Lunes 15 de abril 2024

Un viaje a través de los sentidos

Redaccion 08/08/2020 - 21.22.hs

¿Qué nos lleva tantas veces a no prestar demasiada atención, la que merecerían por lo que hacen, a quienes viven a la vuelta de la esquina? Eso le pasa a muchos artistas populares en nuestra provincia.
MARIO VEGA
«¡Seee…!», responde contundente y sin dudar, con una sonrisa que se le dibuja en el rostro cuando le digo: «Me parece que sos un poco raro… ¿O sólo me parece?». Ricardo Oscar Vivas (53) es un talentoso artista piquense, uno de esos creadores que son felices con lo que crean, que se sienten libres y afortunados porque ciertamente viven haciendo lo que les gusta. De esos tipos que -vaya a saberse por qué- por allí no son tan reconocidos entre sus propios vecinos que, por el contrario, más de una vez los observan como bichos raros. Oscar es de esas personas que dan certeza de esa frase que sostiene que «nadie es profeta en su tierra».

 

Exposición en la vereda.
Llegar a esa esquina de calle 6 casi 105 -en el Barrio Rucci-Alborada de General Pico-, es encontrarse con una suerte de «exposición» al aire libre en la propia vereda donde vive este hombre que adoptó el seudónimo de Ruca Huitrú (Casa del Caldén).
Allí una serie de esculturas, hamacas, figuras y otros objetos tallados en madera le dan un aspecto muy particular. Es una casa más bien modesta, donde funciona también un pequeño taller de carpintería cerrado en estos días en tiempos de pandemia.
Cuenta el mismo dueño que, encerrados en la carpintería, tiene tres «perritos»: un rotwailer Apolo y dos pitbull Ruca y Checa que custodian el lugar; de modo que si a alguien se le ocurriera entrar a «buscar» algo… más vale ni intentarlo.

 

¿Es necesario saber para admirar?
Decía antes que conocía de sus trabajos por los que había visto en la pequeña localidad de Relmo algunos meses atrás, y que verdaderamente me maravillaron. Estoy muy lejos de ser un versado en arte escultórico, pero también es cierto que -quizás- para admirar un objeto realizado por un artesano no es necesario ser un experto: que alcanza con que a uno le llegue a los sentidos.
Dicen los que dicen saber que la contemplación de un hecho artístico puede crear placer, aún sin conocer bien de qué se trata. Se sostiene que hay estudios que lo comprueban: que solamente 10 segundos bastan para crear una descarga química del organismo que produce un aumento inmediato del flujo sanguíneo justo en la zona del cerebro que se ocupa del placer.
Y, como no conozco, consiento… algo de eso debe pasar, y tal vez no necesariamente una persona debe ser crítica de arte para saber si una cosa le gusta. ¿O no es así?

 

El artista de la motosierra.
Relmo tiene sólo un poco más de 250 habitantes, y si se visita el pintoresco lugar no puede menos que sorprender en la plaza -pequeña por cierto, ubicada frente mismo al edificio comunal-, la presencia de seis grandes esculturas talladas a madera… son verdaderas obras de arte que algún artífice confeccionó sobre alerces que ya estaban prácticamente secos.
La particularidad -según pude enterarme después-, es que el tallador realizó esas genialidades sobre árboles que ya han perdido su vigor pero permanecen plantados, y que fueron cortados a unos 6 ó 7 metros de altura.
Después, subido a andamios y tarimas, utilizando primero una pesada motosierra -9 kilos tiene la más grande- realizó las tareas más gruesas, y luego manipulando otra más pequeña -«de mano»- llevó a cabo el trabajo de tallado. Aunque obviamente haya usado para los toques más sutiles herramientas más chicas para definir con ellas los detalles de sus obras, que son verdaderamente fantásticas.

 

Nadie es profeta en su tierra.
Tiempo atrás tuve oportunidad de conocer el Parque Jurásico de Eduardo Castex. Allí, 23 esculturas a tamaño real de dinosaurios son productos del talento de un artesano que no todos conocen, y que mucho menos valoran en la medida que lo merece.
Ya he contado en estas páginas quién es, qué hizo y qué hace Jorge «Cacho» Fortunsky, ese extraordinario artista pampeano que -como otros- no ha sido justamente valorado. Porque aunque en su caso hasta se filmó un documental reflejando su vida, de igual manera puede afirmarse que es cierto aquello de que «nadie es profeta en su tierra».
Lo mismo podría decirse de Oscar Ricardo Vivas, el artista piquense que en su propia ciudad no resulta tan reconocido como su obra merecería que lo fuera.

