Jueves 11 de abril 2024

Cristina renovada, ajena al PJ y muy cerca de la gente

Redacción 22/06/2017 - 02.09.hs

Los actos del 20 de junio sirvieron de fotografía al menos parcial de lo que ocurre políticamente. Macri en Rosario con poca gente. Cristina en Sarandí con una multitud. Uno forzando la historia, la otra hablando de dramas cotidianos. En octubre, el veredicto.
EMILIO MARIN
Mauricio Macri no se distingue precisamente por su memoria histórica. Cuando era jefe de gobierno porteño y era entrevistado por la TV el 9 de Julio, día de la Independencia, lo confundió con el Día de la Bandera, que como todo escolar conoce es el 20 de junio.
Otras veces no es culpa directa del Presidente, pero se cuelan groseras pifias. Por ejemplo, en el último desfile por el 25 de Mayo, cuando se cumplían 107 años del nacimiento del primer gobierno patrio en 1810, en la gran bandera detrás del palco se leía: 1816-2017.
A errores de fechas se suman una intencionalidad política macrista sesgada. Como cuando el Presidente dijo en Tucumán, delante del ex rey de España, que entendía "la angustia" de los patriotas de la Primera Independencia, un estado de ánimo que aquellos no tendrían al estar luchando contra la metrópoli y toda otra dominación extranjera. Angustia pueden haber tenido las monarquías y los hombres de negocios asociados a esas coronas.
Este 20 de junio en Rosario, fue notable la organización elitista de la ceremonia, con Macri y apenas 600 invitados; la custodia policial seguramente superaba esa cifra. El miedo no es zonzo. Aún así se colaron un par de gritos destemplados de mujeres que repudiaban al jefe de Estado; su verbo tropezante, de memoria defectuosa para el arte de la política, llegó a decir que Manuel Belgrano era la inspiración del "Sí, se puede".
Macri no inventó ese lema, que antes usó el centro izquierdista Podemos de España. Puede que lo tomara prestado de Miguel Bosé y su tema de 2014 así titulado donde dice algo que pudiera tener a Macri de inspiración: "Sí se puede dar aún menos de lo que es insuficiente".
El presidente debería andar con cuidado al citar al creador de la bandera, porque le puso su nombre a un plan de obras del ferrocarril, que supuestamente reactivaría las economías del noroeste. Hasta el momento duerme una siesta santiagueña.
Su visita a Rosario no tenía el mejor ambiente provincial. Es que el PRO había extirpado el socio radical, UCR, a la alianza del socialismo que gobierna Santa Fe y la intendencia rosarina. Ni el gobernador Miguel Lifschitz ni la intendenta Mónica Fein lo miraron con buena cara.
Ese martes 20 una manifestación poco numerosa de caceroleros sin cacerolas, pero igualmente macristas y devotas de Elisa Carrió, concurrieron a Tribunales a denunciar "la corrupción K", a la misma hora que la ex presidenta hablaba en Arsenal. Fue un pelotazo en contra para el gobierno porque fue inevitable comparar magnitudes. Y las 3.000 personas mayores de Comodoro Py perdieron por goleada ante la multitud de aquella cancha.

 

