Domingo 21 de abril 2024

Francia: 7 de mayo, ballottage entre un banquero y la extrema derecha

Redacción 27/04/2017 - 02.19.hs

Después de la primera vuelta del 23 de abril, el 7 de mayo habrá ballottage entre los dos candidatos más votados. Emmanuel Macro, de derecha, y Marine Le Pen, de la extrema derecha, dirimirán quién de ellos entrará al Palacio del Elíseo.
EMILIO MARIN
Los candidatos presidenciales eran once y los había para todos los gustos: socialistas, republicanos, liberales, de izquierda, trotskistas y de extrema derecha. Entre todos hubo dos debates televisados, con una audiencia de 6 millones de televidentes para la última. En esas discusiones, generalmente temidas por los candidatos que iban adelante en las encuestas (remember Daniel Scioli, que se ausentó de la primera polémica), los otros aspirantes, que menos tenían que perder, fueron los más punzantes en los cruces. El del Partido Anticapitalista, obrero de Ford, le espetó a Marine Le Pen que cuando los obreros son citados por la Policía por alguna causa judicial, tienen que comparecer. "No tenemos inmunidad obrera", dijo, en referencia a que la candidata del Frente Nacional se había ausentado de una audiencia, acusada de malgastar fondos electorales europeos.
Otro que brilló en ese cruce televisivo y en los actos de campaña fue el de La Francia Insumisa, Jean Luc Melenchon, reconocido como un gran orador. Ex ministro socialista pero luego salido del gabinete hacia posiciones más radicalizadas, en su programa proponía incorporar Francia a la Alianza Bolivariana de Nuestra América (ALBA), la creación de Fidel Castro y Hugo Chávez. Obviamente la campaña en contra de los medios del sistema le costaron unos cuantos votos, aunque la suya fue una elección muy buena.
Llegó primero Macron (En Marcha) con el 24 por ciento de los votos, segunda Le Pen (Frente Nacional) con el 21,4, tercero François Fillon (Partido Republicano, conservador) con el 19,9 y cuarto Melenchon (Francia Insumisa) con el 19,5. Debajo de ese primer lote se escalonaron el candidato del Partido Socialista (PS), Benoit Hamon, con 6,4% de votos; Nicolas Dupont-Aignan (derecha), con 4,8%; Jean Lassalle (ruralista), 1,2%; Philippe Poutou (trotskista), 1,1%; François Asselineau (soberanista), 0,9%; Nathalie Arthaud, (también trotskista) 0,7%, y Jacques Cheminade, último, con 0,2%.
En consecuencia, la presidencia se dirimirá entre Macron y Le Pen el 7 de mayo. Previamente, el 3, tendrán un debate televisivo crucial, sobre todo para la candidata de la extrema derecha, que necesita crecer. Según las encuestas su rival tendría en el ballottage un 62 por ciento de votos contra el 38 del xenófobo Frente Nacional. Esos 22-24 puntos de diferencia son muy difíciles, pero no imposibles de descontar.
De todos modos la mujer de 48 años sigue diciendo que va a ganar. Cree que puede rasguñar votos a los candidatos que quedaron afuera, sobre todo del partido republicano y de Melenchon, estos votantes muy críticos del sistema político y económico galo.

 

