Domingo 21 de abril 2024

El cambio climático y un giro copernicano

Redacción 16/04/2014 - 04.59.hs

El vocero de la comunidad científica internacional, que se reunió la semana pasada en Berlín, fue definitivo: "Tenemos que despedirnos del sistema económico actual". Esa fue la conclusión del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático promovido por Naciones Unidas, compuesto por más de un centenar de expertos, sobre las decisiones políticas impulsadas hasta ahora en relación a esa problemática a nivel global.
El documento trata de establecer para el año venidero las bases científicas de la negociación de un acuerdo que sustituya al protocolo de Kioto y al respecto es definitivo: "Solo un gran cambio institucional y tecnológico proporcionará una buena oportunidad de que el calentamiento global no supere los dos grados centígrados". Un límite sugerido por los expertos, a partir del cual las consecuencias serían muy graves. Reducir el calentamiento a esos dos grados conllevaría disminuir entre un 40 y un 70 por ciento las emisiones de los gases que provocan el efecto invernadero. Esos porcentajes -en comparación con los valores registrados hace un lustro- deberían alcanzarse hacia mediados del siglo, y llegar casi a cero para su finalización.
No deja de impresionar el cambio de tono en el informe entregado por el panel, especialmente porque los anteriores manifiestos sobre el tema si bien eran claros, dejaban abierta una posibilidad relativa que, evidentemente, apuntaba a la buena voluntad de los países contaminantes. Ahora el acento está puesto directamente en la necesidad de un "giro copernicano a nivel tecnológico, institucional y humano, de inicio inmediato, implicación global y sustanciosas inversiones". Lo que equivale a decir en buen romance: "El tiempo de la especulación se ha terminado"
El reto que supone la transformación en las actuales condiciones ambientales es enorme y se extiende sobre un espectro de posibilidades muy amplio que va desde la reducción de emisiones nocivas a la atmósfera ligadas a la producción y consumo energético en todas las actividades humanas -industria, transporte, agricultura, vivienda- a frenar la deforestación y fomentar la reforestación, pasando por un cambio de las pautas individuales de conducta. Por cierto que los valores relativos a la tala indiscriminada son aterradores -los últimos fiables hablaban de una hectáreas por minutos en todo el planeta-. Esta última condición implicaría el cambio de hábitos que hacen a la comodidad de centenares de millones de habitantes del planeta, que no verían con agrado esa circunstancia.
La restricción y el cambio, sin embargo, abrirían la puerta a una "modesta esperanza" -y valórese lo limitado del calificativo usado por los científicos- de seguir viviendo en un mundo relativamente normal y evitar inminentes o futuras catástrofes, de cuya magnitud y duración apenas sí tenemos una mínima conciencia. Sin embargo, cualquier observador de la realidad puede advertir, y las autoridades del encuentro lo corroboran, que en la actualidad falta "voluntad política para tomar decisiones que estén a la altura requerida". Tal cual se ha dado a entender con toda claridad, la situación no admite más dilaciones ni subterfugios. La realidad indica que en la primera década del siglo XXI las emisiones crecieron más rápidamente que en los tres decenios anteriores. La cuestión ahora es cuándo se comprometerán los grandes emisores. Cuanto más esperen, más costará y más difícil será ese cambio.

 


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