Jueves 18 de abril 2024

"El Brujo", ex boxeador y "buen tipo"

Redacción 25/08/2019 - 00.03.hs

Hay deportistas que brillaron, aunque el paso del tiempo lentamente les va echando un manto de olvido. Tal vez la creación del museo del deporte pampeano podría lograr que se haga justicia con ellos.
MARIO VEGA
"Por la 9 de Julio me voy al Fortín Roca/ las glorias del pasado/ en el alma me tocan/ Golepa, Campanino y el Indio Paladino/ desde el cielo mirando...". La música en tono de vals acompaña la letra que escribió el Víctor Hugo Godoy para la Santa Rosa de ayer, y no hace más que resumir magistralmente una época fantástica e inolvidable...
Hace un par de semanas tuve la oportunidad de volver al ahora Fortín (ya no es más Fortín Roca como lo menciona el integrante de Los Cuatro de Córdoba en su canción), y de alguna manera ese festival boxístico que esa noche me tocó ver y comentar para Canal 3 junto al conocido periodista porteño Osvaldo Príncipi (se enfrentaban en el combate central dos de los jóvenes más prometedores del pugilismo de estos tiempos), me retrotrajo a otras noches, y a otras sensaciones...

 

Hubo un tiempo que fue hermoso.
Ha sido habitual que en muchas programaciones a las que me tocó asistir últimamente -para transmitir por el canal estatal- me he ido al final con una cierta impresión de frustración, como que no alcanzó a conformarme lo que había visto. Seguramente porque lo relacioné con otros períodos memorables del boxeo lugareño.
Porque quedaron redivivas en mi mente las postales de aquellas noches inolvidables de Fortín, cuando brillaban "El Zorro" Campanino, "Golepa" Cabral, "El Indio" Paladino, Walter Gómez, Hugo Marinangelis... y tantos otros. Podría mencionar a cantidad de muchísimos buenos boxeadores de esos tiempos.
Los que tenemos algunos años y gustamos del boxeo no podemos olvidar aquellas noches imborrables con el Fortín de "bote a bote"... cuando daba la impresión que los señores y señoras del ring side -los que se ubicaban más cerquita del cuadrilátero-, participaban como espectadores de lo que no sólo era una justa deportiva sino, además, una reunión social... si hasta las damas se ataviaban especialmente para semejante acontecimiento.

 

Y la multitud prieta y rumorosa.
Me parece verlo: allá, detrás de las vallas, ese otro público fiel que se las arreglaba para juntar el manguito y decir presente aunque costara -pero que concurría igual así fuera de una manera más modesta (y algo alejada del ring, es verdad)- aunque tuviera que ver el espectáculo "de parado". Y además, allá arriba, en la parte norte del estadio, esa tribuna de madera repleta, en la que no cabía un alfiler... esa hinchada que siempre daba la nota con cánticos de aliento para nuestros boxeadores, cuando no con la salida oportuna del algún vago: "Usted reciba y salga..." (en vez de "pegue y salga") le gritarían a alguno que cobraba demás en el toma y daca; o el típico "Carassay... estás mintiendo!", dirigido al relator de LU33 que se desgañitaba transmitiendo y que en los momentos de silencio que se producían cuando la expectativa era muy grande, se escuchaba claramente desde cualquier rincón del amplio estadio.

 

Otra muy buena camada.
Posteriormente a aquellos que marcaron una época inolvidable -¿e irrepetible?-, enseguida, aparecerían otros muy buenos boxeadores que de alguna manera le dieron continuidad al prestigioso boxeo pampeano, que también se lucía cada tanto llevando a algunos de sus protagonistas al famoso Luna Park de la ciudad de Buenos Aires...
Y entre esos estaban "el Hugo" Marinangelis, "Tachuela" Gadea, el Turquito Mussa, Justino y Ángel Heredia, y el "Brujo" Cabral... Sí, Juan Roberto "Brujo" Cabral, el hermano de "Golepa", que también demostraría notables condiciones y habría de concretar una gran campaña en el boxeo.

