Lunes 22 de abril 2024

Sergio Lino, el vendedor de ilusiones

Redaccion 19/09/2020 - 22.02.hs

Hay gente que, sin proponérselo, en el diario suceder de sus vidas, van construyendo un personaje. Sergio Lino es un hombre familiero, y polifacético: comerciante, dirigente del PC, deportista. Y más.
MARIO VEGA
El hombre se acerca a una pared donde hay retratos familiares, y rápidamente caigo en la cuenta que tiene algún parecido con el reconocido actor Rodolfo Bebán… «pero por otro lado tengo una amiga que bromeando siempre me dice Ricardo, por Darín», agrega él con una sonrisa. Y es verdad… si me detengo un instante en observarlo también se puede señalar que tiene rasgos que lo acercan al gran comediante del cine nacional. Deben ser quizás los ojos claros… y el cabello corto y grisáceo.

 

Gente conocida.
¿Cuántas veces nos cruzamos con alguna gente que simplemente por verla más o menos frecuentemente presumimos conocer? Hay muchas personas que saludamos, vecinos respetables que vemos habitualmente, y creemos estar al corriente acerca de sus vidas más allá de lo que verdaderamente sabemos.
Pero, al profundizar un poquito más, advertimos que solamente accedimos a esas personas de una manera muy superficial, de una forma tal vez ligera. Y asimismo -aún con escasos fundamentos- nos atrevemos a referirnos a ellos como si supiéramos.

 

Vecino cercano.
Es un poco lo que me sucede con Sergio Daniel Lino (80), a quien por cercanía en cuanto a los lugares en que nos movimos -sobre todo en lo que tiene que ver con el trabajo de cada uno- puedo decir que hace décadas que lo veo por allí, y que en alguna que otra ocasión hemos mantenido una conversación de circunstancias. Simplemente eso.
Siempre tuvo su agencia de venta de billetes de lotería a pocos metros del diario LA ARENA -sobre calle Yrigoyen (en cercanías del Partido Justicialista)- cuando la vieja Redacción funcionaba en calle 25 de Mayo. Nos cruzamos infinidad de veces, nos saludamos con cortesía, pero nada más.

 

Visitante de la Redacción.
Era asiduo visitante de la Redacción cuando Saúl Santesteban era el Director; pero aún desde mucho antes la frecuentaba para mantener jugosas charlas con León Nicanoff -periodista en los primeros años-, y con don Raúl D’Atri, por quienes guarda un enorme afecto. Esas conversaciones para aquel joven Lino -una esponja dispuesta a absorberlo todo- eran una puerta al conocimiento.
También sabía que estaba vinculado a la natación del Club Atlético All Boys… y no mucho más. Tal vez sí, otra cosa, conocía su adhesión al Partido Comunista del cual era apoderado en nuestra provincia.

 

Nacido en Pringles.
Sergio Lino es nacido en Coronel Pringles (provincia de Buenos Aires), y llegó a Santa Rosa cuando tenía nada más que 12 años, para realizar aquí sus estudios secundarios. Hoy es un hombre agradecido porque sus padres hayan elegido esta ciudad para vivir, porque aquí lo encontró todo. Armó su familia, trabajó más que bien, y se insertó fuertemente en nuestra sociedad a través de diversas actividades a las que se sumó con ganas.
Su padre se llamaba Pablo, era comerciante y jubilado en la provincia después; y su mamá Julia, «ama de casa y gran pintora (retratista). Algunos de sus trabajos están en mi casa, y también en la agencia de Quiniela que ve engalanada sus paredes con sus cuadros», explica.

 

Padres y hermanos.
En el living de su vivienda de Larrea 245, en Villa Alonso, Sergio me recibe con amabilidad junto a su esposa Esther, también integrante de una muy conocida familia de la ciudad. «Claro, yo soy De La Mata, y teníamos la panadería frente al Partido Justicialista… y sí, atendí allí durante muchos años, así que claro que nos conocemos», me dice mientras se aparta discretamente para no participar de la conversación, aunque se queda por allí cerca.
Y narra Sergio: «Papá tenía una hostería en Neuquén, y mamá fue la que me inculcó el placer que brinda el arte en general. Éramos tres hermanos varones: Julio César, mecánico de máquinas de escribir, y Leopoldo, Belcho para muchos, un bohemio que practicó deportes, viajó mucho y recaló en Santa Rosa. Murió siendo funcionario de la intendencia de Oscar Mario Jorge», precisa.

