Jueves 04 de abril 2024

El silenciamiento de las voces críticas

Redacción 16/04/2018 - 01.47.hs

Con Cambiemos se acallaron los periodistas críticos al gobierno y se uniformizó el discurso mediático
oficialista atacando a toda voz contraria al gobierno.
Osvaldo Drozd - Con la llegada de Mauricio Macri al gobierno se instaló la idea de que se iba a salir de un supuesto régimen en el que la libertad de prensa había estado sojuzgada. En lo concreto, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual terminó siendo derogada por un DNU y la existencia de una variedad de medios y programas que no comulgan con el pensamiento de Cambiemos fueron erradicados hasta un estado mínimo. La programación periodística que hoy puede verse por la TV, escucharse en radio o leerse en los principales matutinos impresos, guarda un alineamiento ideológico bien elocuente.
Por más que hablen de persecución, los actuales popes mediáticos durante el anterior gobierno tuvieron un protagonismo superlativo. Que hayan sido escrachados por movimientos sociales no es lo mismo que haber sido acallados por la intervención estatal. La Argentina nunca fue ni Corea del Norte, ni Cuba ni siquiera Venezuela, aunque con la labor periodística se corra más riesgos en Colombia o en México. En nuestro país fue promulgada en 2010 la ley que derogaba las penas de prisión por delito de calumnias e injurias en la actividad periodística por pedido de la CIDH. De todas formas, sería necesario hacer un balance crítico acerca del funcionamiento concreto de los medios surgidos durante el gobierno anterior para poder entender la facilidad con la que se produjo el gran desguace a partir de 2015.

 

Una falacia.
Los actuales voceros periodísticos sostienen una falacia para justificar la falta de voces críticas en los principales medios. Aseguran que hoy se puede acceder a la información en cualquier lugar de internet y por ese motivo habría mayor democracia. Es verdad que la red ofrece una variedad muy grande de opciones para informarse pero esto no reemplaza ni puede competir contra los principales canales televisivos que son lo que el ciudadano medio tiene más a su alcance. Todos los que desde la labor periodística acceden a internet para conseguir información saben muy bien que esto tampoco es lo que se pinta como la gran apertura hacia el universo, y que hay que conocer un poco para saber en dónde buscar ya que los principales motores de búsqueda están sujetos a algoritmos que direccionan de acuerdo a intereses corporativos.
Los medios tradicionales hoy cuentan con sus propios portales en internet y entrar a ellos a través de las redes sociales nos va a hacer encontrar con una legión de los denominados "trolls". Mucho se habla de ellos pero hay poca sistematización para combatirlos o controlarlos. Es de destacar que recientemente Amnistía Internacional y también la diputada del FIT Myriam Bregman, denunciaron la existencia y el comportamiento de esos usuarios con cuentas falsas, bots y también personas reales que se dedican a campañas de desprestigio a los opositores o a insultar a usuarios que hacen comentarios contrarios al gobierno.

 

La descalificación.
Se podría decir que hay muchas notas en los medios hegemónicos subidas a la red que dan la sensación de ser escritas para ser replicadas por los trolls. Basta con titular una nota con el nombre de algún ex funcionario cuestionado para que se produzca una avalancha de insultos. Es posible encontrar en los comentarios que se diga que hay gente que no tiene derecho a decir nada por haber apoyado al anterior gobierno. Cualquiera que diga algo contra el gobierno actual será tachado de kirchnerista. La famosa grieta mostrando un desnudo pornográfico. La existencia de cuentas falsas para generar odio y violencia no es algo que pueda considerarse demasiado democrático. En la agenda trolling no cuentan ni los argumentos ni las razones. Sólo se trata de callar al que piensa diferente a través de insultos o falacias. Esta actitud también se replica en la mayoría de los programas televisivos. Casi todos los "periodistas" tienen un mismo posicionamiento político y deben debatir con algún solitario invitado opositor hasta que salga sangre. Si a pesar de eso no les va del todo bien, el hablar encima o el silenciar a la fuerza también les sirve como argumento válido para descalificar al otro.
La sensación que produce la realidad que los medios construyen es que nada válido se puede decir sin que eso sea utilizado para fines completamente alejados a lo que se enuncia.

 

Clima de época.
Es probable que con la emergencia de diferentes medios masivos con un perfil "progre" durante el anterior gobierno, muchos de los que escribimos hayamos supuesto que eso podía leerse masivamente. Otros podían pensar que le daban letra a una ciudadanía oficialista mostrando los principales logros. Lo importante sería saber que eso no llegaba más que a determinados círculos de militantes y algunos dirigentes. Contrario a los que hoy se diga, la mayoría se informaba por los mismos medios que en la actualidad. El sentido común imperante sigue siendo casi el mismo a pesar de que hoy los que siempre tuvieron el poder tengan la libertad para decir a los cuatro vientos sus verdades ponzoñosas. Lo que habría que saber desde el campo popular es qué métodos emplear para revertir este clima de época. En un pequeño texto llamado Gasolinera, Walter Benjamin decía: "Las opiniones son al gigantesco aparato de la vida social lo que el aceite es a las máquinas. Nadie se coloca frente a una turbina y la inunda de lubricante. Se echan unas cuantas gotas en roblones y junturas ocultas que es preciso conocer". (Extractado de La Tecl@ Eñe).

 

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