 

Influencia paterna.
Ricardo Oscar Vivas es nacido en General Pico, y transitó sus calles desde niño ya con ese don de poder realizar con sus manos pequeñas creaciones, apoyado en los conocimientos de ebanistas adquiridos de su abuelo, y sobre todo de su padre que -a su manera- fue «un verdadero personaje. Se llamaba Roberto Omar, era carpintero y murió joven… se lo llevó el cigarrillo», cuenta Oscar mientras muestra una talla con su rostro con una particularidad que enseguida voy a precisar aparte.
Oscar fue huérfano de madre tempranamente… «Mamá murió cuando yo tenía nada más que 5 años. Se llamaba Dora Ruiz Díaz», completa. Eran cuatro hermanos, y sin dudas Ruca -así lo llaman muchos a Oscar- tuvo una fuerte influencia de su progenitor: «Él era un excelente carpintero, pero en realidad sabía un poco de todo», lo recuerda.

 

Los estudios y el boxeo.
Hizo la primaria en la Escuela 26, y el secundario en el Industrial de General Pico. «Pero no terminé porque me agarró la locura del boxeo… sí, empecé a pelear en la época de (Sergio) Brítez, (Alberto) Vico y otros de esa época. En total hice 16 combates antes de dejar», expresa. «La verdad es que el boxeo me gusta mucho, y fui un admirador de Ringo Bonavena (excéntrico si los había), y del Negro Cabral (boxeador de América que se mató en un accidente, cuando todo indicaba que iba rumbo a ser campeón del mundo). Ahora lo sigo por televisión, pero no veo grandes boxeadores. ¿El fútbol? No es lo mío… puedo mirar algo si juega la selección, pero nada más», completa.

 

Ejemplo para los hijos.
Ruca, divorciado de la madre de sus hijos, mantiene con estos una relación permanente: «Los tres varones, Ricardo Oscar (33), Raúl Osmar (32) y Rodrigo Osvaldo (28) son policías; y tengo también a Melisa (24). Siempre les insistí con que tenían que estudiar, pero ellos me retrucaban que yo había dejado de hacerlo por el boxeo… Un día, después de 23 años de haber dejado los libros y para que vean que ese era el camino terminé el secundario en el CENS nocturno, y hasta fui escolta de la bandera. Más tarde también hice 4 años de Bellas Artes, que de alguna manera me dio elementos para lo que hago», explica.

 

Un autodidacta.
Aunque los estudios en Bellas Artes lo ayudaron bastante, se puede decir que este artesano-escultor es autodidacta, y trabaja la madera como pocos. En general tallando rostros y figuras con una perfección que asombra.
Sus trabajos se diseminan en diversas localidades. Como decía, en Relmo son seis, y se destaca apenas sobre las demás -porque todas son maravillosas- ‘El carrusel de la vida’, que «resume la gestación, la niñez, la adolescencia y la ancianidad. Es un homenaje a la abuela Maruca Redondo, que tiene 102 años y aún vive en el pueblo… Está hecha sobre un ciprés que se secó y me llevó más o menos un mes terminarlo. Todavía me queda una escultura más para hacer, pero todavía no sé bien qué…», dice y sonríe enigmático. Aunque es probable que tenga muy claro a quien va a homenajear con esta obra.

 

Lo que viene.
En cuanto se pueda trasladar de una localidad a la otra llegará a Relmo -cuyo intendente es Néstor González («Gonzalito»)- para terminar con su trabajo.
Realizó otras 11 esculturas en Trenel, 5 en Arata, 4 en La Maruja, el Monumento al Hachero en Anchorena (San Luis), y tiene presupuestados trabajos en Santa Isabel («voy a hacer una abuelita hilando con la rueca», dice), y tiene «compromisos para algunas esculturas en San Martín y Bernasconi», anuncia. Aunque claro, como quedó dicho, dependerá de la pandemia y las posibilidades de trasladarse.

 

A ojo de buen cubero.
Lo que no deja de llamar la atención es que no utiliza bocetos, proyectos ni dibujos: «Miro el tronco sobre el que voy a trabajar, voy tomando las medidas en forma imaginaria y empiezo… no trabajo a escala, sino que diría que lo hago a ojo», señala. Y es verdaderamente extraordinario como consigue la perfección de sus figuras.
Decía antes que Cacho Fortunsky, para lograr en Castex sus dinosaurios de varios metros de altura -sin ser ingeniero, o profesional de alguna ciencia que le permitiera hacer mediciones exactas-, tampoco utiliza cálculos ni elementos para precisar las dimensiones.
Por quién sabe qué inteligencia particular igualmente logró reproducir los dinosaurios, de tal modo que responden a los tamaños y figuras que tuvieron aquellos mastodontes que poblaron la tierra millones de años atrás.

 

De General Pico.
De la misma manera las manos de Ruca han conseguido plasmar obras de singular belleza. Aunque, se insiste, su trabajo creativo no pareciera ser valorado suficientemente en su propia ciudad. Se ha visto sorprendido en alguna exposición cuando alguien le preguntó de dónde venía. «Soy de aquí, de Pico», contestó cada vez sin enojarse, aunque íntimamente sabiendo que no es justo. Algunas de sus obras se pueden ver en la Plaza Seca piquense.
Ha participado en diversos concursos -incluso internacionales- y fue reconocido en muchos de ellos, donde sí pudo gozar de la admiración que producen sus obras.

