Lunes 15 de abril 2024

Fuegos de siempre en el verano de esta provincia

Redacción 17/01/2018 - 02.25.hs

Señor Director:
No puedo repetir eso de "Todos los fuegos el fuego", título de una serie de cuentos de Cortázar que mencioné días atrás. Lo nuestro, como lo de tantos lugares del mundo, da cuenta de una continuidad inexorable.
Los fuegos aquí comenzaron mucho antes de que algunos aborígenes cazadores avanzaran en sus excursiones desde el oeste. Al principio fueron incendios que integraban la variedad de la oferta natural: la lenta aparición del bosque nativo y la interferencia del fuego por acción del rayo. Los tiempos de entonces eran pausados y se acompasaban con los ritmos de la naturaleza. Hubo que esperar al poblador blanco para que el proceso se acelerase. Al principio se trataba de ampliar el terreno cultivable: se hachaba el caldén y el piquillín, los sombra de toro y las pocas variedades de una flora xerófila. O se quemaba sin más el espacio apetecido. El caldén hachado se vendía para leña. Cuando la II Guerra mundial se aceleró el proceso porque debía reemplazarse el carbón que ya no venía de Gales. Luego, con la llegada de la electricidad y del gas en particular, el caldén dejó de ser apto como combustible y entonces los montes se siguieron quemando para ampliar el espacio de siembra y pastoreo. O por el azar.
Creo necesario que alguien dé forma al relato de la vida y pasión del caldén pampeano. Desde Durán y Toscano algunos pintores ya vienen haciendo su parte. Podrá hablarse de la agonía del caldén, sin excluir la del piquillín, tan requerido por los amantes del asado. Tampoco habría que omitir el capítulo que dé cuenta del proceso de reconciliación del pampeano de ciudad y el caldén. Desde hace años se lo ve en quintas, parques y en el arbolado de calle. No obstante ahora pasamos los veranos apagando fuegos de montes y pastizales y los inviernos reprochando a los que no hacen las defensas en tiempo y forma.
Pasan más cosas en esta pampa árida y semiárida. Nuestro diario hace saber que en Santa Rosa siguen creciendo los mercados chinos. Ya hay una decena y se viene uno mayor. Imagino que no faltarán entre nosotros quienes hayan leído u oído hablar de las denuncias en occidente sobre "el peligro amarillo". Descuento que se estarán preguntando qué esperamos, olvidados que ellos mismos pertenecen a grupos humanos que llegaron alguna vez, se establecieron en la extensión argentina y medraron. No salían de sus países de origen por estar cansados de la abundancia fácil, sino porque empezaban a sobrar o porque escapaban de un servicio militar que, con la colonización, provocaba guerras cada vez más frecuentes y más exterminantes de las criaturas vivientes. Desde ahora y cuando se den las condiciones, veremos que la presencia creciente de africanos en nuestras calles se intensifica por la sencilla razón de que el planeta nos va quedando chico. Y pugnarán por entrar los corridos por el estado de guerra permanente y por la desecación o insuficiencia alimentaria de vastas regiones.
Nos gusta saber que nuestra Universidad escala posiciones cualitativas en América Latina y el mundo y nos confiamos en que se afiance más en las áreas de investigación y de ayuda a la aplicación de los saberes. El compromiso primero es con nuestra región. Recordamos que esta universidad fue inicialmente provincial. Se sirve al mundo a partir del prójimo vecino.
Duele saber de esas mujeres que han visto que el fuego devoraba cuanto tenían. Que no sería mucho, pero era su posible. Vivían solas o con hijos. ¿Cuántas hay en esta situación? Sabemos de ellas cuando se dan circunstancias trágicas pero ignoramos cuántas afrontan solas o mal acompañadas los desafíos de la vida. Nos apena también la muerte del doctor Pepe, un pediatra llegado a Santa Rosa en los 70' y que se ganó el respeto y el cariño de quienes pudieron acudir a él. Pertenece a otra historia, que no debería ser contada sin tomar en cuenta los cambios sociales de que fueron parte.
Atentamente:
Jotavé

 

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