 

El barrio y el piberío.
"Brujo" era un pibe que vivía con su familia pegado al gimnasio fortinero, frente mismo al Prado Español, y a metros también del "famoso" Club El Oeste, que se ubicaba en la esquina de Sarmiento y Cervantes. Un barrio con enorme cantidad de muchachitos para los que la pelota era el juguete más preciado... por eso fue un sector de futbolistas aunque -curiosamente- la mayoría eligió jugar en General Belgrano, que les quedaba en la otra punta de la ciudad... El Negro Vicente Cejas, Carlos Fortuna, Floro Domínguez, Tono Orueta, los hermanos Carlucche, los Maldonado, los Michelli, los Gómez... y muchos más.
La idea era charlar un rato con el "Brujo", jubilado desde hace un tiempo como portero en la Escuela 143, para recordar viejos tiempos, y conocer cómo está. Porque se sabe que anduvo con algunos problemas de salud, primero por una mala praxis que le afectó la movilidad -después de una operación de cadera-, y además tuvo algunas otras complicaciones...

 

Bailando con la escoba.
"Venite por casa...", aceptó de inmediato después del contacto telefónico. Y allí fuimos con Milton Fernández, el fotógrafo... eran las 11 de la mañana y mi compañero al asomarse quedó sorprendido: una mujer "transportada" -como en otro mundo- bailaba alegremente un pasodoble... sólo que lo hacía agarrada de la escoba como si fuera su compañero de baile...
María del Carmen al advertirlo soltó la escoba y no pudo impedir reírse... "y bueno... me gusta bailar, y estaba tan bueno el tema", se justificó señalando la radio encendida en un rincón.
María del Carmen Rodríguez no es otra que la esposa del "Brujo", con quien está hace casi cincuenta años: "él tenía 18 años cuando nos casamos, y yo 16", rememora mientras alcanza un mate y le acaricia las manos a su compañero.

 

Un "buen tipo".
Estamos sentados en derredor de una mesa, y lo miro al "Brujo": la tez morena que nos transporta a nuestros ancestros indígenas, el pelo abundante y oscuro ahora claramente veteado de blanco, y esa sonrisa que conserva casi como un rictus permanente de su rostro... Puedo decir que siempre se lo pudo ver con esa expresión que de alguna manera revelaba los rasgos de su personalidad: un buen tipo, simpático y afectuoso...
Una persona humilde que no necesitó nunca de alardes, ni de esa ostentación de la que han hecho gala tantos boxeadores. Aunque cabe reconocer que en realidad los púgiles pampeanos de esos tiempos no sabían de pavoneos o provocaciones, y la mayoría -aún triunfadores- cultivó siempre el perfil bajo.
Si algo no podrá decirse del "Brujo" es que alguna vez haya alardeado de sus condiciones, o que alzara la voz para hacerse escuchar... sí, claro que es un buen tipo. Un título que no otorgan en ninguna universidad, y que no todos poseen, "Brujito"...

 

Familia numerosa.
Los Cabral eran una familia numerosa y humilde: "Era así... Papá se llamaba Casimiro, trabajaba en el Molino Werner, creo que era camionero, y mamá era Susana Regina ('La Chana' para todo el mundo), que un tiempo lo hizo en la Escuela Hogar y fue conocida por los deportistas de antaño porque tenía una cierta "habilidad" para curar torceduras, luxaciones y otras yerbas. Eran siete hermanos en la casa: Julio (fallecido), Susana, Luis Horacio ("Golepa), Casimiro ("Misiro", también ex boxeador y arquero del Deportivo Uriburu campeón de la Liga Cultural), Juan Roberto ("El Brujo"), y "Tosón" (fallecido, ex softbolista), y Miguel (fallecido).

