Martes 26 de marzo 2024

El Estado benefactor de delincuentes

Redaccion 30/10/2020 - 21.42.hs

Cuando las empresas extranjeras arriban a nuestros países debemos analizar que vienen por ventajas que no tienen en otro lugar del planeta y por una inmensa ayuda estatal.
ALEJANDRO MARCO DEL PONT*
Millonarios y grandes corporaciones se presentan como los triunfadores por esfuerzo propio. El concepto podría dar la errónea apariencia de que estos grupos no han tenido ningún tipo de ayuda estatal, o, al menos, así lo reconocen la sociedad y los medios que se encargan de ocultar estas asistencias.
La tesis de la perversidad supone que quienes necesitan protección social están en esa posición debido a una falta de «autodisciplina» (haraganería), porque quien quiera esforzarse y trabajar más saldrá adelante. La idea del mérito está profundamente arraigada en el relato del poder. Por lo que quienes reciben ayuda estatal son fracasados, perdedores, a los que la sociedad en su conjunto tiene que soportar fiscalmente dada su manifiesta incapacidad. Pero cuando la ayuda estatal va a privados, sean empresas o personas, parecería ser que es algo aceptado por la población que simula no tener conciencia de que también soporta fiscalmente tales ayudas.

 

Los incentivos.
En septiembre de 2012, cuando el consorcio alemán Audi dio a conocer la decisión de instalar su primera planta en el continente americano, y que esta se establecería en San José Chiapa, las miradas se dirigieron hacia una minúscula comunidad del estado mexicano de Puebla. Podría haber elegido Tennessee, en Estados Unidos, alguna localidad brasileña, y hasta algún otro estado mexicano, ¿Por qué en este municipio de solo 8 mil habitantes, desértico, sin infraestructura alguna, una pequeña localidad de campesinos donde 8 de cada 10 habitantes son pobres? ¿Ahí invertiría Audi U$S 300 millones?
Bien, aquí tenemos una magnífica exposición de la terminología que distrae a la clase media. Los pobres reciben ayuda estatal y los multimillonarios o las corporaciones reciben incentivos. Estaría bien mirar de qué se trata esto de los incentivos y quién los solventa.
Mientras Audi se «compromete» a invertir U$S 300 millones para generar 3.800 puestos de trabajo, el estado de Puebla, «como contrapartida», se responsabiliza en invertir 642 millones, más del doble de la inversión de la automotriz alemana por todo concepto. En caso que el estado poblano quisiera pagarle 400 dólares de salario a cada uno de 3.800 puestos que la multinacional creará, los podría abonar con su inversión por el módico espacio de 35 años.
De qué constan estos incentivos: condonación de impuestos por un período de 12 años y la enajenación de 460 hectáreas para la automotriz; la construcción de obras de adecuación vial, hidráulica, de seguridad y salud (hospital); edificación de las oficinas temporales de Audi y de su Centro de Capacitación y Entrenamiento, obras de drenaje, construcción de una línea ferroviaria y de un acceso al complejo industrial de la misma vía, una subestación eléctrica para brindar energía, y un camino perimetral. En el mismo estado las autoridades dieron un subsidio gubernamental a Volkswagen por U$S 32 millones, más la compra de automóviles patrulla, para ayudar a la pobre empresa alemana a paliar el escándalo del dieselgate.

 

Ventajas.
Cuando las empresas extranjeras arriban a nuestros países deberíamos analizar el interés de los inversionistas extranjeros en algunos temas. En primer lugar, debemos pensar que las empresas extranjeras vienen por ventajas que no tienen en otro lugar del planeta y por una inmensa ayuda estatal: menores salarios, derechos sociales y laborales bajos o nulos, en general exceptuados de alguno; impuestos y obligaciones tributarias bajas o nulas; acceso fácil y barato a recursos naturales y energía; normas ambientales, laborales y financieras permisivas o inexistentes, y un sistemas judicial débiles y vulnerables. Todo esto a cambio de «generar empleo».
Todas las ayudas indirectas antes mencionadas no están simbolizadas como activo en ningún lado. Pero figuran en el top ten de la desfachatez: grandes empresas, empresas trasnacionales, corporaciones locales, medios de difusión, periodistas, entre otros, que se las arreglan para no pagar impuestos en sus países, estableciendo su sede principal en paraísos fiscales, de las cuales no vamos a hablar aquí, pero reclamaron la ayuda pública a cuenta de la crisis del coronavirus.

 

Ayuda a los ricos.
Diferentes medidas de socorro a los ricos se implementaron en el mundo. Argentina, por ejemplo, acordó recortar el 15% del salario de los trabajadores que permanecieran en sus hogares, el restante 85% del salario sería afrontado en dos partes, 50% por el Estado y el resto, 15%, sería pagado por las empresas. Aun hoy, el Estado sigue afrontando la nómina salarial, cosa que no está mal, aunque se vuelve un problema cuando ayuda a las mayores empresas, Clarín y Techint, Coca Cola, Pepsi, etc. Cuando estas reciben ayuda no son criticadas como los pobres, pero, además de blanquear dinero, fugarlo y evadir impuestos desde hace décadas, algunas de ellas, con la pandemia, ganaron más dinero por tener plataformas, medios, internet, cable, que la gente consumía de manera desesperada contra el aburrimiento.
Por otra parte, en Argentina, para ser presidente desde el retorno a la democracia, se puede carecer del plan de gobierno, pero no debe faltar un blanqueo de capitales para bandidos que han arruinado al país, y que tienen sus fondos ilegal en el exterior. En la letra chica debe figurar entre las principales políticas del Estado benefactor de delincuentes (EBD). Obvio, no es como cuando se ayuda a los pobres, estos ricos sí son una bomba económica para el país, pero dicen traer crecimiento, empleo e inversiones.

 

Cinco blanqueos.
Desde el retorno a la democracia hubo cinco (5) blanqueos, asistencia estatal a ricos, y se está pensando un sexto. En 1987, con el gobierno de Raúl Alfonsín, el blanqueo se llamó «Régimen de Normalización de Impuestos» que, básicamente, perdonaba que las empresas y las personas físicas se hubieran olvidado, extraviado o simplemente omitido declarar ganancias o incrementos patrimoniales desde 1985-1987. El neoliberal Carlos Menem amplió un poco el blanqueo y la facilidad del Estado benefactor de ladrones. Durante su gobierno no solo se podían blanquear capitales, sino ahorros en dólares sacados del país evitando al fisco (o llamando a algún narco amigo) por menos de 500 mil dólares. (Segunda y última nota, el próximo lunes).

 

*El Tábano Economista.

 

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