Miércoles 27 de marzo 2024

Cuando Gran Hermano va expandiendo su reino

Redacción 23/08/2014 - 04.15.hs

Señor Director:
Al tomar conocimiento del malestar que ha provocado la instalación de cámaras de vigilancia en un edificio universitario de General Pico, mucha gente se puede haber sentido intrigada y, en algún caso, también inquieta.
Por cierto que las cámaras que tienen un papel de vigilancia, son un desarrollo de la tendencia a buscar seguridad. En un tiempo la gente se sentía tranquila porque, a pesar de los baldíos más o menos tenebrosos y la pobre iluminación, de tanto en tanto en tanto se escuchaba el silbato del policía que, a caballo o a pie, hacía la ronda en sectores de la ciudad. Con el desarrollo urbano, acelerado en las últimas décadas, al tener vecindario más numeroso y haber llenado los baldíos y, luego, al resultar insuficiente el espacio horizontal, se avanzó en altura, se echó de ver que ese incremento de la proximidad con los prójimos (la projimidad) no traía tranquilidad sino un aumento de la tendencia a temer el robo, la agresión y el daño en la variedad de las formas.
Por alguna razón que la razón no entiende o que prefiere no indagar, fue quedando en claro que recelamos del Otro, sea que éste venga desde los suburbios con afán de robo, sea que alguien de apariencia normal y confiable se transforme por sacudimientos emocionales, por acción de alcohol o drogas o por deterioro de su mente, constituyéndose en una amenaza que puede descargarse sobre cualquiera en cualquier momento. Así las cosas, no ha bastado incrementar el alumbrado público y se ha llegado al reinado de las cámaras que filman todo lo que pasa en el espacio desde donde puede venir el golpe a nuestra tranquilidad.
El hombre inseguro y temeroso se convierte en actor de las escenas que filma la cámara de su calle, de la entrada de su casa, de la puerta de su departamento en la torre y ya parece llamar a esa puerta para que la dejen ingresar a la sala, al comedor, a la cocina, al dormitorio, lugares todos que pueden transformarse en un instante en escenarios del crimen. Las cámaras avanzan implacables y ya están en los medios de transporte y también a la entrada y adentro de los institutos de enseñanza y los lugares de trabajo. Los lectores de Orwell (de su 1984) observan que la cámara cumple el ideal del Gran Hermano, el conductor todopoderoso que, como un dios, quería ver todos los actos de todos los hombres en todo momento, como garantía de su poder. Es cierto que los partidarios de la universalización de las cámaras de video de vigilancia dicen que no es así porque ahora no hay Gran Hermano, no existe el absolutismo del poder, pero no faltan quienes sospechan que puede estar creciendo una multitud de granhermanitos que al menos se solazan viendo cómo ese señor, o señora, tan bien vestido, bien porque algo le molesta o porque sí, se rasca la nalga y más allá, donde algo le pica o introduce su índice indagador en la narina porque algo le molesta allí o porque es un hábito de solitario que repite al menor descuido.
El poeta suele preguntarse dónde irán los amores cuando mueren, dónde las palabras que no hallan quien las escuche. Y tiene sentido preguntarse dónde irán los videos que no han evitado el crimen ni el robo pero se ofrecen para esclarecerlo. El resultado de esta pregunta puede ser un abandono paulatino de la espontaneidad en el comportamiento y la clausura de los últimos reductos de la intimidad. Una cosa era creer que el buen Dios lo ve todo, pues se sabía que no saldría a chismorrear, bien porque todo está previsto por Él, bien porque administrará la información con discreción y criterio de deidad bondadosa que vela por su rebaño.
La molestia de los de Ciencias Humanas de la UNLPam General Pico, se debe a que los de Ingeniería han poblado de cámaras de video los afueras y también los adentros del edificio que comparten en espacios propios de cada facultad, obrando así sin acuerdo ni aviso y sin el debate que debe presumirse en los niveles más altos de la enseñanza.
Atentamente:
JOTAVE

 


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