Domingo 21 de abril 2024

Al votar por Netanyahu, los israelíes cerraron las puertas a la paz

Redacción 19/03/2015 - 04.10.hs

El primer ministro Benjamin Netanyahu, habría obtenido treinta legisladores en la elección del martes 17. Así, en combinación con otros partidos de derecha, podría tener un cuarto mandato en Israel. De ese modo se cierran puertas a negociar con palestinos.
EMILIO MARIN
Con Netanyahu lo único bueno es que no se precisan de presentaciones. Es conocido en el mundo como el primer ministro israelí más agresivo; entre otras agresiones a los palestinos en Gaza, entre julio y agosto de 2014, provocó 2.131 muertos, entre ellos 530 niños. Ya había gobernado entre 1996 y 1999, a la cabeza del partido Likud, el mismo de Ariel Sharon y otros reputados partidarios de la agresión y no el diálogo con sus vecinos.
En febrero de 2009 volvió a ganar las elecciones, aprovechando la crisis del centro-derechista Kadima y los problemas de corrupción que aquejaban a Ehud Olmert. Gobernó desde entonces dos mandatos más, hasta que a fines de 2014 su coalición perdió la mayoría de la Knesset o parlamento, debiendo llamar a nuevas elecciones.
Esos comicios se realizaron este martes y contra la mayoría de los pronósticos volvió a ganar Netanyahu, que habría colectado hasta 30 legisladores. Como ese legislativo tiene 120 integrantes, con ese capital propio no le alcanza para la mayoría de 61. Pero no tendrá demasiadas dificultades en sumar aliados como los que tenía en su coalición, por ejemplo los 9 representantes de La Casa Judía, del derechista Naftali Bennet. Seguramente serán de la partida los 14 que suman entre los ultrarreligiosos Shas y Judaísmo Unido de la Tora. Y también es previsible que llegue a un acuerdo con los 5 de Israel Nuestro Hogar, de Avigdor Lieberman, que fue su canciller y aspira a la cartera de Defensa para "terminar el trabajo" en Gaza, léase llevar adelante un invasión más genocida que la del año pasado.
Si aún le faltan algunos votos en la Knesset podría apelar al centroderechista Kulanu, que atesoró 10 asientos y pueden sentirse más afines de Netanyahu que del centrista Campo Sionista, del laborista Isaac Herzog y la ex canciller Tzipi Livni, que según el conteo incompleto tendría 24 legisladores.
Estos comicios confirmaron lo errático de los sondeos electorales que sostenían que el premier se encaminaba a una derrota frente a Herzog y que apenas sumaría 20 votos contra 24 de Campo Sionista. Sin embargo no fue así y Netanyahu acrecentó su fama de "mago", según sus adherentes. Los palestinos y demás pueblos árabes, en cambio, lo llaman de otra manera.
En esta elección se presentaron con lista Común cuatro agrupaciones que representan a los palestinos que viven en Israel, "árabes israelitas". Y tuvieron una cosecha más que interesante, con 13 legisladores, constituyéndose como tercera fuerza. Un 20 por ciento de la población tiene esta procedencia árabe y pena muchísimo por los intentos de judaizar más aún el Estado. Ahora tendrán una mejor representación parlamentaria aunque eso no sea una garantía absoluta en una estructura tan agresiva con quienes viven en Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental.

 

Lo formal y lo real.
En lo formal, el sistema político israelí daría muestras de andar relativamente bien. Netanyahu perdió la confianza de la mayoría del parlamento y entonces llamó a nuevas elecciones. Las ganó el premier, que comenzaría su cuarto mandato (tercero ininterrumpido) si le encarga formar gobierno el presidente Reuven Rivlin, en aproximadamente una semana. Al encargado puede insumirle otra semana o poco más lograr los acuerdos necesarios y plasmar un nuevo gabinete. Si culmina este mandato estaría empatando la marca histórica gubernamental de Ben Gurión al frente del Estado, que fue de doce años. "Bibi" ya tiene nueve en su haber, en total.
También en alabanza al sionismo se podrá alegar que había 5,9 millones de personas en condiciones de votar y que lo hizo el 71,8 por ciento, tres puntos más que en los comicios de 2013. Y que, como quedó consignado, hasta los árabes israelitas pudieron presentar su lista unificada, con buen suceso electoral. En esa coalición está presente el Partido Comunista.
O sea que los gobernantes israelitas podrían presumir de que la suya es una democracia casi perfecta, porque "integra" a la derecha del Likud y a la izquierda del PC, pasando por el neonazi Lieberman que quiere borrar a Gaza del mapa, incluso con una bomba atómica, y la otra derecha dura de Benneth, siguiendo por el centro-izquierdista Meretz, que sacó 4 diputados, uno menos que los acostumbrados, por lo que renunció inmediatamente su principal dirigente, Zehava Galón.
Sin embargo la "democracia" israelita acredita el uso de comillas.
En primer lugar porque gran parte de los dirigentes tiene las manos muy manchadas con la sangre de palestinos. La última operación contra Gaza llamada "Borde Protector" dejó el mencionado saldo de muertos civiles y una destrucción material estimada en 4.400 millones de dólares. Sólo los poderosos amigos internacionales que aún cuenta Israel y la complicidad de otros le ha permitido hasta ahora gambetear en la Corte Penal Internacional las demandas por crímenes de lesa humanidad y genocidio.
En segundo término porque lejos de acatar las resoluciones de Naciones Unidas y los acuerdos de Oslo (1993), los gobernantes israelitas, muy en particular Netanyahu, se han caracterizado por hacer estallar las negociaciones de paz emprendidas con la Autoridad Nacional Palestina. El punto clave de ese estallido fue la continuidad de las construcciones ilegales de barrios y colonias en Cisjordania y la parte este de la "Ciudad Santa".
El tercer aspecto que caracteriza al estado de referencia es el aumento del costo de la vida, los alimentos, los alquileres y vivienda, al punto que este último tema fue motivo de debate en la campaña electoral. ¿Lo seguirán resolviendo a expensas de las tierras palestinas?

