Martes 09 de abril 2024

Cómo usó Bolsonaro la mentira en las redes

Redacción 30/10/2018 - 01.49.hs

Especialistas en análisis de audiencias detectan los miedos y rechazos más profundos de la sociedad que
antes fueron exacerbados por los grandes medios.
JORGE ELBAUM
El rol de las redes sociales y las aplicaciones de mensajes directos (básicamente WhatsApp) en la campaña electoral de Jair Bolsonaro es uno de los temas centrales de las nuevas formas de configuración política en Latinoamérica. Las noticias falsas, la propaganda, la construcción de un sentido común acrítico y la siembra de odio no son prácticas innovadoras en la política ni en la guerra. El intento de configurar sujetos pasivos y maleables ha sido estudiando desde hace siglos para captar la voluntad social colectiva y dirigirla en provecho de intereses corporativos. Lo que ha cambiado es el canal de su propagación, su direccionalidad y el territorio donde se hacen más efectivas la circulación de mitos, versiones y consignas convincentes y sensibilizadoras.
La viralidad y la interactividad han suplantado la histórica verticalidad del discurso político. Estas han sustituido la característica direccionalidad descendente de los contenidos propuestos por el partido, el programa y el candidato. La campaña de Bolsonaro se sostuvo con gestualidades brutales y se apoyó en mitologías presentes en los miedos sociales acumulados, mucho más que en propuestas y proyectos. Para una gran parte de la población brasileña, sobre todo a aquella que posee menos capacidad crítica, la complejidad de las políticas públicas es percibida como una entelequia incomprensible. Lula, un obrero metalúrgico, ha dejado su lugar a un brillante académico paulista. Bolsonaro es la retórica desnuda y brutal del cuartel.

 

Manipular a gran escala.
Los brasileños han cambiado las formas de comunicarse y acceder a la información. El celular ha pasado a ser el receptor prioritario de novedades a partir de WhatsApp que cuenta con 120 millones de usuarios integrados en redes de afinidad que brindan una pátina de confiabilidad sobre lo que envían y reciben. Dichos usuarios representan el 80 por ciento de todos los votantes brasileños y la campaña de Bolsonaro se efectivizó fundamentalmente por esa vía junto a Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.
Un informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, (Celag) sobre la distribución entre receptores de redes sociales de Bolsonaro, Haddad y Lula muestra una clara preponderancia del primero sobre los otros dos. El peso etario de los seguidores se asienta en los más jóvenes, los denominados millenials, que tienen limitada exposición a la TV, no escuchan radio sino de internet y se informan únicamente a través de redes segmentadas por grupos de interés.
Una gran parte de la campaña fue instrumentada por consultoras expertas en algoritmos y análisis de audiencias, capaces de detectar los miedos y rechazos emocionales más profundos que atraviesan la sociedad. Varios de esos temores fueron previamente inoculados por los medios hegemónicos, y luego dirigidos a segmentos detectados. Estos últimos terminaron constituyéndose en el activismo político central de Bolsonaro. Luego se utilizaron a miles de influencers de redes (previamente detectados por poseer gran cantidad de seguidores) para multiplicar las amenazas, las mentiras y las tergiversaciones. El paso final incluyó el uso de aplicaciones robotizadas capaces de analizar la big data inicial (provista por los ensayos de recepción), y dispuestas a evaluar el éxito o fracaso de las fake-news. Con esa información, los analistas se reorientaban y reposicionaban de forma precisa y ajustada en los ejes más consentidos.

 

Intoxicación programada.
El círculo viral para lograr una ola electoral positiva se configuró a partir de siete ejes consensuados con el equipo de campaña de Bolsonaro, del que participa Steve Bannon, ex jefe de asesores de Donald Trump. Junto a este actuaron integrantes del Comando de Comunicaciones de Guerra Electrónica del Ejercito (CComGEx), capacitados en sociología, antropología, comunicación y estadística, saberes dispuestos para Tácticas y Procedimientos Operacionales (TTP), indudables dispositivos de guerra psicológica. El espionaje no fue ajeno a esta operación: según el analista Rodrigo Lentz, Fernando Haddad fue monitoreado ilegalmente por equipos dirigidos por el general Segio Etchegoyen, actual integrante del ministerio de seguridad institucional de la presidencia de Brasil.
Los capítulos de intoxicación comunicacional apócrifos, elegidos para deslegitimar a Fernando Haddad ueron los siguientes (1) La existencia de un supuesto "kit gay", orientado a sexualizar a niñas y niños, que habría sido distribuido Haddad en escuelas públicas, mientras se desempeñaba como ministro de educación de Lula. (2) La apelación a la crisis de Venezuela como potencial futuro de un gobierno petista. La difusión de góndolas vacías con el rótulo del chavismo fue la imagen central que acompañó esta viralización. (3) La propagación de una imagen de una anciana supuestamente agredida por militantes de izquierda (con la cara deformada por los golpes), cuando en realidad se trataba de un actor que había tenido un accidente. (4) La supuesta defensa del incesto por parte de Haddad, denunciado por uno de los ideólogos de la extrema derecha, Olavo Carvalho. (5) La pretendida intención del PT de legalizar la pedofilia. (6) La difusión de una foto de Dilma Rousseff como integrante de un batallón militar cubano.

 

No son nuevas.
Ninguna de estas viralizaciones sería eficaz si no fuese dirigida específicamente a quienes tienen menos capacidad crítica como para negarlas o contrastarlas con la realidad. Ese es el rol de los robots que analizan big data y que pueden orientar mensajes más efectivos a cada segmento social. El historiador Marc Bloch, fusilado por los nazis por su doble condición de judío y miembro de la resistencia francesa en 1944, se preguntaba en un texto de 1921: "Las noticias falsas, en todas sus formas, han sido parte de la humanidad. ¿Cómo nacen? Una falsedad solo se propaga y se amplifica con una condición: encontrar en la sociedad un caldo de cultivo favorable. En él, de forma inconsciente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores". Las fake-news no son nuevas. Sólo exigen sujetos que acepten creerlas para darle cabida a determinados miedos instalados. La solución de fondo supone la construcción de ciudadanos críticos. Poco manipulables por manipulaciones simbólicas. (Extractado de El Cohete a la Luna).

 


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