Martes 09 de abril 2024

Esto sí que será "pesada herencia"

Redacción 21/06/2017 - 02.06.hs

A esta altura de los acontecimientos políticos nacionales resulta legítimo preguntarse no solamente hacia dónde va el país: también cuál puede ser su destino final. Con una educación pública en franca caída, sueldos en picada para la clase trabajadora, importación indiscriminada que corroe rápidamente a la industria nacional, marcado deterioro del sistema de salud y jubilatorio, inseguridad manifiesta en los hechos y en las estadísticas, hambre creciente en la infancia, aumento de la pobreza y la indigencia, oligopolio de las grandes corporaciones mediáticas, amenazas de privatizaciones inminentes, ataques frontales contra la justicia independiente, auge de los negociados por parte de funcionarios públicos, alineamiento internacional propio de una colonia, xenofobia fogoneada contra trabajadores inmigrantes, destrucción de la clase media, crecimiento desmesurado de una deuda externa gigantesca que nos condicionará por un siglo...
¿Hacen falta más elementos políticos y sociales para advertir que se marcha hacia el abismo?
Con el apoyo de la maquinaria propagandística más gigantesca que haya tenido a su disposición un gobierno, el macrismo está edificando un pensamiento político basado en la insolidaridad, en arrojar culpas a terceros y en la siembra de esperanzas inconsistentes y lejanas, lo cual le permite mantenerse a flote a pesar de su mendacidad política. La notable capacidad para derramar falsedades al por mayor se puso en evidencia en la campaña electoral con la proliferación de promesas que, ya en el gobierno, el macrismo está cada vez más lejos de cumplir.
Desde su mismo nacimiento la Argentina se constituyó en un ejemplo dentro de América, tanto por sus potencialidades como por su orientación y posibilidades, todo esto pese a no haber contado con una burguesía independiente y emprendedora como se dio en otras naciones. Aquí la clase propietaria prefirió el despilfarro que le dio lamentable fama en los países europeos, emulando sus exterioridades y adueñándose de un puerto que concentraba la gran riqueza primaria del país. También olvidándose por completo del interior al que, previamente, había disciplinado con la fuerza militar.
Esa clase privilegiada que había estado ausente en la consolidación de la nación, fue la misma que estuvo presente en todos los golpes de Estado y que no trepidó en ensangrentar el país con tal de mantener sus privilegios. Ahora vive un presente exultante por haber alcanzado el poder mediante el voto de la ciudadanía que antes se le negaba. Esa circunstancia política -más la anomia que muestran los grandes partidos populares tradicionales, incapaces de bloquear iniciativas claramente contrarias a los intereses de las mayorías- es la que permite al actual gobierno imponer su sesgo conservador, con hipocresías y vilezas que asombran y duelen.
La pregunta que abre este comentario es, entonces válida y confirmada por los hechos. Aun en el caso de que cambie el gobierno y que el poder político vuelva a ser ejercido por partidos populares, a la Argentina le esperan duros años por la "pesada herencia" que -ahora sí- tendrá que afrontar.

 


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