Viernes 12 de abril 2024

La culpa se discute pero el problema es nuestro

Redacción 19/09/2017 - 01.48.hs

Señor Director:
Ha llevado tiempo, pero estamos asumiendo la realidad de una pampa seca y semiárida, transmutada en una pampa cuya parte productiva y más poblada está en gran parte bajo agua y cuya red caminera, discreta y comparativamente buena, se ha tornado imprevisible y riesgosa. Infortunadamente, la pampa seca del oeste es más alta y no da la posibilidad de canalizar hacia ella los excesos del este.
Tal es la realidad que afrontamos en estos días. La nota positiva es que nuestra gente, los habitantes de esta provincia, está tomando conciencia de este cambio, que se ha producido a continuación del sacudimiento que produjo la intención de construir un nuevo gran dique en Mendoza, con capacidad para borrar del mapa el ya casi oculto surco labrado por el Atuel, seguidor de la misma suerte corrida por el curso de agua que en el pasado se llamó Chadi Leuvú o Salado. Este río, en parte alimentado por el Atuel, vive sus últimos estertores por las obras que se realizan aguas arriba de su extensa cuenca llamada Desaguadero. Los arribeños han repetido una conducta ancestral, muy característica del comportamiento humano y facilitada por una tradición que ha convertido a los territorios nacionales del sur en el "patio trasero" de la Argentina.
Al mismo tiempo, vamos tomando conocimiento que ni siquiera podemos aducir inocencia, no solo porque el relato de la puja entre arribeños y abajeños pertenece al folklore universal, sino porque ahora el mundo afronta el "cambio climático" que es debido en gran parte a lo que llaman acción antrópica, es decir lo que nuestra especie hace y deja hacer por haber subordinado su futuro al afán de la riqueza pronta que parece incontrolable, a juzgar por la dificultad para acordar acciones planetarias para cambiar esta tendencia.
Si bien puede decirse que todos contribuyen al cambio climático, también es verdad que son minoría los que engordan sus bolsillos y sus traslados de fortuna a los paraísos financieros, pero sería ingenuo pensar que los que no han tenido oportunidad se hubiesen comportado de otra manera de estar en capacidad de hacerlo. Es sabido que no llegan a santo los que no han tenido oportunidad de pecar sino los que vivieron el pecado y lo superaron, venciéndose a sí mismos en primer lugar.
El reciente acuerdo de colaboración entre los gobiernos de San Luis y La Pampa y el posterior encuentro de los gobernadores de todas las tendencias políticas para hacer causa común ante una pretensión del puerto y la pampa verde, permitió pensar por un momento que podría estar replanteándose la posibilidad de una reanudación del enfrentamiento original que siguió a la declaración de la independencia en l816. Eso comenzó hace dos siglos y se prolongó hasta muy avanzado el siglo XIX. Y que no quedó bien resuelto, si nos atenemos a las diferencias de desarrollo y de fuerza que se observa en estos días. Ya no se trata de volver a la montonera ni a los caudillos, sino que de hecho no hemos buscado con empeño suficiente la superación de estas diferencias ni el interior ha encontrado o construido un camino viable para negociar con paridad.
Hay una fábula de conejos discutidores que, al ver que venía hacia ellos una jauría, sostenían uno que eran galgos y el otro que podencos. Tanto se enardecieron en la discusión, que terminaron sin tiempo para ganar la seguridad de la cueva. Algo de esto pasa ahora con las actuales inundaciones: se discuten culpas entre protagonistas políticos y se omite la acción necesaria para afrontar el problema de las inundaciones. Córdoba parece haber reaccionado (ya casi sin bosque nativo) con la ley que establece que los predios laborables existentes deben dedicar no menos de un dos por ciento de su espacio para forestación. Es una manifestación de sensatez, porque los errores que han concurrido a traernos a la situación actual son discutibles, pero el problema es de todos.
Atentamente:
Jotavé

 

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