 

Esposa e hijos.
En cuanto a Esther de la Mata, señala que «es docente jubilada, hoy ‘abuela cuenta cuentos’, practica taichí y sobrellevamos juntos la pandemia».
El matrimonio tuvo también tres hijos varones: Nahuel (54), empleado de la CPE y gremialista, casado con Claudia Sitzer; Sergio (53) (‘Baba’), continuador de la actividad comercial en la agencia nº 14 de Quiniela Pampeana, su esposa es Valeria Vallejo; y Huemul (48), en matrimonio con Belén Magnano, gran deportista que llegó a ser campeón argentino de natación y desarrolla su profesión en la pileta de All Boys, y también es rector del colegio secundario de Toay».
En este tiempo Lino y Esther disfrutan de sus seis nietos, Mailén, Nicolás, Lautaro, Martina, Blas y Federico, y de su bisnieta Olivia.

 

El estudiante.
Le gusta contar sobre sus andanzas a Sergio. «Inicié la primaria en Escuela 2 de Pringles, y la completé en el Lasalle en Capital Federal. Al trasladarse mis padres a Santa Rosa desde Neuquén, inicié la secundaria en el Colegio Nacional y me recibí de Bachiller en 1957. ¿Cómo estudiante? De la mitad de tabla, pero eso sí con muchas inquietudes: participé de la UES (Unión Estudiantes Secundarios), donde fui secretario de prensa hasta que en 1955 nos proscribieron con el derrocamiento de Perón».
Un par de años más tarde iba a integrarse al Centro de Estudiantes del Nacional, «y en su representación presidí el Centro Santarroseño, hasta que el 13 de noviembre hicimos la toma histórica del Colegio porque teníamos problemas con la ‘manu militari’ que pretendía imponer el jefe de preceptores, de apellido Tello».

 

La influencia de Ricardo.
Pero tuvo otra gran satisfacción -de esas que para un muchacho constituyen un basamento para su formación-, cuando Ricardo Nervi lo invitó a sumarse a un grupo de jóvenes «para hacer cosas en la Dirección Provincial de Cultura. Allí llevamos adelante una intensa actividad porque Ricardo era una máquina de generar cosas».
Más adelante se iba a sumar a la Agrupación Hurquén, cuya trayectoria cultural se recuerda permanentemente.

 

Maestros de la vida.
«Que mis viejos decidieran venir a Santa Rosa fue una gran suerte para mí. Recuerdo que desde el secundario tuve no solo docentes sino maestros: Julio Colombatto, Julio Nery Rubio, Mary Lordi, Héctor Mario Vega, Ricardo Nervi», enumera.
Y sigue: «Y en la vida no puedo dejar de mencionar a León Nicanoff, don Raúl D’Atri, toda la gente de LA ARENA. Las charlas con los ‘ilustres de la Redacción’ fueron experiencias inolvidables… escuchar a Lito Cuadrillero, Eduardo Insausti, Leopoldo Rómulo Casal, el ‘Paisano’ García de Eduardo Castex, Edgar Morisoli, al juez Perazzollo, al Gringo Maraschini… Y yo ahí con mi juventud era todo oídos», parece remontarse a aquellas épocas.

 

Amor por LA ARENA.
«¿Sabés una cosa? Yo amo LA ARENA… de verdad lo digo», reafirma Sergio Lino.
Y tanto es así que ha hecho de cronista circunstancial en más de una oportunidad, para el diario y para Radio Noticias. «Cuando se jugó el campeonato argentino de básquet en el Estadio Municipal (1960), a modo de colaboración, hice la cobertura junto con el Flaco (Héctor Topet) y recuerdo que al lado nuestro escribía ‘Piri’ García, destacado periodista de la revista El Gráfico… pero además transmití desde distintos lugares para la radio cuando haciendo montañismo nos tocó hacer el ascenso a algún cerro», completa.

 

Sergio, el deportista.
Como deportista afrontó diversas disciplinas, y también habla con modestia de esa etapa. «Jugué al básquet en San Martín, equipo campeón de 1960 dirigido por Luchi Montesi. Teníamos el mejor jugador de la época que era el Negro González; y también Novak, Fernández, Iparraguirre, Lluch y el querido Juan Carlos ‘El Gordo’ Legarda, que también fue arquero, en San Martín y All Boys», puntualiza.

 

También la natación.
«En diciembre de 1958 se inauguró la pileta de All Boys, y muchos de los que íbamos al Prado nos pasamos. Fue una época hermosa, de muchas competencias con nadadores de El Prado, Estudiantes, Argentino de Trenque Lauquen, Pehuajó, Bahía… Había varios que de destacaban, como Pablo Sáenz, Pildoro Gazia, Miyi y Cristina Regazzoli, Ricardo Villarreal que se lucía en el trampolín, Quique Bellande y Taylor Casaux».
Le gusta rememorar una anécdota de lo que llama «la posta fantasma. Resulta que la integramos con Jorge Saitúa, Jorge Battistoni y Machi Armagno, y le ganamos una prueba a la titular, a los buenos… por supuesto fue debut y despedida: nunca le dimos la revancha», sonríe al evocarlo.

