Jueves 04 de abril 2024

Creadores en el campo abierto de lo cultural

Redacción 22/07/2017 - 01.59.hs

Señor Director:
En el curso de esta semana ha sido recordado Roberto Fontanarrosa por haberse cumplido el décimo aniversario de su fallecimiento.
He leído numerosos testimonios acerca de sus valores, escritos en estos días por personas significativas de nuestra cultura. Fontanarrosa ha sido para mí la primera experiencia acerca de un rasgo de la cultura, especialmente la literaria: la tendencia a organizarse en estratos o niveles incomunicados y hasta incomunicables. La historia y la sociología me han permitido ver que esta inclinación repite el fenómeno de la formación de las aristocracias, las cuales hicieron del saber un elemento de poder. Eso dio lugar al extensísimo período del llamado obscurantismo, que entró en declinación con la conquista de la enseñanza universal, pública y gratuita, logro que sigue bajo acoso por la fuerza de la misma tendencia.
Sucedió que, como lector de cuanto ha estado a mi alcance, alguna vez llegué a saber de Fontanarrosa, creo que a partir de una de sus criaturas. O de dos de ellas, no sé cuál primera: Boggie el Aceitoso e Inodoro Pereyra. Al final me quedé con Inodoro, sobre todo por su instalación en un ambiente de gaucho post Martín Fierro, dueño de una sabiduría consistente. El gaucho de Hernández tiene dos versiones, la de la Ida y la de la Vuelta. El de la ida es un gaucho de transición, el de la Vuelta es un producto de la voluntad de nuestra oligarquía de contraponer una figura nativa, "auténtica", a la irrupción caudalosa del inmigrante.
Inodoro vive en una chacrita con su perro Mendieta y su pareja, la Eulogia, de mal carácter y celosa. Su rancho es de adobe (pobre, dice él, pero tampoco limpio). El perro Mendieta es su interlocutor y aunque viven más bien aislados, saben todo acerca del mundo de Fontanarrosa. Alguna vez "el Negro" explica que Mendieta no es un perro que habla, fue humano y es la víctima de una brujería. Es, Mendieta, uno de los perros notables de la literatura humorística. Otro que ganó fama fue el Pucheto. Desde su rancho, Inodoro y Mendieta comentan la actualidad, no la de su tiempo presunto, sino del que estaba viviendo Fontanarrosa, quien lo dibujó y le dio voz para comentar lo singular de la sociedad humana (no solamente la argentina) de su tiempo, que es el nuestro pues vivió hasta 2007, cuando una esclerosis le impidió primero dibujar y finalmente puso fin a sus días cuando tenía poco más de sesenta años de edad. Siguió hasta el final con las criaturas de su ingenio y con su don literario, desplegado en cuentos y novelas que confirman su don creador, curiosamente ninguneado por los "altos" círculos literarios. A los diez años de su muerte quedarán reticencias, pero hay más reconocimiento. También fue autor protagónico en revistas de Humor (Hortensia), hoy sin expresión a pesar de haber trazado una larga tradición argentina. Pero los dibujantes de personajes que son agudos observadores de la actualidad, perduran.
Otro argentino que tiene lugar importante en la cultura actual, conocido como "divulgador científico" es Adrián Paenza. Por cierto que asume con responsabilidad y talento este papel necesario. Sigue de cerca algunos desarrollos de la era digital y eso le permite avisar que esta innovación (internet y sus variedades) conlleva amenazas para la sociedad. Sus más recientes aportes se refieren al desarrollo de la inteligencia artificial. De sus sorprendentes avances. Avisa que los robots han irrumpido en el ámbito de la inteligencia creadora, atributo "privativo" de nuestra especie. Ya existe la computadora que puede pintar como Rembrandt y escribir como Borges. Los japoneses han creado una que es capaz de escribir una novela "de" Faulkner, de Borges o de cualquiera de los grandes autores.
Nuestro mundo está cambiando con tanta velocidad que necesitamos de expertos como Paenza para no ignorar dónde estamos y sospechar adónde nos llevan.
Atentamente:
Jotavé

 

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