Como en 2012.
La rubia Le Pen venía punteando en los sondeos de los últimos meses y se creía que obtendría el 29 por ciento de los sufragios, al tope de la primera vuelta. No fue así. Las encuestas más cercanas a la votación la ubicaron en una segunda posición. En este sentido y en general respecto al caudal de los primeros candidatos, las encuestas estuvieron bastante acertadas, a diferencia de las realizadas sobre los comicios norteamericanos, argentinos y colombianos, donde fallaron.
Que Le Pen sacara cinco puntos menos de los previstos semanas antes y llegara segunda y no primera, fue una decepción para el Frente Nacional. Como para contrarrestarlo, allí se recalca que ella logró el mismo mérito que su padre, Jean-Marie Le Pen, quince años más tarde. En 2002 el neonazi pudo desplazar del segundo puesto a Lionel Jospin, del Partido Socialista, y enfrentó a Jacques Chirac, frente a quien perdió por paliza en el ballottage. Ahora su hija presume de haber accedido a la segunda vuelta y superado la cota del 20 por ciento, que ni siquiera su progenitor había logrado.
El discurso nacionalista y antiinmigrantes de Marine Le Pen tiene algún parentesco con el de Donald Trump en los comicios de Estados Unidos. Ella prometió regulaciones de la economía y coto a la globalización, volver al franco y salir del euro, reactivar economías del interior en detrimento de la Unión Europea. En estos tópicos lo suyo es definido como antieuropeísta, en sintonía con la derecha británica del UKIP, que promovió el Brexit y la salida del Reino Unido de la UE.
Al igual que el presidente yanqui y los movimientos de ultra derecha en Inglaterra, Holanda, Alemania, Austria, Hungría y Polonia, el Frente Nacional agitó fuerte una propuesta antiinmigrantes, con barreras nacionales y policíacas, y militares contra el terrorismo fundamentalista, el mismo que Francia alienta en Siria.
En el antiterrorismo, estaban unidos prácticamente los partidos intervinientes, sobre todo luego del último atentado, cuando un simpatizante del "Estado Islámico" mató a un policía en la avenida tradicional de París e hirió a otros dos y a una turista, antes de ser abatido.
El pionero en recetas expulsivas de los inmigrantes fue el xenófobo FN, que sentó esas bases con su fundador. En otros aspectos su hija ha buscado cierta diferenciación, tratando de ablandar su imagen en tiempos electorales, pero su postura contra la inmigración es la de siempre. Si un hijo de inmigrantes nace en un hospital francés, no adquiere la nacionalidad, plantea su programa. Esa discriminación contra el extranjero explica en parte el odio que se acumula en barriadas de inmigrantes. Hay un campo orégano allí para la prédica y el reclutamiento del "Estado Islámico".
Lo peligroso para la democracia es que el discurso seudo nacional del FN haya atraído el voto del electorado más joven, sectores obreros y humildes, y zonas rurales postergadas. Otra vez el parecido con Trump...
Le Pen se entusiasmó con el magnate norteamericano y creyó que la ola "antisistema" de derecha también mojaría a Francia, pero en Austria el candidato de su palo, Norbert Hofer, del FPO, perdió los comicios en diciembre pasado. Y ahora puede ser el turno suyo en Francia, según los pronósticos.

 

Ninguna alternativa.
En contra del Frente Nacional se ha alzado un coro de voces del resto de los partidos que salió a reclamar el voto para Macron. En esto se incluyó el presidente Francois Hollande y su primer ministro Bernard Cazeneuve, quien pidió bloquear a Le Pen porque "representa la regresión y la división en Francia". Eso opinó el decrépito Partido Socialista y algo similar se escuchó de la cúpula republicana-conservadora y demás agrupaciones. El único que aún no pidió los votos a su gente para el liberal fue Melenchon, quien dijo que consultaría vía internet a sus 400.000 simpatizantes, con tres opciones: votar a Macron, votar en blanco o no hacer nada. Ha sido el más reticente a apoyar a quien el resto supone una mejor alternativa para Francia, siempre en cotejo con la extrema derecha.
El problema es que Macron -a quien se presenta como joven figura de la política gala- de joven tiene solamente la edad: 39 años. Si gana el 7 de mayo se convertiría en el mandatario más joven de la historia. En lo demás no es un recién nacido. Luisa Corradini, corresponsal de "La Nación" en Francia, escribió de él: "fue empleado por Rothschild como banquero de negocios. En 2012, la institución le entregó los comandos de uno de los negocios más importantes del año: la compra de una filial de los laboratorios Pfizer por parte de Nestlé. Un gigantesco deal de 12.000 millones de euros que ejecutó como un virtuoso, y que lo hizo millonario de la noche a la mañana".
Debe haber sido por esos éxitos que Hollande lo convocó como su ministro de Finanzas en 2014, cargo donde estuvo hasta 2016, cuando en abril fundó su propio movimiento, En Marcha.
Las posiciones de Macron sintonizan perfectamente con Angela Merkel y demás autoridades de la Unión Europea, que se apresuraron a felicitarlo desde Bruselas cuando recién había boca de urnas, ningún resultado oficial.
De dónde un ex banquero de ideología neoliberal puede solucionar los graves problemas de Francia, es un misterio. Hay que creer o reventar. Macron dijo no ser de derecha ni de izquierda, y luego, reafirmando el oportunista, dijo que es de derecha y de izquierda simultáneamente. Habló del optimismo, el futuro, la alegría, que será presidente para todos, etc. En fin, una demagogia presentada en nuevo envoltorio que no se diferenciará mucho, o quizás muy poco, de los gobiernos socialistas y conservadores de los últimos cuarenta años.
La realidad francesa es grave. No sólo en cuanto a problemas de inseguridad y atentados terroristas, que ya registró al menos tres muy serios en los últimos tiempos (en la revista satírica y en un recital de música, más el ya referido).
Mucho más seria es la cuestión económica, porque hay 5 millones de desocupados y otros dos o tres millones que no figuran en la estadística porque, desalentados, dejaron de buscar empleo.
Esas brasas ardientes, más la corrupción galopante, incineraron a los dos partidos que venían monopolizando la V República fundada por Charles de Gaulle en 1958. Perdieron en simultáneo los socialistas y los republicanos-conservadores. Eso fue muy bueno. Que el ballottage sea entre un banquero-liberal y la derecha extrema, no tiene nada de gracia.

 

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