VIajó y reencontró a su familia tras 41 años
Martes 13 de febrero 2024

VIajó y reencontró a su familia tras 41 años

Redacción 15/12/2017 - 01.05.hs

Dos cosas estuvo pensando José Manuel Quilodrán la semana pasada. Pensó en los achaques de su corazón y se asustó. Un viaje largo en colectivo y cualquier emoción fuerte, podían jugarle una mala pasada a mitad de camino. Después pensó en el río Claro, ese cristalino que bordea la ciudad de Yumbel, en donde alguna vez mojó los pies. El solo recuerdo del agua le quitó el miedo. Fue entonces cuando le dijo a sus médicos que sí, que si le daban permiso estaba listo para regresar a Chile.
Quilodrán (67), el vecino chileno de Villa Santillán que reencontró a su familia tras 41 años, cruzó la cordillera el martes pasado y ya se encuentra en su ciudad natal junto a sus hermanas y sobrinos. Fue gracias a los integrantes del Centro de Salud del barrio que pudo encarar semejante aventura. Los empleados de la posta no solo le pagaron el pasaje sino que también lo prepararon como a un niño. Como no sabe leer ni escribir, en distintos sobres, le organizaron todo: los pasajes de ida y de vuelta, el dinero para los gastos diarios, la medicación que debe tomar obligatoriamente.

 

Un amigo esquilador.
El viaje comenzó con un golpe de suerte. Mientras los trabajadores del Centro de Salud lo despedían en la terminal de Santa Rosa y le daban todas las indicaciones de rigor, un hombre se acercó. "Si ustedes quieren que le lea los carteles y lo suba al colectivo yo puedo hacerlo, ningún problema", les dijo. El buen hombre se llamaba Marcelo, dijo que trabajaba como esquilador y cumplió con su promesa: llevó al chileno hasta la terminal de Mendoza, adonde hizo un trasbordo con destino a Santiago. En la capital trasandina lo esperaban sus familiares para llevarlo a Yumbel.
"Siempre pasa algo que acompaña las cosas cuando se tienen que dar. Haber encontrado al esquilador nos dio tranquilidad", dijo a LA ARENA Liliana Eijo, trabajadora social de Viila Santillán y responsable de haber encontrado a la familia de Quilodrán.

 

Sin dormir.
Doce horas de más pasó Quilodrán a bordo del colectivo que lo dejaría en Santiago. Debía llegar a las 11.30 pero el ómnibus arribó a la capital pasadas las 23. Apenas vio a una de sus hermanas no pudo contener la emoción y lloró. Ella también lloró y después ambos se miraron de frente como viéndose en un espejo. Se reconocieron iguales y se trenzaron en una larga conversación que duró casi hasta el otro día.
"No quería dormir me dijeron sus hermanas, no le podían hacer entender que tenía que dormir. Son una familia re afectiva y están todos re contentos de que Manuel haya vuelto. Va a pasar las fiestas allá y seguramente irá a una fiesta patronal de la que tenía buenos recuerdos. Después no sé que pasará, seguramente que vuelve a La Pampa", agregó Eijo.
"Si vuelve tiene que estar cuidado, probablemente en un hogar de ancianos. Lo importante ahora es que él pueda disfrutar de esta felicidad", cerró.

 

La historia.
El primero de julio de 1974, Quilodrán abandonó su casa de Yumbel con 22 años y una mochila cargada de rencor. Enojado con sus padres, había juntado el coraje suficiente para alejarse del pueblo con la promesa de no regresar nunca. Un año después de haber cruzado la Argentina, llegó a La Pampa. Para entonces ya había cosechado peras en Allen, manzanas en Cipolletti y tomates en Villa Regina. El paso por el valle de Río Negro fue bueno porque tuvo trabajo, pero malo porque perdió contacto con dos tíos, la única parte de su familia que lo había acompañado en la aventura del cruce.
Por no saber leer ni escribir, hizo trabajo físico toda su vida. Hachó leña en el monte, fue peón de estancia y tractorista. Se fue a cosechar naranjas en Entre Ríos y conoció pueblos y ciudades del litoral argentino. Estuvo tres años deambulando por el país sin documentos hasta que en algún momento, no se sabe porqué, volvió a La Pampa y ya no se movió más.
Fumó durante varios años varias etiquetas por día y se perdió en el alcohol. En sus peores momentos llegó tomar el guarilaque, alcohol fino rebajado con un poco de agua. Nunca se casó, no tuvo hijos, ni trabajos duraderos por más de una década.

 

El reencuentro.
En octubre pasado, el chileno cayó en cama por complicaciones del corazón y tuvieron que internarlo de urgencia. Allí es cuando Liliana Eijo comenzó a reconstruir la vida del "chileno Manuel" ese hombre ceceoso y simpático que hacía 15 años que rondaba por la posta. Nunca antes nadie había indagado en la vida familiar. En el hospital, después de varias entrevistas, el chileno contó todo. Días después, gracias a la magia de las redes, apareció Pabla, la única hermana de la que guardaba recuerdos. Sorprendida, la mujer confesó que lo habían dado por muerto.

 

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