 

Nietos y bisnieta.
Con María del Carmen -su compañera de toda la vida y también y a su manera un personaje que continuamente estará mostrando su contagiosa alegría-, tuvieron tres hijos: Soraya (locutora, y deportista de varias disciplinas, incluyendo el motocross), David (que trabaja en un comercio del medio) y Aixa (supo ser conocida porque era instructora de patín, y hoy es también locutora en Mar del Plata).
Juan Roberto -su mujer le dice "Beto" cuando se enoja; y "Negrito por las noches", aporta pícaro el "Brujo")- y María del Carmen tienen varios nietos: Jacinto (25) que vive con ellos, Julián (25), Florencia (22), Denis, Guillermina, Agustín, Valentín, Antonia y Federica; y además a la pequeña Soe (tres años), la bisnieta.

 

El lustrabotas.
Le gusta rememorar al "Brujo" sus años de chiquilín, las travesuras de pibe, las primeras salidas a buscar el mango porque había que aportar a la mesa familiar... "Éramos vagos buenos, sin maldad. Fui a la Escuela 38 pero hice nada más que hasta cuarto grado, aunque aprendí a leer y escribir.. pero enseguida agarré el cajoncito y arranqué para el centro a lustrar zapatos junto con Justino (Heredia). Eran tiempos hermosos... parábamos en la confitería El Águila, o en La Capital, vivíamos felices y nos hacíamos unos pesos", cuenta.
También menciona que juntaban "papeles, metales y vidrios y los íbamos a vender a la chacarita de Mainetti", que estaba al lado de las vías sobre calle González.

 

El futbolista.
En aquellos años jugaba al fútbol, a veces como defensor (zaguero le decían antes), y muchas veces como arquero. Pero al contrario de muchos de sus amigos al momento de ficharse no eligió General Belgrano -de cuya cancha vive hoy a un centenar de metros-, sino el Club Argentino... "Era una vida sana, respetuosa, con mucho deporte... los torneos de baby fútbol espectaculares junto con los hermanos Sombra y la Mona Díaz en el Club San Martín, Sarmiento y Deportivo Mitre. Siempre salíamos campeones, y también participábamos en la canchita de la parroquia La Sagrada Familia, donde teníamos un equipazo que se llamaba 'Los hippies' con el Gato Villalba, Aldo Bafundo, Hugo, Lito y Quiche Sombra... ahí jugué de arquero, y también en Argentino cuando estaban el Cabezón Guerra, Figueroa, El Chancho Rivero... René Teves era el arquero y yo el suplente", evoca. "También jugué al sóftbol, ¿te acordás?", completa sobre su intensa actividad deportiva.

 

Repartidor de gas.
Se casó muy pibe -sólo 18 años-, y si bien el boxeo era una ayuda, resultaba necesario trabajar. "Lo hice mucho tiempo en Neogas", una empresa que se dedicaba a repartir garrafas a domicilio, y donde "Brujo" compartió la tarea con Hugo Sombra. "Estuve ahí como 30 años, y en 1980 entré en la Provincia como portero en la Escuela 143, donde me jubilé...", precisa.

 

"Brujo" y el boxeo.
Su casa -amplia, de dos plantas-, ubicada sobre calle Larrea en Villa Alonso- es fruto del esfuerzo y de la sensatez, una cualidad que pudieron exhibir muchos de los boxeadores de aquella época. "A mí me ven así, siempre jodiendo y van a creer que soy un poco informal, pero nada que ver...", dice y se pone serio.
Lo cierto es que, aconsejado sobre todo por Vicente Espinosa -un maestro para esos jóvenes pugilistas, incluso más allá del gimnasio-, el "Brujo" supo invertir las bolsas que cobraba en cada una de sus presentaciones: "La plata valía, y cada vez que podía me compraba alguna cosa para la casa... ese juego de muebles (señala hacia un rincón) los compré después de una pelea en Tandil. Y así todo...", dice con satisfacción.

