Lunes 25 de marzo 2024

«Kelo», un emprendedor de fierro

Redaccion 21/03/2020 - 06.30.hs

Líber Ezequiel De Dino supo desde chico a qué iba a dedicarse y, gracias a un incansable trabajo, construyó un lugar que es modelo en la provincia: el taller «Kelo, reparación y pintura» es una garantía de calidad y también una apuesta permanente a la innovación.

 

Podría ser una cervecería, una tienda de ropa con aires palermitanos, un paseo comercial o algún otro emprendimiento que apueste a la imagen como un puntal importante de su estrategia. Pero no, la vieja postal de un lugar sucio, desprolijo, con olor a grasa y a aceite de autos más algunos pósters de mujeres desnudas, no tiene absolutamente nada que ver con «Kelo», un enorme galpón que pese a tener decenas de autos chocados, abollados o a medio armar luce como un lugar mucho más similar a un laboratorio que a un taller de chapa y pintura.

 

«Cuando era chico, ni a los cumpleaños de los compañeros de la escuela iba, me la pasaba el día entero en el taller de mi viejo. Buscaba todo el tiempo qué podía hacer: desarmaba bicicletas y las armaba, lo que sea. Siempre me encantó ese ambiente y, cuando terminé la primaria, mi papá me preguntó si quería estudiar o trabajar y no lo dudé un segundo», cuenta Líber Ezequiel De Dino, un santarroseño de 34 años mucho más conocido como ‘Kelo’ y a quien la elección que hizo a los 13 le marcó el camino para hacer lo que quiere y le gusta.

 

«Este es un oficio muy lindo, no hay otra que dedicarse y trabajar, pero también siempre con una búsqueda de no quedarte con lo que tenés, siempre ofrecer cosas nuevas, modernas. Acá nos capacitamos, hacemos cursos. Siempre busco gente joven y busco formarla, no importa si no saben nada del trabajo, lo importante es que tengan ganas y predisposición porque este es un oficio que se aprende en el día a día y que te puede generar muchas satisfacciones».

 

‘Kelo’ habla en la oficina del taller de la calle Emilio Zola sentado en un cómodo sillón que en realidad es un tanque de chapa cortado y rearmado para ofrecer confort e imagen. En la pared una pantalla reproduce una y otra vez un video promocional hecho con la mayor tecnología y con una estética muy cuidada y moderna.

 

Del otro lado del escritorio está Facundo Arias (25), amigo y mano derecha de ‘Kelo’, el motor de un emprendimiento que siempre parece tener autonomía y una marcha más.
«El taller de mi viejo se llamaba ‘Líber’, en la calle Varela, estuve con él hasta los 19 años, cuando alquilé un lugar y abrí yo solo. Y en 2012 me vine a este lugar y acá siempre le metí con todo. Llegué a tener 18 empleados y me pasé de vueltas porque prácticamente vivía acá, todo era el taller y llegó un momento en que quería dar marcha atrás, tener tranquilidad, pero me sobrepasó, así que de a poco tuve que ir achicando para poder trabajar como se debe», admite Kelo, que si bien hoy agrandó su estructura tiene seis empleados y un promedio de tarea finalizada de «15 a 20 autos por semana».

 

Seguros

 

Si bien el crecimiento del taller de De Dino siempre fue en ascenso, hubo un punto que marcó la bisagra necesaria para dar el salto. «El enorme porcentaje de los trabajos salen por los seguros que antes no era obligatorio. Cuando trabajaba con mi papá e incluso cuando empecé solo, el tema era hacer el laburo y cobrar en efectivo, nada más. Pero cuando el seguro se hizo obligatorio todo cambió, hoy no hay auto que no tenga un seguro. Y en gran parte de los casos te pasan ‘destrucción total'».

 

Ese hecho y el aumento exponencial del parque automotor en una ciudad como Santa Rosa, le dieron a ‘Kelo’ la dimensión de un gigante, por eso también trabaja con todo tipo de vehículos incluidos tractores y camiones.

 

«Estamos terminando un galpón nuevo que va a estar destinado solo a los camiones. En total tenemos 1.200 metros cuadrados y trabajamos con máquinas de punta en tecnología. Es cierto que en los últimos años es impresionante la cantidad de autos que se sumaron a las calles. Hoy gran parte de las familias tiene dos autos y todos los días hay un montón de choques. La ciudad modificó mucho el mapa de lo que pasa con el parque automotor, por eso trabajo no falta nunca».

 

Del interior

 

Facundo, que hace 10 años trabaja junto a su amigo, resalta que al taller llegan clientes de diferentes puntos de la provincia. «Viene gente de un montón de pueblos porque nosotros ofrecemos el servicio de ir a ver el auto incluso a los campos, y eso no lo hace nadie, así que es un diferencial que tenemos», destaca ‘Kelo’ sobre algunas de las características de su emprendimiento.

 

«A mi me gusta tener todo impecable, que la gente venga y se sienta cómoda. Cuando era más chico les decía a mis amigos que iba a poner calefacción central porque me he congelado los dedos de tantos inviernos de trabajo. Y se me reían, me cargaban, pero lo hice. Cuando ellos me invitaban a salir, yo me venía al taller, esto siempre fue lo que me gustó. Logré tener mi casa, mi lugar de trabajo, mis cosas, todo gracias a este oficio».

 

En una de las fotos de la oficina, ‘Kelo’ posa junto a la vieja camioneta Chevrolet restaurada a nueva y con Justina, su hija de 9 años que conoce al detalle el funcionamiento del taller. Las distintas dependencias por donde pasan los autos a medida que son arreglados hasta tener el visto final.

 

«Con los tiempos somos muy estrictos. Si al cliente le decimos cinco días, en cinco días tiene que estar el laburo terminado. Son cuestiones que tenemos como prioridades más allá de entregar el trabajo como debe ser. Me gusta tener todo impecable y en eso tengo la suerte de haber conformado un equipo de trabajo muy lindo. Ahora queremos agrandar más además del galpón para camiones y tener nuestro propio lavadero para los autos que ingresan».

 

‘Kelo’ no puede ocultar la alegría que le produce su labor diaria. Siempre con una sonrisa y pensando qué nueva idea puede alumbrar. «No nos gusta quedarnos esperando que venga el cliente, vamos a buscarlo, siempre buscamos innovar», asegura quien también supo encontrar en las carreras de autos un pasatiempo para «escapar» un poco de la vorágine diaria del taller. Aunque no tanto porque parece que todo lo que hace, casi siempre, es entre los fierros.

 

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