 

Lino, el político.
La influencia de algunas amistades iba a incidir fuertemente en su vida. «León era un amigo de verdad, y un día me dijo: ¡dejáte de joder!, tenés 18 años, así que afiliáte. Otro gran amigo fue Julio Pedehontaá, camarada que ya no está pero que me hizo razonar en muchas cosas».
Cuenta que también Pehuajó fue lugar donde tuvo militancia. Siente verdadero orgullo de pertenecer, y señala que en su billetera, junto a los documentos «tengo desde 1958 mi carnet de afiliado nº 1660. Creo que una virtud es vivir aferrado en forma permanente al ideario comunista, lleno de humanidad y amor por el prójimo».

 

Llegada a Santa Rosa.
En tren de recordar amigos menciona a Julián Domínguez -muchos años tuvo peluquería en la esquina de Quintana y Pellegrini. «Lo conocí al poquito tiempo de llegar a Santa Rosa… Vine en tren desde Bahía blanca con mi mamá, cada uno con una valijita, e íbamos caminando por la calle Pellegrini -serían eso de las 3 de la tarde-, y recuerdo que yo estaba como preocupado porque tenía el pelo larguísimo y me sentía incómodo… de pronto vi la peluquería de Julián y me dije: aquí voy a venir. Al otro día aparecí por ahí y desde ese día nos hicimos amigos… a él le gustaba conversar, y a mí también», admite.

 

De vender autos a Lotería.
Pero lo de la peluquería -sin saberlo- iba a definir buena parte de su vida. «Julio Oscar Sáenz era una firma de Neuquén, que vendía lotería y tenía agencias en muchas partes. Quería instalarse en Santa Rosa y en General Pico, y preguntando quién era el que vendía más billetes de lotería por aquí le dijeron de Domínguez. Lo fue a ver pero Julián declinó la invitación, pero le dio mi nombre».
En esa época Sergio vendía autos para García Gómez Rouco, pero no le gustaba mucho lo que hacía. «No me gustaba el trato, y cuando este hombre me ofreció el mismo sueldo, más comisión sobre las utilidades me cerró… le pedí que me permitiera avisar con un mes de anticipación a Gómez Rouco que me iba y arranqué», evoca.

 

Diez mil billetes vendidos.
Era el 10 de diciembre de 1969: «Abrimos en la Avenida San Martín, pegado a la pensión de Severino y al Automóvil Club; y poquito después, en marzo, el local de Yrigoyen 181», sigue narrando.
Señala que fue empleado de Julio Oscar Sáenz SA durante 30 años, y allá por el 2001 «el dueño me ofreció quedarme con la agencia, donde completé 50 años de trabajo en el juego oficial en La Pampa, e incluso me jubilé. Ahora está al frente mi hijo», completa.
«En un tiempo se vendía Lotería a mansalva… una vez en 1972, para fin de año, vendimos todo: nada menos que 10.000 billetes. A veces en los veranos, nos quedábamos con la agencia abierta hasta las 2 ó 3 de la mañana porque Santa Rosa tenía mucha vida nocturna», expresa.

 

Teatro y cena.
El teatro, de la mano de Guillermo Gazia y Tuchi Salgado fue otra de las expresiones en las que Lino dijo presente: «Fuimos excelentes amigos, al punto que ellos fueron testigos de nuestro casamiento», dice mirando a Esther como esperando su asentimiento.
Es que la amistad cumple un rol fundamental en su vida. «Por eso la cena de los miércoles, que realizamos desde hace 44 años… por supuesto, en tanto tiempo hubo altas y bajas; pero lo cierto es que sólo la pandemia nos impide juntarnos a los 16 habituales en nuestro rito semanal», agrega.

 

El gastronómico.
Sergio dice tener «inquietudes gastronómicas… sí, claro que las tengo, si durante 23 años fui cocinero del Centro Vasco Zelaizo Euskal Etchea. Con otros compañeros de comisión nos hemos encargado de llevar adelante más de 120 almuerzos; porque la tradición gastronómica es reconocida en el mundo, y su nivel de enseñanza en el País Vasco es de carácter terciario. Y en este sentido quiero mencionar a Ángel Baraybar y Blanquita que han sido compañeros de fierro», indica.