 

Técnica y velocidad.
Juan Roberto "Brujo" Cabral -más allá que su hermano "Golepa", y también "Misiro" ya boxeaban-, se acercó a la disciplina gracias al muy querido Federico Ferreyra (ex boxeador y árbitro), que comenzó a hacer boxeo en el Club Argentino: "¿No querés probar?", le dijo un día a "Brujo", que aceptó de inmediato.
Cuando Federico lo vio se sorprendió: "¿Quién te enseñó, sacás bien las manos, te perfilás... tenés muchas condiciones", le dijo.
"Mi primera pelea pesé 62 kilos y la empaté, y después ya pesando un poco más hice más de 50 como amateur, y otro número parecido como profesional... perdí solamente cuatro veces como rentado, y creo que me fue muy bien", comenta ahora.
Tenía buena línea técnica, era rápido y guapo, y supo protagonizar peleas brillantes con los mejores de su época, como Patricio Díaz (era campeón argentino y sudamericano y "Brujo" le ganó por nocaut técnico), Simón Escobar y Palito Magallanes... "Aprendí mucho viendo a los otros muchachos, a Campanino, Golepa, Hugo Daniele y Héctor Mora cuando venía a Santa Rosa", explica.

 

El presente.
Hoy, rodeado de sus hijos y nietos -y aún con sus problemas de salud a cuestas- el "Brujo" es feliz. María del Carmen es un bastón extraordinario y lo lleva a todas partes -"no lo quiero dejar solo", dice ella-, y tratan de pasear todo lo que pueden. "Agarramos el auto y manejo yo -agrega la esposa-, y vamos para todos lados... En casa no estamos casi nunca...", se ríe. María del Carmen siempre se ríe... y promete: "Si llegamos" a los 50 años voy a tirar la casa por la ventana para festejar".
El "Brujo" la mira y sonríe... como siempre. El boxeo, su talento y dedicación no le dieron el cinturón que anheló, pero en su trayectoria se ganó el título más preciado... es un buen tipo. ¿Hay satisfacción más grande para una persona que se la rotule como "buen tipo?". No "Brujito", claro que no... y en eso vos sos un campeón. Un verdadero campeón.

 

Un "director" jubilado.
Se ríe con ganas el "Brujo" Cabral cuando recuerda algunas anécdotas. "Una señora me paró los otros días y me dijo que sus hijos se acuerdan mucho de mí de cuando estaba en la escuela... Y le contesté: Y claro, del director y del portero siempre se acuerdan", cuenta.
"Sí, le dije a la mujer que me retiré como director...", y vuelve a largar la carcajada. "Pero bueno, se fue recontenta", termina. Como quedó dicho el "Brujo" se fue de la Escuela 143 después de muchos años de trabajo como... "portero". Que obviamente resulta tan digno como cualquier otra tarea, pero que no se ocupa precisamente de dirigir el establecimiento, por más que haga cosas muy importantes.
"Me gustaba mucho ese trabajo... le dábamos la leche a los pibes y poníamos a los más revoltosos juntos, y a los más tranquilos aparte.... pero se portaban bien. Son divertidos los pibes", afirma.
De sus momentos de boxeador rememora que pudo conversar bastante con Ringo Bonavena, que hasta le regaló un par de guantes que trajo de Estados Unidos, y que aparecen en una vitrina de la casa de los Cabral como el trofeo que es.
"Tuve la suerte de conocer a los mejores cuando iba al Luna, e incluso de guantear con muchos de ellos, como Víctor Osuna, Ramón la Cruz... con todos". Eran las épocas en que el mítico gimnasio lo compartían los grandes que siempre serán recordado, como Nicolino Locche, Abel Laudonio, o el propio Carlos Monzón.
"Brujo" vuelve a las añoranzas: "¿Sabés una cosa? Nosotros éramos vagos, pero buenos... nada de andar haciendo macanas, o afanando. Algunas picardías, pero nada más", dice mientras agrega que cuando volvían tarde, de madrugada, con Huguito "atacaban" el gallinero de Don Sombra y se hacían un buen festín... "Una gallinita nada más... esas cositas", termina.

 

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