Jueves 14 de marzo 2024

Antipoesía como uno de los métodos para vivir cien años

Redacción 21/09/2014 - 03.39.hs

Nicolás Parra puede ser pensado (o mentado) de muchas maneras. Hasta como poeta.
En estos días, cuando acaba de cumplir cien años de vida, probablemente se lo sigue pensando de muchas maneras, pero se lo dice en términos de admiración. Quizás no se ha dejado de rechazarlo o de no entenderlo, pero nadie osa decir que no lo acepta. Por lo menos, es así desde que recibió en premio Cervantes, aunque es probable que quienes no lo digieren se aferren a la esperanza de que no llegue a ser el tercer chileno que obtenga el premio Nobel de Literatura.
El día de sus cien años la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, fue hasta su residencia para hacer saber (no a él, quizás sí a los chilenos) que para la cabeza del gobierno Nicolás Parra es un connacional que honra a su país. Los malpensados, a los que Parra suele celebrar, podrán decir que Michelle tuvo este gesto para evitar que agregue su retrato a su pintura (porque Nicanor Parra es también artista plástico) en el cuadro titulado "El pago de Chile", ilustrado con la figura de los presidentes del país: todos ellos pendientes de una soga atada a su cuello.
Enojó Parra a la izquierda chilena cuando aceptó tomar una taza de té con la mujer de Nixon, el presidente de Estados Unidos. Enojó a la derecha chilena cuando colgó a todos los presidentes de su factura. Y enojó a ambos sectores cuando reescribió una conocida consigna política: "La izquierda y la derecha /unidas /jamás serán vencidas".
Ya han dejado de resentirse los poetas y los admiradores de Neruda. Pero ahí están los versos de Nicolás Parra (el antipoeta): La poesía /morirá / si no /se la ofende. /Hay que poseerla /y humillarla en público. /Después se verá /lo que se hace".
Será curioso, pero hace ya varios años Harold Bloom, el respetado crítico norteamericano, escribió esto sobre Nicolás Parra: "Incuestionablemente: uno de los mejores poetas de Occidente".

 

Parra
El apellido Parra se hizo conocer y querer en una de sus versiones femeninas: Violeta, la música chilena, la mujer que antes que su hermano mayor, llamó la atención de quienes valoran la música popular por haber reconocido en ella a una cultora diferente y singularmente valiosa. Mujer trágica, también, Violeta, como para certificar que la felicidad no es la corona habitual del éxito o que no es bueno esperar que siquiera en alguna combinación azarosa la felicidad novelable pueda lucir como un halo sobre la cabeza de quienes se empeñan en navegar contra la corriente.
La dinastía de los Parra apareció en el sur de Chile, cerca de Chillán. Allí se desempeñaba el maestro Nicanor Parra, amante de la música, casado con Rosa Clara Sandoval Navarrete, de origen campesino, aficionada a la música y que gustaba cantar folclor. Nicolás, el ahora centenario, pudo ir a Santiago a cursar estudios superiores, orientándose hacia la matemática y la física. Luego complementaría estos saberes en universidades de Estados Unidos y de Inglaterra. Se destacó en ambas líneas profesionales y obtuvo premios, pero fue inclinándose por las letras y las artes visuales.
Y lo que hizo, a poco andar, fue, según la argentina Silvina Friera, que "bajó a la poesía del pedestal culto y refinado para aproximarla al barro de la palabra hablada, la crónica periodística, el sermón religioso o el pregón del vendedor ambulante". Esto fue así, rotundamente, desde que publicara "Poemas y antipoemas" en 1954. Arremetió contra la poesía como vaca sagrada: "Durante medio siglo /la poesía fue /el paraíso del tonto solemne". Era cuando brillaba la estrella de Pablo Neruda. No obstante diría en otro momento, con respecto a los poetas, que "Hay que eludirlos a todos"... luego de haberlos "incorporado a todos".

 

Receta
Cuando Roberto Bolaños regresó a Chile, luego de haber completado estudios en el exterior, fue a buscar a Nicanor Parra. Porque, escribió, "no han podido contra él ni la izquierda chilena (tan derechista") ni la derecha chilena, tan neonazi". Bolaños, uno de los más notables literatos surgidos en Chile el siglo pasado (y de corta vida), agregó que tampoco pudieron contra Parra "los profesores latinoamericanos que pululan por los campus de las universidades norteamericanas... ni siquiera los seguidores de Parra han podido con Parra".
Después del sofocón inicial (por los antipoemas de 1954) Parra comenzó a ser reconocido en su país y en 1969 recibió el Premio Nacional de Literatura. Cuando volvió de Europa, lo hizo casado con la sueca Inga Palmen, con quien tuvieron tres hijos: una artista plástica y dos músicos ahora.
En 2011 ya tenía 97 años y no pudo viajar a Madrid para recibir el Cervantes de Letras. Un nieto se hizo cargo de representarlo. Hace poco dijo que ahí estaba "sin apuro por desaparecer el mapa". Su receta para seguir viviendo es ni pensar en la inmortalidad.
Jotavé

 


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