 

De todo un poco.
No se podrá decir que se quedó con las ganas de hacer cosas Sergio, porque no sólo que fue cronista de este diario -en forma aficionada-, sino que alguna vez incursionó en Radio Nacional, allá por 1991, con un programa de tango («Una hora con la mejor música rioplatense», se llamaba).
Pero también fue montañista y realizó distintos ascensos. «Dos veces al volcán Lanín; uno al Aconcagua frustrado por una fuerte tormenta al llegar a los 6.000 metros. «Además hicimos una caminata de tres días en Machu Pichu, dirigidos por Erick Winkelmann y la compañía de Esher… pero hubo más como el ascenso al Domuyo; guiados por Erick y ‘Pollo’ Pollak, dos grandes tratándose de la montaña», recuerda.

 

El viajero.
Realizó además dos travesías a Chile en bicicleta, uno por paso Pehuenche que se animó a transmitir por Radio Noticias.
Y no sólo eso, sino que realizó varios viajes a distintos países, aunque el que más lo impactó fue el que lo llevó a la URSS, a conocer San Petersburgo, Moscú y la Siberia. No se privaron con Esther de pasear, y llegó a Alemania Oriental (tuvieron un breve paso al Berlín Occidental, cuando aún estaba el muro), Milán, Roma, Cuba y Brasil.
«¡¡Ah! y fui fotógrafo… tenía una máquina y durante un tiempo saqué sociales. Me tocó hacerle su primer casamiento a Terete Domínguez», agrega.

 

Cuando se pueda, el regreso.
Se dio casi todos los gustos… hasta que la pandemia nos cambió la vida. «Iba a la Agencia, pero ahora estoy obligado a quedarme en casa… pero cuando pase, si ‘Baba’ me deja voy a volver…», sonríe.
Y seguramente lo hará, porque su espíritu emprendedor sigue latente… y las ganas de hacer intactas… Como fue en toda su vida.
Así que, en algún tiempito más, se mezclará entre la gente…

 

Hombre polifacético.
Cuando suceda, si usted amigo y amiga lector/a lo ve caminando por las calles de Santa Rosa, deberá saber que no se tratará de ninguno de los dos actores que mencionaba al principio… Bebán falleció hace ya algunos años; y Ricardo Darín no se puede mover de Capital Federal a consecuencia de la pandemia.
Este señor del que hablamos -si bien tuvo veleidades de artista- no será otro que nuestro apreciado vecino Sergio Daniel Lino. Una persona que se dio el gusto de hacer un poco de todo: fue comerciante, político, comediante, fotógrafo, cronista, y amante de los más diversos deportes.
Pero también fue el hombre que de alguna manera, durante más de 50 años, fue un vendedor de ilusiones…

 

Dos historias del Atuel.
Cuenta Sergio LIno una anécdota imperdible referida a la lucha por el río Atuel. «El tema del agua fue preocupación del PC, a partir de León Nicanoff siempre estuvo en nuestro programa. En 1982 el Comité Central a instancias nuestra invitó a una reunión en Buenos Aires a La Pampa y Mendoza», rememora.
«Nosotros fuimos con Ito Badillo, Coco Capello, María Alejandra Naunchuk, y llevábamos como invitado especial y as de espada a Edgar Morisoli», indica. El Centro Unione e Benevulenza de la calle Cangallo fue el escenario. «Allí estuvimos junto a otros integrantes del Comité Central del PC, pero… ¿ya adivinan no?… Sí, Mendoza no fue, y tampoco llegó nunca una disculpa», relata.
Y sigue: «De todos modos Edgar, que siempre fue gran amigo del partido nos dio una charla extraordinaria, a su estilo, y aprendimos mucho… hasta hoy el PC mendocino, que seguro sufre la presión de la derecha cuyana, no da muestras de querer abordar el tema», completa.

 

Zamba del río robado.
Sergio se extiende sobre la cuestión y evoca que fue en la casa de «Grillo» Crespo que Manuel J. Castilla escribió la Zamba del río robado, pieza musical que ha provocado controversias. «Estuve esa noche porque habían venido Los Fronterizos que habían conocido a ‘Grillo’ en Moscú, y comimos un asado… tiempo después apareció Enrique Fernández Mendía diciendo que había inscripto esa obra… pero la verdad es que ni siquiera estuvo esa noche. El que le puso la música fue Mareque… ¿Por qué lo hizo Enrique? No sé, pero él era así…», cerró.

 

A pesar de Clarín.
En el final Sergio manifiesta que «de Santa Rosa me gusta todo»… dice que «La Pampa es hermosa, y cuando llegue el agua que nos deben el Oeste volverá a ser un vergel… tenemos un futuro promisorio».
Sobre el país señala que tiene confianza para cuando pase la pandemia: «Tenemos un buen gobierno… mal que le pese a Clarín», cierra.

 

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