Jueves 11 de abril 2024

El eterno tema de si la información nos forma

Redacción 15/04/2014 - 04.01.hs

Señor Director:
En nuestros días, los días de nuestro tiempo, se habla mucho acerca de la información, en especial su repentino incremento, sobre todo desde que surgió la informática y se multiplicaron las computadoras.
El tema desborda el ámbito de una columna que trata de dar opinión sobre el acontecer, los sucesos del día, lo que lleva a dar por necesaria la proposición de un intercambio de ideas para atender perplejidades posibles y también para evitar que lo que se informa o publica sea tomado como la manera única o mejor de entender lo que está pasando. El que lee el diario o, ahora, toma conocimiento del acontecer por los medios audiovisuales o Internet (y se va alejando paulatinamente de la lectura) quiere estar al tanto de lo que está pasando por mucho más que por curiosidad intelectual, pues el motivo es que cree que estar al tanto es el medio para no ser sorprendido por el acontecimiento y de estar preparado para la respuesta que de una manera u otra se le exige como actor de la actualidad.
El escritor argentino Rodrigo Fresán, ahora radicado en Barcelona, aborda un aspecto de este tema en su columna semanal en un diario argentino, a partir del reciente informe sobre una nueva comprobación de la teoría del comienzo del universo denominada del Big Bang o gran explosión inicial. Fresán se expresa a través de un personaje que ha creado, Rodríguez, un hombre bien intencionado, abierto a todas las expresiones de la ciencia y del mundo humano. En este caso Rodríguez aparece atraído por la información y por palabras e imágenes de la TV que ensayan explicarle qué es el Big Bang y la importancia que tiene la nueva comprobación anunciada. Cuando Rodríguez quiere participar a su familia la excitación que vive por el nuevo conocimiento no logra interesarla y entonces él mismo comienza a preguntarse si su excitación era por haber entendido o por haber creído que entendía. Sale al balcón, mira el cielo nocturno y termina dudando de entender qué es eso ni qué está pasando ni qué le cabe esperar. Su excitación, su inicial estado de felicidad por haber comprendido, dice Fresán; "pertenece al mejor y más seguro modelo de felicidad: es una felicidad incomprensible". Su creencia de que todo le quedaba en claro dura lo que un comprimido efervescente. Después todo comienza a desdibujarse. Y si quiere explicarlo, no halla la manera; lo único que transmite es su excitación.
Sucede que para llegar al Big Bang el hombre hizo un largo y cada vez más complejo recorrido, quizá desde suponer la existencia de instancias suprahumanas, en las que debía creer sin comprender, luego de lo cual la ciencia se abrió paso lenta, penosa y hasta sacrificadamente, a través de ensayos y errores, siempre aventurando conjeturas hasta poder dar forma a teorías que no siempre resistieron el impacto de un nuevo conocimiento. Y fueron reemplazadas por nuevas propuestas integradoras de la multitud de saberes ordenados.
El Rodríguez de Fresán (el hombre corriente) no solamente advierte en su balcón que no puede explicar lo que creyó entender. Se pregunta también si siquiera entiende qué le sucede a él y a la sociedad de su tiempo.
Entender no es tener el saber final. Cada nuevo saber dilata el ámbito de lo desconocido. Ser sabio es tener conciencia de esta insuficiencia, junto con la certeza de que recorremos este camino por algún motivo, el que nos ha hecho humanos. Ser humanos es querer seguir entendiendo a pesar de la molesta conciencia de que siempre nos estamos alejando de las certezas, pero que esa búsqueda es lo nuestro.
Sé a qué se refiere la teoría del Big Bang, conozco la historia de las ciencias que llevaron hasta ese punto, pero lo que desconozco es lo más de la física, la matemática, la física cuántica... la mar. Me excito como Rodríguez por los descubrimientos, porque son hazañas de mi especie y confío que proveerán respuestas que apetecemos por alguna razón.
Atentamente:
JOTAVE

 


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