Viernes 12 de abril 2024

El punto G20

Redacción 09/12/2018 - 01.15.hs

Da gusto ver las caras de felicidad y satisfacción en los chicos del gobierno nacional después de que, culminando un 2018 francamente espantoso, por fin una "les salió una bien". "Una" es la reunión del G20, esa especie de revista Caras de la política internacional, donde se juntan todos los que cortan el queso en grande, operación ésta de la que esperamos se derramen algunas hebras para darle gusto a la nuestra polenta diaria.

 

Ayudín.
Como evidentemente organizar estos megaeventos es el punto fuerte del gobierno -no así, por ejemplo, garantizar la seguridad y realización de un partido de fútbol de morondanga- aquí van unos consejos desinteresados y bienintencionados para la próxima fiesta, fantástica fiesta. Porque si algo demuestra este gobierno es que siempre puede superarse, y si no miren los índices de inflación.
Así que ahí vamos.
Primero, hay que mejorar un poco esos discursos presidenciales delante de los dignatarios extranjeros. Que el anfitrión les enrostre a los invitados el enorme esfuerzo y la mucha plata que debió invertir en la fiesta, parece de mal gusto, aquí y en la China. Imagínese el lector si en la próxima cena de navidad el asador se queja del calor que pasó junto a la parrilla, o del precio de la molleja. No va.
Hay que ser graciosamente modesto. Agradecerle a ellos el esfuerzo que hicieron en viajar y venir, y lo mucho que nos han permitido aprender, y lo bien que lo pasamos en su compañía. Y si alguien destaca la organización, retrucar diciéndoles que no se merecían nada menos que lo mejor que podíamos ofrecer. Eso es quedar como un duque.

 

Virulana.
Otra cosa que hay que aprender de los grandes líderes del mundo -y aquí nos falta bastante en ese rubro-es que los trapitos sucios se limpian en casa. No nos referimos a los trapitos que limpian parabrisas en los semáforos -s de esperar que no hayan hecho acto de presencia en el G20-sino a las cuestiones de política doméstica.
Comentarle a los extranjeros que ahora sí que Argentina está abierta al mundo -con el inevitable subtexto: "no como con la loca que estaba antes"-es mostrar la hilacha innecesariamente. Es como si, volviendo a la fiesta de navidad, un invitado le elogiara lo linda que está la nena, y usted contestara "si, pero todavía me hace pis en la cama". No, no y no. ¿Se lo imagina usted a Macrón quejándose de que casi no puede viajar por culpa de esos cochinos chalecos amarillos, o a Theresa May diciendo que esto del Brexit le tiene inflamados los órganos reproductores? Never!
Es como si un dirigente de la oposición fuera a la embajada de EE.UU. para pedirle que critique más fuertemente al gobierno, como hicieron los chicos del PRO y la UCR durante la crisis de las retenciones agropecuarias. Feo, feo.
Otro tanto puede decirse de ese párrafo en que el presi confesó que la reunión sólo podía organizarse en Buenos Aires, porque en todos los casi tres millones de kilómetros cuadrados de territorio nacional, no hay otra ciudad con la infraestructura suficiente. Es casi como confesar que, contra lo que dice la Constitución, este no es un país federal. Faltaba más.
¿Y qué es eso de echarles flit a los porteños para que abandonen la ciudad durante la reunción del G20? Está claro que la fiesta no era para ellos, pero ¿se imaginan la reacción de los parisinos si les hubieran hecho una propuesta semejante? Te incendiaban el Louvre, mon dieu.

 

Estropajo.
Y siempre queda algún detallecito que mejorar en el futuro. Por ejemplo, no exagerar con el gas lacrimógeno en el Teatro Colón. O la vicepresidenta podría llegar a horario a recibir a los visitantes, y dejar de tomar clases de italiano con Enrique Pinti.
Hay algo que está claro: nunca se puede conformar a todo el mundo. Hay gente mala que comenta. Fíjense que hasta la manifestación de repudio al G20 salió bárbara, sin duda alguna gracias al gobierno, que en este caso no mandó a sus infiltrados a romper vidrios y grafitear iglesias.
Y así fue que al empezar la semana ya volvimos a lo mismo de siempre. Que a la Pato no la dejan meter bala, que Lilita salió de punta -seguro que se olvidaron de olvidarla a algún cóctel con saladitos- que esto, que lo otro. El pobre presidente se tuvo que ir de vacaciones al sur, dejando el país a cargo de la vice.
Pero por mucho que toreen, Sancho, hay algo que no tiene vuelta. No nos van a quitar lo bailado. Porque por un instante fugaz, frágil como el aletear de una mariposa en un haiku japonés, el gobierno encontró finalmente ese punto del placer que se le venía negando porfiadamente. En ese momento de paroxismo orgásmico, el presidente -al decir de Borges- se encontró finalmente con su destino norteamericano.

 

PETRONIO

 


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