La Amazonia saqueada

Sin temor a caer en exageraciones bien puede decirse que los incendios que arrasan a la Amazonia e inquietan al mundo son una consecuencia más de la ola de neoliberalismo económico e ideológico que campea en el mundo y, en particular, en América Latina. Son los hechos los que más allá de las palabras califican las acciones gubernamentales como hoy se observa en Brasil, país que cayó por pecado propio bajo el gobierno de un paranoico e incapaz.
Jair Bolsonaro se llena la boca reivindicando a su país como una potencia mundial; pero lo hace en el marco de un liberalismo que le construye una base de barro. Siguiendo los pasos de quien reconoce como su inspirador, el presidente de EE.UU. Donald Trump, ha desdeñado los acuerdos internacionales sobre el cambio climático, al que considera inexistente, y sus posibles consecuencias apuntando a una expansión económica que reconoce como único límite la ganancia inmediata. Lo demás, según él, es discurso de izquierdistas.
Miles de focos de incendio no son un fenómeno simultáneo; están originados en el hecho de que desde antes de asumir la presidencia ya Bolsonaro hablaba de dar carta blanca a la explotación maderera y sojera en el inmenso bosque amazónico. Al acceder a la presidencia cumplió con creces, incluso habilitando el uso de desfoliantes de alto riesgo. De la enorme riqueza ecológica y las numerosas poblaciones humanas que viven en el área, ni una palabra.
Esa actitud le ha valido serios reproches en el ámbito de las relaciones internacionales donde, al margen de la hipocresía generada por los intereses políticos, se ha desatado un verdadero bombardeo de críticas tanto hacia las causas de la tragedia como a sus consecuencias, que no serán pequeñas en una región bárbaramente deforestada.
Los argentinos sabemos -o deberíamos saber- de ello: hasta el año pasado éramos unos de los países con mayor índice de deforestación en el mundo, mayoritariamente en procura de tierras para sembrar soja.