Lunes 15 de abril 2024

EEUU: más muertos que en Vietnam

Redaccion 03/05/2020 - 21.40.hs

La semana que pasó se cumplieron 45 años de uno de los acontecimientos más trascendentes de la historia contemporánea: la caída de Saigón, capital de Vietnam, que significó la primera derrota militar de Estados Unidos y el obligado replanteo de su geopolítica en el Asia Oriental.
Los adultos mayores de todo el mundo recuerdan todavía con espanto las imágenes que los medios enviaban sobre aquella desigual batalla en la que, sin embargo, se impusieron los más débiles, que formaban el ejército vietnamita, los mismos que ya habían derrotado a los franceses y a los japoneses. Lo aterrador de aquellas imágenes respondía a las atrocidades que la maquinaria bélica norteamericana había puesto en marcha: bombardeos indiscriminados sobre población civil, desfoliantes y napalm que incendiaban la selva y también aldeas enteras. La intervención de EEUU se había iniciado tras fraguar un incidente en las costas vietnamitas, mecanismo muy utilizado para justificar sus incursiones militares en todo el mundo.
De aquel conflicto quedó un Vietnam arrasado y con más de 5 millones de muertos, mientras que EEUU perdió poco menos de 60 mil soldados.
Esta última cifra obliga a pensar en que, dentro de la tragedia que para el mundo significa la actual pandemia del coronavirus, se impone una conclusión: la nación norteamericana tuvo menos muertos hace 45 años en una guerra colonial que los que actualmente sufre por la enfermedad. Los guarismos son implacables: en las últimas horas el número de muertes superó holgadamente los 60 mil, y en franco crecimiento.
No es exagerado calificar la circunstancia como asombrosa y la comparación como pertinente: una nación -la más poderosa del mundo económica y militarmente- tiene más muertos por causa de una pandemia que la afecta desde hace dos meses que los que tuvo en una guerra que se prolongó durante una década. El evento, que ha desconcertado a la propia sociedad norteamericana, independientemente de sus simpatías políticas, no resulta fácil de explicar. Al margen de los dislates del presidente del país, que parece orientar sus decisiones al calor de las conveniencias de coyuntura, hay un factor decisivo y evidente: el muy deficiente sistema de salud pública del país, que prácticamente no existe para quienes no tienen medios para pagarlo. Además la falta de estrategias comunes entre Washington y los gobernadores estaduales deja enormes claros a la posibilidad de que la epidemia haga estragos en un país que, además de sus muchos muertos, ya superó el millón de infectados.
Frente a sus aliados europeos -que sí cuentan mayoritariamente con sistemas de salud algo más organizados y accesibles-, causan sorpresa y desconcierto los hospitales de campaña levantados con carpas en el Parque Central de Nueva York o el cavado de fosas comunes en cementerios improvisados o la presencia de cadáveres en descomposición depositados en camiones, por falta de lugar en los hospitales.
La gran contradicción que se plantea entre poderío económico-militar e impotencia para afrontar una emergencia sanitaria es un golpe a la autopercepción de los norteamericanos y su doctrina del «destino manifiesto» para regir el mundo e imponerle su «american way of life».

 

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