Jueves 11 de abril 2024

El legado ignorado de un juez supremo

Redacción 22/10/2014 - 04.45.hs

Con la desaparición física de Enrique Santiago Petracchi, ministro de la Corte Suprema de Justicia, se va no sólo uno de los mejores jueces que pasaron por ese máximo tribunal del país. Se cierra también un capítulo de la historia de ese cuerpo, marcada por la transición democrática de más de treinta años, desde 1983 a la fecha.
Pese a que sus fallos fueron señeros, y en muchos casos, casi revolucionarios, el bajo perfil cultivado por este jurista lo hacía poco conocido entre el público general, a diferencia de algunos de sus colegas, más dados a las declaraciones altisonantes, cuando no al escándalo.
Pocos recordarán que su acceso a la Corte, por nombramiento del presidente Raúl Alfonsín, se produjo a instancias del justicialismo, cuando el ex candidato derrotado, Italo Luder, declinó aceptar la oferta de ocupar ese cargo. Con esto, el peronismo le hizo un enorme servicio a la república, dotándola de un servidor público de sólida formación jurídica, pero también -curiosamente- de una férrea ideología liberal en lo político, la misma que campea en la propia Constitución Nacional.
En sus pocas entrevistas públicas, Petracchi reivindicaba su liberalismo, aunque aclaraba que era "al estilo inglés". Sin duda lo hacía para diferenciarse de los "liberales argentinos", tan cómodos siempre con los gobiernos autoritarios, y con cargar al Estado todo el costo de la inversión en infraestructura mientras ellos se enriquecían a su costa.
Acaso su gracejo más famoso sea aquel que pronunciara cuando se le preguntó si los jueces debían o podían tener ideología. El respondió, sencillamente, que era inevitable que un magistrado profesara una ideología, como cualquier vecino, y si algunos de sus colegas lo negaban "serán como el cangrejo, que es un crustáceo sin saberlo".
Los votos de Petracchi en la Corte fueron invariablemente valientes y progresistas. Como cuando propició el divorcio vincular antes de que fuera ley. O cuando sostuvo, mucho antes del actual auge de esa idea, que la tenencia para consumo personal de estupefacientes era un acto íntimo que no podía penarse. También cuando reivindicó los derechos de los homosexuales, o cuando procuró, durante la larga noche de los años noventa, limitar los atropellos del menemismo contra la república.
En lo que interesa especialmente a esta hoja -la libertad de expresión- Petracchi fue crucial para la formación de la doctrina liberal que actualmente impera, casi sin discusión, en la Corte Suprema. Reivindicó cada vez que pudo el rol de la prensa en la transmisión de información, particularmente sobre asuntos públicos, y fue crucial en sostener con la mayor firmeza el derecho de criticar a los funcionarios. Su posición respecto a la censura previa era tan clara como valiente: siempre sostuvo que se trataba de un derecho "absoluto", que no admitía excepciones.
Su desaparición física deja tras de sí un enorme legado, injustamente ignorado por el grueso de la población: pero esa fue su elección personal, tanto por su modestia como por su convicción de cómo debía encararse la función judicial.
Y deja, también, una inquietud más, particularmente, cuando se observan los nombramientos que se han dado en el máximo tribunal local. Cabe preguntarse ante esto si no sería prudente, a la hora de postular jueces superiores, procurar al menos un equilibrio entre liberales y conservadores, cuando estos últimos son la abrumadora mayoría.

 


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