además de las palabras de aliento, incluyó el poema "Piú Avanti", de Almafuerte, que expresa: "No te des por vencido, ni aun vencido, no te sientas esclavo, ni aún esclavo; trémulo de pavor, piénsate bravo, y arremete feroz, ya mal herido".
Por su parte Rallo, en su respuesta, le envió de regalo una estampita, uno de los pocos bienes que poseía. El marino explicó su gesto posdateando la carta. "Encontré en un lugar de mi bolsa una estampita. Es para que me tengas presente. Esta es la estampita que llevará por buen camino nuestra amistad", escribió.
Es una imagen religiosa que Marisa conservará de por vida. "Voy a donar la carta porque representa lo que sentían los soldados, y lo que sentía el pueblo argentino en ese momento tan grave de nuestra historia, pero conservaré la estampita de la Virgen de la Guarda porque, como él me dijo, custodiará por siempre nuestra amistad", expresó.

 

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