Viernes 12 de abril 2024

Gran expectativa

Redacción 21/07/2017 - 01.21.hs

Mal comienzo tuvo la primera reunión de trabajo para analizar el sistema de obras cloacales, pluviales y de provisión de agua que necesita la ciudad para afrontar la crisis. Municipio y Nación deliberaron sin la presencia de Provincia que planteó sus quejas por el destrato sufrido por parte del Enohsa. También estuvieron presentes técnicos del organismo nacional y de la consultora finalmente elegida para realizar el proyecto.
Las expectativas de los santarroseños son enormes, y no es para menos. La ciudad atraviesa una verdadera catástrofe ambiental autoinfligida que necesita superar, en forma urgente, mediante grandes y muy caras obras públicas. No es una exageración decir que el futuro de Santa Rosa hoy está en las manos de los actuales funcionarios -municipales, provinciales y nacionales- y sus nombres serán recordados mañana como los salvadores o los enterradores de esta capital según sean los resultados del oneroso plan de obras a encarar.
Toda una comunidad espera, con altos niveles de ansiedad -muy justificados, desde luego-, que las desinteligencias se superen, que no se impongan las confrontaciones electoralistas ante semejante emergencia y que las tres patas del Estado caminen en forma coordinada. Es mucho lo que está en juego como para que no se encuentren canales de comunicación, de intercambio de información. Pero además -y a partir de una historia reciente plena de frustraciones- todos aguardan que si se detectan deficiencias en los anteproyectos o en los proyectos se solucionen antes de iniciarse las etapas constructivas.
La experiencia con la obra pública en La Pampa obliga a estar con los ojos muy abiertos. Los abundantes antecedentes negativos -algunos calamitosos- justifican extremar el celo tanto entre los funcionarios, como en los organismos de control y hasta en la ciudadanía que es la que sufre por partida doble: porque paga con sus impuestos las obras y porque paga el pato si son defectuosas.

 

Números muy claros
A veces las estadísticas muestran llamativas coincidencias. El aumento de la desigualdad entre los ingresos que percibe el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre en nuestro país creció el 23 por ciento entre el primer trimestre de 2015 y el mismo período de 2017. Esa misma cifra (23 por ciento) es el aumento que se registró en el número de personas que viven en la calle en el distrito más rico del país: la ciudad de Buenos Aires, durante el último año.
Pero además de la similitud, ambos guarismos también coinciden en reflejar un profundo deterioro social a partir de medir fenómenos que están estrechamente ligados al aumento de la pobreza. La brecha entre las personas más pobres y las más ricas es un indicativo del grado de desarrollo y bienestar de una sociedad. La grieta es más profunda en las sociedades más atrasadas y más suave en las más desarrolladas. El caso de la gente que vive en la calle es más explícito aún, pues revela el nivel de protección que brinda el Estado a los sectores más vulnerables.
No son datos que aparezcan en los informes económicos de los grandes medios porteños. El multitudinario coro de periodistas que militan en el oficialismo no suele hablar de este tipo de noticias, o le dan un tratamiento muy rápido y breve para pasar a los temas que consideran "importantes", como por ejemplo los misteriosos "brotes verdes" tan anunciados como inadvertidos o la "pesada herencia" a más de un año y medio del cambio de gobierno.
Sucede que estas cifras muestran con crudeza los efectos de la política económica del macrismo en los sectores sociales más humildes, quienes no cotizan entre las preocupaciones de la prensa corporativa. En cambio, estos poderosos voceros muestran con gran entusiasmo las extraordinarias ganancias de la elite económica, es decir, la otra cara de la moneda.

 

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