El tema de la igualdad comienza por el color

Señor Director:
Días atrás, mientras volvía de un viaje y la radio me enteraba del caso de David McCallum, neoyorquino, pensé que la prueba de la igualdad puede comenzar por el color y quizás deba comenzar allí.
David McCallum, ahora de 45 años, acaba de salir de la cárcel, donde estuvo recluido durante 29 años. Había ingresado cuando tenía 16 años, junto con otro muchacho de su edad, que murió en prisión en 2001: ambos habían confesado ser autores del secuestro, violación y muerte de una mujer de 20 años. La mujer tenía la piel blanca. David es de piel negra, y negro era también su amigo.
Ahora hay en Nueva York un fiscal Thompson que está revisando los casos de condenas por homicidio tenidas como "condenas dudosas". Al momento lleva analizadas 26 condenas, de las cuales convalidó l7 y anuló 9. Entre éstas se halla la de David McCallum. A la salida del penal, David fue abordado por periodistas ansiosos de conocer sus primeras impresiones. Uno puede suponer que en tales circunstancias, cuando no se ha terminado de entender el cambio de estado ni dado orden a las ideas que se atropellan en la mente, una persona en tal situación no sabe qué decir, no tiene elaborado un pensamiento. Con todo, los periodistas registraron que David dijo: "Se trata de un momento agridulce... por estar caminando solo".
Se podría ensayar un análisis de esta respuesta, pero no es mi tema para esta nota. Otro de los ciudadanos liberados en la actual oleada de revisión de procesos dudosos, Glenn Ford, de 64 años, luego de una larga estada en prisión y haber marcado el record de permanencia en el "corredor de la muerte" (así se dice de la espera de la ejecución, por tener pena de muerte), al salir en libertad por condena injusta, dijo: "Mi mente va en todas direcciones, pero se siente bien... Mis hijos eran bebés cuando me marché; ahora son hombres con hijos...".
Ford y McCallum son hombres de color. Es decir, negros de piel. Descienden de los esclavos: hombres capturados en Africa, trasladados en la bodega de los veleros de traficantes y vendidos al mejor postor a su llegada a los estados del sur de América, necesitados de mano de obra barata. Pasaron varias generaciones en esa situación, hasta que el desarrollo industrial del norte requirió algo más que fuerza de sus operarios. Entonces estalló una guerra del norte contra el sur, al cabo de la cual se declaró extinguida la esclavitud. Los efectos de ésta no han desaparecido con esa medida. Pero, ésa es también otra historia.
La historia que me motiva en esta ocasión se relaciona con el tema de la igualdad. Con el principio: Igualdad, Libertad, Fraternidad... esas señales que nuestra especie ha clavado lejos, muy adelante, para tener un rumbo en su marcha preñada de ignorancias.
Los negros como Ford y McCallum han nacido libres, pero eso no los ha hecho sentirse iguales ni tienen motivos para creer que el color dominante los considere sus iguales. Cierto es que cada vez hay más blancos que se declaran igualitarios y muchos de ellos hacen algo por establecer un nuevo estatuto en la relación. Pero todavía ser negro es sentirse diferente y ser tratado como tal. Hay algo que está en la mente del negro y algo en la mente del blanco que se rehúsa a la igualdad. Algo que no está en los genes, pues se ve que los niños blancos, si obran según sus impulsos, no tienen problema en jugar con los negros y viceversa. Pero, ahí están los mayores para recordarles que "No son lo mismo". En una experiencia más breve en el tiempo, Ford y McCallum sentían que ni siquiera eran ellos mismos. Su mente no podía salvar el vacío de los años que quedaban a sus espaldas (pero que también estaban en su mente). Además, ellos, como todos los hombres del mundo, saben que la vida es breve y que lo no vivido y lo vivido de otra manera (impuesta desde afuera de ellos) se atropellan y confunden las ideas.
Le dejo al lector seguir pensando en estas experiencias. Hay que pensarlas.
Atentamente:
JOTAVE