Jueves 21 de marzo 2024

Constituyente: una salida al laberinto neoliberal

Redaccion 23/10/2020 - 22.10.hs

Se trata de recuperar lo que le pertenece al pueblo y construir otro modelo de desarrollo, profundizando lo que conocemos como democracia, cuestionando la acumulación
de poder en pocas manos y la mercantilización de la vida.
MANUELA ROYO*
El despertar del estallido social chileno trajo consigo una fuerte sacudida de todas las formas de dominación. De la mano de la toma de las calles la fuerza de la movilización popular fue desmonopolizando los espacios de participación, resignificando el ejercicio de los derechos civiles y políticos, ampliando los caminos de la acción y la deliberación política colectiva.
El plebiscito consultivo es su fruto inmediato. Para quienes hemos estado en las calles, en las organizaciones populares, construyendo desde los territorios y sus luchas, la constituyente es un desafío en el que podemos volver a quedar de lado.
Las preguntas son muchas, y quienes hemos vivido caminando por comunidades mapuche, luchando día a día por sacar adelante nuestros proyectos de vida, intentando sortear los obstáculos del modelo neoliberal, desconfiamos de la institucionalidad de los poderosos, sabemos el peligro que significa atraparse en la jaula legal de las instituciones políticas formales, que durante 30 años permitieron la concentración de las riquezas en manos de unos pocos.
La «política de los acuerdos», los consensos entre élites civiles y los grupos empresariales, y la conservación del poder político de las fuerzas militares, caracterizaron una transición profundamente elitista, que dejó en manos del mercado hasta los espacios de cuidado de la vida más fundamentales, llegando a privatizar elementos tan vitales como el agua y el sistema de pensiones.

 

Doble filo.
Desde hace 30 años, los denominados «gobiernos democráticos» se encargaron de reproducir un modelo que impuso su programa por sobre una sociedad desarticulada, incapaz de enfrentar las políticas privatizadoras. La desarticulación política posdictadura, sumada al desencanto de los sectores populares, permitió que el proyecto neoliberal se fuera colando por todas las esferas de la vida social, corroyendo los lazos comunitarios característicos del mundo popular.
En este escenario, la Constitución de 1980 fue el dispositivo que institucionalizó la concentración del poder en manos de una elite política que monopolizó la toma de decisiones, incluso por el propio Estado. Por ejemplo, el «Plan laboral» elaborado por José Piñera en 1979, es un entramado normativo que limita la actuación de los sindicatos, protegiendo al máximo el derecho de propiedad y los mecanismos de acumulación del capital, para restringir y debilitar a los sindicatos, la negociación colectiva y el ejercicio del derecho a huelga. A partir de allí los sindicatos perdieron toda fuerza, y así muchos otros espacios de participación política no estatal.
Pero como alguna vez dijimos, de la derrota se sale luchando. Y ante la incapacidad de la institucionalidad de contener la indignación producida por la injusticia social, las millones de personas que salimos a las calles desbordamos el marco de la ley y de la institucionalidad vigente.
No es necesario ser abogado para darse cuenta que el derecho no es un fin en sí mismo, sino más bien, una herramienta que puede servir tanto para subvertir el orden existente, en términos de redistribución de las riquezas y del poder, como también puede ser un mecanismo que permite levantar muros y cerrojos para no cambiar el modelo.
Por ello, en este largo camino por el reconocimiento de los derechos, se abre la posibilidad que la lucha emancipadora chilena se transforme en una voz constituyente desde los pueblos, sin perder de vista el legítimo temor de que la vía electoral se transforme en una trampa para todas aquellas fuerzas políticas que se piensan y se levantan desde abajo, tal como aprendimos de la experiencia del plebiscito y la transición pactada con la dictadura cívico militar de Augusto Pinochet.

 

Proyecto emancipador.
El estallido social desbordó los límites de la democracia neoliberal, demostrando la capacidad colectiva de intervenir en asuntos públicos y de cuestionar la democracia y la participación en los términos tradicionalmente conocidos.
Hoy la constituyente nos desafía a pensar en cómo superar la representación política delegada, y derrotar con ello las lógicas de dominación y opresión enquistadas en la orgánica del orden jurídico chileno. Por ello, una nueva constitución además de reconocer derechos colectivos, sociales y reproductivos, también debe definir formas políticas no estadocéntricas, que permitan controlar al Ejecutivo y al poder Legislativo, junto con poder tener un órgano y mecanismos procedimentales de defensa de los derechos sexuales y reproductivos, como así también derechos sociales, colectivos, como podría ser un Defensor del Pueblo
Estas formas de política deben pensarse desde abajo, el proyecto de emancipación social, y de transformación en una sociedad más justa, requiere una estrategia que tiene que ser construida colectivamente desde los territorios, apuntando hacia la transformación de las estructuras dominantes, eliminando los cerrojos y muros impuestos por la Constitución de 1980, como una estrategia de superación del modelo de violencia históricamente ejercida contra las mujeres, los pueblos indígenas, y los sectores populares.
La salida del laberinto neoliberal requiere la toma de decisiones sobre los asuntos y problemas que a todos y todas nos afectan, el ejercicio de prácticas colectivas y comunitarias de organización, con la suficiente autonomía para asegurar la no cooptación, apuntando hacia la configuración de un sistema menos personalista del poder, que desde una pluralidad orgánica permita reorganizar las relaciones entre la sociedad y el Estado, cuestionando el monopolio estatal del poder.
Se trata de recuperar lo que le pertenece al pueblo y construir otro modelo de desarrollo, profundizando lo que hoy conocemos como democracia. Este puede ser un camino interesante para cuestionar la acumulación de poder y del capital en manos de unos pocos, y frenar el predominio mercantil sobre la vida, la naturaleza y los territorios, apuntando hacia la reapropiación social comunitaria de las aguas, de las tierras y de los territorios. (Extractado de Nodal).

 

*Doctora en derecho, abogada de Modatima y Alianza Territorial Mapuche.

 

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