Viernes 19 de abril 2024

Motivos para el optimismo y también para la preocupación

Redacción 25/06/2018 - 01.43.hs

En La Pampa, en el decenio que va del 2008 al 2018, mientras el empleo privado formal creció un 2,5 por ciento, el empleo público provincial aumentó un 45 por ciento.
JUAN PABLO VIETA - El último jueves, el Indec dio a conocer su informe de "tasas e indicadores socioeconómicos del mercado de trabajo" correspondiente al primer trimestre de este año, el cual en lo estrictamente relacionado con los datos descriptivos de la realidad laboral pampeana, dejó motivos tanto para el optimismo respecto al futuro como así también para la preocupación.
Dentro de lo positivo sin dudas que se debe enmarcar el hecho de que finalmente y luego de mucho tiempo aumentó en el aglomerado Santa Rosa-Toay, la Población Económicamente Activa (PEA) y la Ocupación, al mismo tiempo que bajó el desempleo.
La PEA, integrada por los ocupados y los desocupados, subió respecto del cuarto trimestre del 2017 de 51.000 a 54.000 personas, lo cual es muy bueno, ya que da la pauta de que existió una mayor cantidad de comprovincianos que se lanzaron a la búsqueda de una oportunidad laboral.
Complementariamente, es más que positivo que ese incremento de la PEA se haya visto reflejado en los ocupados, al pasar de 47.000 en el cuarto trimestre del año pasado a 51.000 pampeanos en el primer trimestre de 2018.
En definitiva y en términos generales, la cantidad de ocupados se incrementó en tal proporción que posibilitó no solo incorporar al mundo laboral aquellos nuevos integrantes de la Población Económicamente Activa, sino a su vez recortar la desocupación que se arrastraba del período anterior, al bajar de 4.000 desocupados a 3.000.
Sin embargo, no todas son buenas noticias, ya que lo malo se circunscribe a la calidad del empleo que genera la economía pampeana. Concretamente, el ostensible incremento de la población ocupada demandante de empleo y de los subocupados advierte un fenómeno inquietante de cara al futuro.
Tanto aquellos ocupados que buscan otro trabajo como los subocupados, que son los que por trabajar menos de 35 horas semanales buscan también otro empleo, aumentaron al cabo del primer trimestre del 2018 respecto del cuarto trimestre del año anterior.
En efecto, al cierre del último trimestre del año 2017 había 8.000 ocupados demandantes de empleo y 6.000 subocupados, mientras que al primer trimestre del presente año los primeros sumaban 10.000 y los segundos 8.000.
Esto permitiría concluir que esos nuevos integrantes de la Población Económicamente Activa pudieron ocuparse en empleos de baja calidad, cuestión que denota las dificultades que arrastra la economía pampeana para crear trabajo privado formal.

 

Público por privado.

 

De más está decir que los inconvenientes que afronta la economía provincial para generar empleo privado de calidad son soslayados de alguna manera a través de la creación de empleo público provincial y municipal, como así también por intermedio del aparato asistencial del Estado Nacional.
Para poner dicha realidad en números, basta con decir que en el decenio que va del 2008 al 2018 mientras el empleo privado formal creció un 2,5%, el empleo público provincial aumentó un 45%. Puesto en números absolutos, en 2008 se registraban 38.406 empleos privados formales contra 39.376 en 2018, mientras que en el sector público provincial se contabilizaban 16.178 trabajadores de planta en el 2008 contra 23.411 en el 2018.
A ello debe añadirse que el sistema de prestaciones del Estado Nacional tiene amplia penetración en la provincia, ya que entre jubilaciones y pensiones, pensiones no contributivas, asignación universal y Plan Progresar, entre otros beneficios, se liquidan en La Pampa casi 105.000 pagos mensuales.

 

Meses complicados

 

Reconocido hasta por el propio ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, es indudable que el escenario de corto plazo para el empleo dista de ser bueno, en virtud que se comenzarán a percibir, cada vez con mayor intensidad, las consecuencias del pronunciado salto devaluatorio que arrancó hacia finales del mes de abril.
De la mano del traspaso de la nueva realidad cambiaria a la góndola y con el deterioro del poder adquisitivo de la moneda que ello traerá aparejado, en el marco de paritarias que ya antes de las tensiones con el dólar tenían gusto a poco, la suerte del año parece estar echada.
Si sumamos al análisis los efectos que tendrán sobre el crédito las elevadas tasas de interés y la suba de los encajes bancarios, que obligan a las entidades a inmovilizar una mayor proporción de los depósitos, se puede concluir que ni el consumo como así tampoco la inversión depararán buenas noticias.
En este contexto, es previsible que el nivel de empleo se resienta y con ello empeoren algunos indicadores sociales, como la pobreza y la indigencia, que habían comenzado a mostrar cambios positivos, previos a la crisis cambiaria.
No obstante, y de cara al año entrante, es lógico pensar en un rebote de la actividad económica en la medida que las tasas de interés converjan a niveles más razonables, y el efecto de la sequía haya sido superado.

 

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