Miércoles 17 de abril 2024

El Covid nos recuerda quiénes somos

Redaccion 07/08/2020 - 05.24.hs

El incidente del miércoles por la tarde entre un conocido empresario de Catriló y la policía de esa localidad, profusamente difundido en las últimas horas, puede aparecer como uno más entre tantas situaciones derivadas de la pandemia. Y puede nomás que sea. Sin embargo, lo sucedido sigue cierta línea, no sólo de hechos acaecidos durante estos largos meses afectados por la diseminación del Covid, sino de quienes han sido sus protagonistas principales.
Alcanza con recorrer las crónicas de estos tiempos para que quede claro que, salvo aquellas situaciones que parecieron pasos de comedia (un supuesto amante en el baúl, sexo en el auto en la zona rural, caminantes y motociclistas en caminos vecinales para ir en busca de alguna novia, etcétera), la enorme mayoría de los problemas los crearon aquellos que, con algunas importantes diferencias a su favor en la cuenta bancaria y de cierto estatus social, creyeron ver cercenadas ciertas libertades y decidieron canalizar su enojo en los controles policiales y sanitarios. Retenes que siempre estuvieron al servicio de la salud pero que no todos vieron así.
El caso del miércoles en Catriló parece, además, un producto de una situación desconocida para su exclusivo y rutilante protagonista. Uno de esos empresarios de peso en la sociedad, una sociedad acostumbrada en buena parte a reverenciar ante quien es poderoso, que tiene conexiones e influencias y hasta puede ser empleador de algún familiar u otra persona cercana. Alguien que tal vez no hubiese tenido muchos problemas para circular de ida y vuelta, aún en presencia de la policía.
No porque los uniformados fueran todos corruptos. Pero si por su «antigüedad» en la localidad y la zona, son todos conocidos y ciertas normas quedan flexibilizadas.
Tal vez este señor no tuvo en cuenta el miércoles que la totalidad del personal policial de Catriló es «nuevo», a partir de la necesidad de aislar a los anteriores por la presencia del Covid. Es probable que el iracundo empresario haya encontrado una firmeza no habitual.
Y su reacción, indagando un poco en su perfil, sólo un poco, es probable que sea un eslabón más entre algunos hechos que, en el pasado, lo pusieron en conflicto con la ley. Y, vale decirlo, donde no le fue muy mal. Aunque ya se sabe los efectos que tiene el archivo.
Lo más cercano es, recordarán los lectores, aquella seguidilla de fumigaciones sobre las mismísimas orillas de varios cascos urbanos. Un campo del mentado empresario, ubicado a la vera de la RP1, fue escenario de un incidente entre su dueño y una funcionaria de Medio Ambiente que llegó para verificar e impedir que se rociara en un sitio prohibido.
Por vaya a saber qué mecanismos, la promesa de denuncia e investigación no se concretó.
Un poco más atrás, esto sí documentado en sede judicial, fue denunciado por amenaza con arma de fuego. Fue en 2014. La causa se archivó «por falta de antecedentes». Pero un poco más adelante, en 2016, el mismo denunciante lo hizo por lesiones y amenazas. En ese caso, la Justicia (que mira pero a veces no ve) le concedió la suspensión de proceso a prueba.
Veremos cómo acaba la tarde de furia de agosto. Lo cierto es que como ya se comentó en ocasión de exaltar la actitud del transportista de Alta Italia, que sabiéndose con coronavirus durmió en su camión para no poner en riesgo a su familia y a su pueblo, esta emergencia inédita que nos toca transitar deja al descubierto quienes en verdad somos.

 

FOTO: ILUSTRATIVA.

 

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