Acto de Cristina.
El panegirista de la ex presidenta, Roberto Navarro, repitió en su programa de esa noche en C5N que el acto había sido protagonizado por la gente.
El cronista disiente: fue dominado de principio a fin por Cristina, un personaje más central incluso que antes. Fue la única oradora, desde un escenario circular para hablarle a todos sin dar la espalda a ninguno. Presentaba a su más reciente creación, el frente Unidad Ciudadana, tras haber dejado de lado al PJ como herramienta en desuso, y a la luz de la concurrencia, había sido una decisión acertada. CFK reclamó antes que no hubiera banderas partidarias ni pancartas de nadie, lo que fue cumplido a rajatabla. No hubo un pañuelo de La Cámpora ni de ningún otro de los socios fundadores de UC. Sólo banderas argentinas; a lo sumo, en un costado, las había con el nombre de Verónica Magario y Fernando Espinoza, del PJ de La Matanza, que podría reclamar el título honorífico de capital de esta alianza. El riesgo es que en nombre de la unidad, se despolitice la campaña.
Ella indicó al público que mostraran esas banderas argentinas, antes de su oratoria. Luego dio su discurso, con buen contenido y mejor forma, sin las extensiones kilométricas de sus mensajes por cadena nacional y actos oficiales de sus dos mandatos, ni los que pronunciaba a la militancia desde los balcones de la Casa Rosada hacia los patios de las Palmeras. Ella envió a las dirigencias procedentes del Frente para la Victoria, ahora también en el freezer como el PJ, y sus aliados del Nuevo Encuentro, Frente Grande y Compromiso Federal, nada menos que de los hermanos Rodríguez Saá de San Luis, a escuchar y ver desde una platea de Arsenal, como tomando distancia y acotando su rol. Y ella fue la que pidió subir al palco a una veintena de personas afectadas por el ajuste de Macri en sus condiciones de estudiantes, científicos, discapacitados, pensionados, inmigrantes, etc, que resultó una de las novedades salientes y positivas de la actividad. Así se le daba rostro y apellido concreto y verificable a los dramas sociales generados por las políticas neoliberales.
Un detalle no menor si se piensa que la oradora puede ser candidata a senadora: se la notó en buena forma física y excelente estado. Esto confirmaría que las labores de gobierno en la Argentina y muchos otros países envejecen antes de tiempo a quienes tienen esa función y rejuvenecen a los que están aguardando turno. Esto es así porque a la luz de las imágenes del martes 20, Macri pareció tener los 64 años de Cristina o más, y ésta los 58 años de aquél, o menos aún.
Ella dijo en su alocución que ya no era la joven que quería cambiar el mundo. Obvio que ya no es tan joven como la que estudiaba derecho en La Plata; lo que más interesa es si aún quiere cambiar el mundo, o al menos esta parte, en Argentina. Los asistentes querían escuchar una respuesta afirmativa. Deberán esperar, lo mismo que respecto al otro interrogante crucial de estos meses, sobre si será candidata o no en las legislativas. Parecería que sí, atendiendo a sus expresiones de que venía a poner el cuerpo, el alma y el corazón, o también al hecho de haber organizado en torno a sí semejante acto político. Sin embargo, confirmación expresa no hubo. El pueblo quería saber. Y no era un chimento para Jorge Rial sino un deseo justificado de una asistencia que no quiere morderse las uñas hasta el 24 de junio a la medianoche.

 

Mala leche.
La derecha política, representada por el macrismo, y los grandes medios que tanto colaboran con él, analizaron lo de Arsenal con la óptica sesgada que los caracteriza.
Un aspecto de su crítica fue bajarle el precio a la multitud. Por ejemplo, la nota firmada por Agustina López en "La Nación", comenzaba diciendo que "el estadio Julio H. Grondona, ayer, fue colmado por cerca de 25.000 militantes". Esa cifra quedaba muy por debajo de la real, que los organizadores estimaron, quizás agrandándola, en cuatro veces más.
En Clarín, su columnista estrella, Eduardo Van der Kooy, admitió que se había reunido una "verdadera multitud" pero, aclaró, "en el menudo estadio de Arsenal". O sea que tanta multitud no debía haber sido, podía deducirse.
Infobae publicó: "los organizadores calculan que en la tribunas, el campo de juego y las inmediaciones al estadio Julio H. Grondona se concentraron más de 60 mil personas". Falso. Independientemente de que hubiera sido la cifra correcta o no, los organizadores hablaron de 100.000 personas entre las que ingresaron al estadio y las que quedaron en calles adyacentes.
Además de las cantidades, la alianza PRO-Cambiemos, Clarín, "La Nación" e Infobae, buscaron atacar los flancos que suponen débiles de Cristina. Por caso, llamaron la atención que ella no habló de la corrupción para no menear supuestamente la soga en casa del ahorcado, cuando el gobierno actual también está muy salpicado por casos de esa índole, incluso por la causa Odebrecht. En ese sentido destacaron la movilización en simultáneo a Tribunales, donde se pedía la cárcel de la ex presidenta.
Esos medios también acusaron que parte de los problemas económicos y sociales expuestos por CFK, como la pobreza, la inflación y otros, habían comenzado durante su gestión y no habían tenido soluciones.
Y puestos ante la casi segura evidencia de que la ex presidenta será candidata, se consolaron diciendo que de este modo habría una oposición muy dividida entre las listas suya, la de Sergio Massa-Margarita Stolbizer y la de Florencio Randazzo. Esa variedad no es una novedad propia de esta elección sino que suele una característica de las elecciones legislativas de medio término, cuando la oferta electoral es más amplia.
Del mensaje de Arsenal surge que de todas esas ofertas opositoras la más dura es la de Unidad Ciudadana. La oradora dijo que "tenemos que hablar de cómo le arruinan la vida a la gente" y que "la matemática es una sola y no les dan los números a los trabajadores, a las pymes, a los científicos, a los comerciantes". "Podrás tener coaching y poner carita de buena, pero ésta es la realidad", dijo apuntando a María Eugenia Vidal.
La conclusión suya fue que el movimiento que allí nacía debía ponerle freno al ajuste neoliberal. La intención es loable, pero habrá que aguardar al 24 para ver quiénes son los candidatos de UC, y sobre todo, si Cristina va al tope en esa lista. Con ella es una cosa fuerte y sin ella otra "sospechosamente light", diría El Salmón en Mi gin tonic.

 

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