Alternativas para darle denominación a la rúa

Señor Director:
Digo "rúa" en el título de esta nota porque en primera acepción, para la Academia, es la manera de nombrar a la calle de pueblo.
Me he ocupado más de una vez del tema del nombre de las rúas. En casos, cuando no aparecen nuevas calles o las calles principales ya tienen nombre, lo que se suele hacer es bajar el que está y poner el que se considera apto para recordar a persona con mayores méritos o méritos más actuales, por lo menos para el nombrador. Hay quienes resisten estos cambios, considerándolos arbitrarios o abusivos en el uso del poder.
Dado que en el Antiguo Testamento el hombre recibe del Creador la condición de nombrador (debía dar nombre a la multiplicidad de creaciones que integraron la creación de nuestro mundo, que entonces se creía que era mundo único o posible). Por cierto que el hombre se tomó muy en serio este papel y no ha podido poner término a tal quehacer porque su ciencia descubre constantemente aspectos de la realidad que permanecían desconocidos (aunque creados). Los descubrimientos tradicionales: nuevas tierras, mares, ríos, lagos, montañas, pueblos y culturas, se han agotado en el espacio habitable y lo nuevo que suele aparecer es lo viejo que desconocíamos y que se ha conservado en forma de fósiles. El nombrador, sin embargo, sigue teniendo tarea, porque avanza su capacidad para tomar conocimiento de lo muy distante y de lo muy pequeño. Cada hallazgo queda registrado con un nombre.
Puede creerse que la costumbre de usar el nombre de algunos de los nombradores para nombrar algo que no es humano da muestra de cansancio o de un paulatino desmerecimiento de la función de nombrar o una forma de idolatría del prójimo, quizás como una manera de esperar reciprocidad, o sea un ir para que haya vuelta: nombrar para ser nombrado. Estos juegos del nombrador pueden llevar a entender que los nombres son, al cabo, medios o arbitrios que usamos ante el hecho de que cuando se convive se hace necesario identificar de alguna manera a cada uno y que el nombre, en definitiva, es un objeto de uso que en nada condiciona y menos aún dice algo sobre la esencia de lo nombrado.
Como se aprecia, si nos ponemos a analizar esta cuestión de los nombres y del Nombrador nos lleva a terrenos que debemos transitar con cuidado para no terminar viviendo en un mundo de conveniencia que puede distanciarnos de lo real. El hecho de que los padres suelen discutir si el niño por nacer se llamará María o Josefa o Juan o Mario advierte que el nombre no es la persona, dato que puede revelar que cuando usamos un nombre para nombrar una calle, esa o esas palabras dejan de representar a quien ocasionalmente fue así denominado. De modo que una calle es eso, calle, rúa, espacio para el tránsito común, cuyo nombre elegimos como cuando alguien de nuestra especie está por nacer. En algunos municipios se ha optado por designar las rúas con números, aunque en casos como el de General Pico el número es el nombre de guerra, falso pero de uso, en tanto que el verdadero (al menos en la intención del nombrador) sería el que ha correspondido a determinada persona (aunque ella haya tenido innumerables sinónimos). Quiero decir que en Pico las calles se conocen por un número y también llevan un nombre, que nadie tiende a tener en cuenta. Como si sobrara, lo que demostraría que el papel de estas denominaciones se agota en el uso, aunque intentemos que sea un homenaje a aceptar y compartir.
Toda esta introducción (¡!) es para decir que me agradó saber que en Winifreda los ediles han acordado dar nombre de pájaros a las rúas de un nuevo barrio y así se nombrará a la calandria, el hornero, el colibrí, el zorzal, el benteveo, el cardenal, el chingolo, el siete colores, el pecho colorado. Santa Rosa lo hizo en un momento de expansión y esos nombres suenan a música. Creo que está bueno obrar así, aunque, claro, sería mejor que hiciésemos algo por facilitar la vida de estas aves.
Atentamente:
JOTAVE