 

La derechización.
En parte las encuestas son falibles, pero en los comicios israelitas hay una disculpa para los responsables de esos sondeos. A último momento, por lo tanto no detectable con antelación, el candidato del Likud se radicalizó hacia posturas aún más derechistas. El objetivo era robar votos a la derecha aliada, para fortalecerse él mismo, Netanyahu, en detrimento de Bennet y Lieberman, entre otros.
En sus últimas declaraciones y un reportaje al sitio web de Sheldon Adelson, un magnate judío-estadounidense de los casinos y el juego, el premier prometió en forma inequívoca que de ser reelecto nunca permitirá la existencia de un Estado palestino. Lo fundamentó de esta manera: "creo que quienes se movilizan para establecer un Estado palestino o intentan retirarse del territorio simplemente están liberando el territorio para ataques terroristas islámicos en contra de Israel. Quienes no entiendan esto, están enterrando la cabeza en la arena" (Democracy Now, Nueva York, 17/3).
Hasta ese momento Netanyahu trababa e imposibilitaba de hecho cualquier negociación que pudiera conducir a un Estado Palestino. Las saboteaba cada vez que la administración Obama las apadrinaba desde 2009 en adelante, con la más prosionista Hillery Clinton en el Departamento de Estado y luego con el algo más moderado John Kerry. Ahora, en la víspera del comicio, el premier israelita sacó a relucir su verdadera postura: no rotundo al estado palestino.
Al menos en este punto es troglodita pero sincero. En cambio Washington, que puede diferenciarse de Israel porque de palabra dice auspiciar esos diálogos entre las dos partes, llegado el punto de la verdad en la ONU vota en contra de la admisión de Palestina como miembro de pleno derecho.
En esa línea de pensamiento, el premier ha reiterado que Jerusalén es la capital única, indivisible y eterna de Israel, blanqueando también en este punto que los palestinos deben olvidarse de situar en la porción oriental de la ciudad la capital de su futuro estado.
En este tópico no estaba diciendo nada nuevo. "Netanyahu dijo que Jerusalén será siempre la capital unificada de Israel", titulaba "La Nación" el 21 de mayo de 2009 la nota sobre la ceremonia "para celebrar el 42 aniversario de la conquista y la anexión del sector oriental de la ciudad".
Ahora la pelota quedó picando en el campo palestino. El titular de la ANP, Mahmud Abbas, anunció que despachará al negociador Saeb Erekat con nuevas denuncias ante la Corte Penal Internacional. Por su parte Hamas, que descree de esas gestiones, pide a Abbas que se concentre en atender a la unificación de las organizaciones palestinas para formar un frente común. Debe intuir que un nuevo gobierno de Netanyahu, con similar composición derechista, puede ser un anticipo de nuevas agresiones.
El presidente Barack Obama debe haber tomado nota que el primer ministro hebreo le ganó por ahora la partida. Netanyahu fue a EEUU a denostar la negociación de un acuerdo con Irán, que Kerry sigue negociando en Suiza. Y pese a esa posición desubicada con su socio mayor y contraria a la paz regional y mundial, el candidato del Likud ganó las elecciones.
En este caso parece aplicable el dicho de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. La mayoría de los votantes del 17 de marzo, no todos, le han dado un cheque en blanco a un invasor serial como Netanyahu. Así han ayudado a cerrar por más tiempo la puerta de la paz en Medio Oriente. Deberían hacerse cargo de su errónea decisión.

 


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