 

Oscar, el locutor.
Ha trabajado un poco de todo, y hoy en día lo hace en su carpintería, pero también tiene lo que llama un «aserradero portátil», con el que se dedica a sacar plantas donde lo convoquen, a tablear los troncos, y también a la poda. Se queja Oscar porque «no se consigue gente… dicen que falta trabajo, pero llamás para esto y es difícil que se acerque alguien y que verdaderamente muestre ganas de hacerlo», reprocha.
Una de las tareas que lo gratificó en su vida fue la de hacer locución. «Hice radio en Centro Impacto y en Laser durante 12 años, y me quedó eso de escuchar… es una forma de acompañarme. ¿En televisión? Veo un poco de películas de acción, algún documental, y si hay boxeo lo miro», completa.
Recuerda en algún momento que por un programa que llevaba adelante Tato de Marco dio clases en el Centro de Día, y que tuvo satisfacciones con eso: «Allí llegó un día Jony, un chico hiperactivo que se veía complicado por esto… con él hicimos ‘Mamá en gestación’, que la donamos y se colocó en el patio de la Unidad 13 de Santa Rosa. Fue muy lindo percibir como el pibe se sentía orgulloso de lo que había logrado», se regocija.

 

El arte de Ruca.
No sé si el artista es siempre consciente de lo que produce en el observador de su obra, o si se fija un objetivo de cuál es el mensaje que debe transmitir. Pero entiendo que, en el caso de Oscar, sus realizaciones apuntan a la sensibilidad y -a lo mejor sin proponérselo- deja testimonios de un tiempo y de una historia que pasó, o de la que nos toca transcurrir.
Lo cierto es que lo hace con trabajos donde exhibe su indudable capacidad y su talento… Aunque no todos lo aprecien suficientemente. Quizás porque es el artista «de aquí, a la vuelta de la esquina». Y eso es algo injusto… Muy injusto. ¿O no?
¿Usted qué piensa?

 

Una curiosa imagen
Roberto Omar Vivas era el padre de Ruca, y de alguna manera quien lo impulsó -aún sin saberlo- a ser el artista que ahora es. «Era un personaje especial que, como dije, murió porque fumaba como un loco: más de un atado de Particulares por día. El viejo medía 1,91, era cinturón negro de karate, y además conoció mucho porque estuvo embarcado en la Fragata ‘Libertad’. Mirá esto…», dice y señala una escultura en forma de busto.
«Este era mi papá, y siempre hago esto…», dice mientras pone un cigarro en la boca de la figura de madera. «Si cualquiera enciende un cigarro y lo deja ahí abandonado se apaga… pero vas a ver en un rato», dice y se queda hablando de otra cosa.
Varios minutos después vuelve a mostrar la imagen de su padre tallada en madera… increíblemente el cigarrillo sigue encendido, pero consumido hasta la mitad: «No sé por qué pasa esto… pero es cómo si el viejo lo fumara cada vez que lo pongo en su boca». Creáse o no eso sucedió. Lo vimos.

 

¿Cómo se trabaja con la madera?
Si acudimos a los libros podremos conocer que el tallado en madera viene desde el fondo de los tiempos, porque parte de un elemento que siempre estuvo disponible y a un costo relativamente bajo.
Hubo siempre grandes escultores, y cantidad que eligió la piedra (mármol), o también el bronce u otros metales para plasmar colosales figuras, muchas de las cuales se lucen en museos del mundo, o son monumentos en tantas plazas y paseos famosos. Pero también están los que como Ruca Huitrú trabajan sobre la madera.
En la escultura africana fue utilizada para hacer máscaras, estatuillas, objetos religiosos y artículos decorativos; y también para el tallado de canoas ceremoniales, pasando por la cultura del tótem de arte indio americano.
Cuentan que el tallado en madera también era común en Grecia, aunque menos prestigioso que la talla de marfil fue utilizada más para trabajos a pequeña escala.
Con el tiempo floreció en Europa, principalmente en iglesias y catedrales, y más tarde junto con muebles finos y decoración de interiores.
¿Cómo se trabaja? El artista empieza eligiendo un bloque de madera que le parece apropiado -en el caso de Vivas, a veces cortando árboles con una motosierra para darle forma-, y se utilizan diferentes herramientas para el tallado: gubias, cuchillos, cinceles, escofinas, mazas y martillos.
Como la madera se estropea con el paso del tiempo -es una obviedad decir que no tiene la durabilidad de la piedra-el escultor debe acudir a preservar la obra recubriéndola con barniz, resina o cera.
En el caso de Oscar, le gusta definir lo suyo: «Dónde hay un árbol muerto me llaman para darle vida», afirma convencido.

 

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