Domingo 14 de abril 2024

A 90 años de la masacre de Napalpí

Redacción 23/07/2014 - 04.03.hs

El pasado día 19 se cumplió el noventa aniversario de un hecho vergonzante para la Argentina toda, desmerecedor en forma absoluta de su pretendido renombre de país abierto e igualitario y "Babel en la que todos se comprenden", según cantara Rubén Darío en versos más agradecidos que veraces. La referencia apunta al suceso conocido como Masacre de Napalpí, cuando fueron asesinados unos 700 miembros de las comunidades indígenas Mocoví y Qom -hombres, mujeres y niños- en aquella localidad chaqueña que se resistían a trabajar en condiciones de semiesclavitud.
La autoría de la matanza estuvo a cargo de la policía territoriana y grupos de mercenarios enviados por los grandes terratenientes de la región que, además de la mano de obra gratuita, aspiraban a usufructuar las tierras de los aborígenes. Eran tiempos del presidente Alvear y en el Chaco gobernaba Fernando Centeno, quien ordenó la represión.
La acción tuvo características horrendas: se abrió fuego sorpresivamente sobre la comunidad indígena, que estaba desprevenida y desarmada, sin discriminar sexo ni edad, y se degollaron a los que quedaron heridos. El pretexto que dieron las autoridades suena conocido: rebelión, y los 200 muertos admitidos oficialmente amerita que el número cierto debió ser mucho más alto, como señalan la crónica extraoficial y la tradición. Transcurrido un mes del espantoso suceso todavía se perseguía a los pocos sobrevivientes para que no quedaran testigos, una metodología que también trae recuerdos a las actuales generaciones de argentinos. Otra coincidencia: el periodismo "grande" de la época, con escasas excepciones, no dio noticias de la masacre o lo hizo deformando las circunstancias.
Cuando aún siguen las matanzas de inocentes en el mundo y en un país pródigo en ellas (Conquista del Desierto, cazadores de tehuelches, Semana Trágica, fusilamientos en la Patagonia, bombardeo de Plaza de Mayo, desaparecidos de la última dictadura militar...) lo de Napalpí impacta más por su horror vesánico, por su concreción en un tiempo en que la nación presumía de su cultura y su posición en el mundo y -sobre todo- por un desprecio hacia la condición humana de aquellos que son étnica y culturalmente diferentes.
Napalpí estaba -está, aunque con otro nombre- a poco más de un centenar de kilómetros de la capital territoriana, por lo que ni siquiera se puede pensar en incomunicación o lejanía. La nación toleró el asesinato premeditado de sus propios ciudadanos y los autores, gentes que se decían cristianas y religiosas, mataron de una forma que supera cualquier calificativo. De poco sirve el perdón que pidiera oficialmente el gobierno chaqueño en 2008. Quizás, y solamente quizás, el dolor de esos pueblos indígenas, aterrorizados por generaciones después del hecho, se reconfortaría algo si se conociera y difundiera la verdad desnuda, con los nombres de quienes promovieron el genocidio.
Tampoco es para ilusionarse demasiado; en 1947 -bajo un gobierno de neto corte popular- hubo un hecho semejante y con los mismos justificativos. Todavía hoy, si se analizan con detenimiento, las noticias evidencian la discriminación y la violencia contra esas comunidades de argentinos postergados.

 


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