Viernes 12 de abril 2024

Cambio de lento curso en el mundo humano

Redacción 31/07/2014 - 04.40.hs

Señor Director:
Un instituto de la UCA (Universidad Católica Argentina) da cuenta de cómo los argentinos dejan de casarse por la iglesia.
El informe especifica que en veinte años los matrimonios por la iglesia católica cayeron en más de un cincuenta por ciento. El estudio, que dio respuesta a un pedido del papa Francisco, detalla que en el año 2013 hubo un 61 por ciento menos que en 1990.
El dato no es novedoso. Viene siendo anunciado por los registros civiles desde fines del pasado siglo y se repite en el mundo, en particular en el occidental. Tampoco explica qué está aconteciendo, puesto que también sucede que cae la proporción de casamientos formales, incluso los del registro civil. Lo que tenemos es la formación de parejas, para las cuales lo decisivo es el consentimiento de cada parte, al tiempo que cada parte se reserva el derecho de desatar la relación. Y también cae, aquí y en casi todo el mundo, la natalidad. La pareja que está sustituyendo al matrimonio renuncia a gestar nuevas vidas o las difiere para cuando crea haberse estabilizado y cuando cada miembro entienda haber completado la exploración de sus opciones. Un efecto de esto es la pérdida de fertilidad y los esfuerzos por recuperarla o por adoptar.
Se observa que la tendencia decreciente de la natalidad se acentúa en los países ricos y es sensiblemente menor en los países pobres. La natalidad más baja se da ahora en Hong Kong, Japón y Alemania, y la más alta en las poblaciones subsaharianas (África). A partir de la tendencia decreciente se ha hecho un estudio sobre el tiempo para que un país se quede sin población. En Hong Kong la última mujer nacería en 2798. Japón, Alemania, Rusia, Italia y España se quedarían sin población en el próximo milenio, China duraría unos 1500 años y Brasil 4800 años. Desde luego, las tendencias no permanecen invariables, pero lo cierto es que desde que la población mundial pasó de los siete mil millones se ha acentuado el decrecimiento de la natalidad.
Lo que se advierte es que la baja de casamientos formales y la reducción y demora de la prole es una tendencia que se acentúa y si bien vemos que coincide con desplazamientos de poblaciones, que tratan de ingresar en los países más desarrollados (huyen del hambre y la inseguridad), damos por supuesto que la causa está por afuera de los gustos. La tendencia estaría determinada por desarrollos tecnológicos (que crean una incógnita con respecto a los puestos de trabajo) y por los rasgos actuales de la economía, que acentúan la concentración de la riqueza y el incremento del poder financiero respecto del Estado, que es, como se sabe, la institución ideada para conducir el proceso social conforme a pautas que no dañen gravemente la convivencia.
El diagnóstico de la situación no siempre es confiable, porque ahora existe una enorme capacidad de manipular la información, hasta desinformar. Lo que se hace visible son efectos como el que nos ocupa hoy, sobre la pareja humana y la disminución de la natalidad, fenómenos que vienen acelerándose desde las últimas décadas del siglo pasado.Ante el dibujo que surge del estudio de estas tendencias, se hace notorio que los individuos, si bien creen estar haciendo opciones libres, en una medida preocupante están siendo determinados por series causales que no perciben y que son la razón real de los cambios.
El casamiento que generaciones recientes pudieron pensar como proceso "natural" de los dioses o de la sociedad o del comportamiento normal de los sexos, ha sido, sin embargo, una criatura histórica. En cierto estado de desarrollo de la sociedad humana y de su asentamiento en el planeta, fue una forma de organizar la existencia colectiva. Al completarse el proceso de ocupación del planeta y variar la situación del individuo en la sociedad, esa forma está siendo reemplazada. Como siempre, el porvenir es incognoscible, aunque sea posible conjeturarlo.

 

Atentamente:

 

JOTAVE

 


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