Viernes 12 de abril 2024

La debacle afgana

Redaccion 20/08/2021 - 21.26.hs

En tiempos en que EEUU ha destruido un país árabe tras otro, nunca surgió una resistencia que pudiera desafiar
a los ocupantes. Esta derrota puede ser un quiebre.
TARIK ALI*
La caída de Kabul ante los talibanes el 15 de agosto de 2021 es una gran derrota política e ideológica para el imperio estadounidense. Los helicópteros que transportaban al personal de la embajada al aeropuerto de Kabul recordaban las escenas de Saigón, en abril de 1975. La velocidad con la que las fuerzas talibanes han asaltado el país fue asombrosa. El ejército afgano de 300.000 efectivos se derrumbó. Muchos se negaron a pelear y se pasaron a los talibanes. El presidente Ashraf Ghani huyó del país y se refugió en Omán.
La ‘Guerra contra el Terrorismo’ terminó en una derrota predecible para EEUU y la OTAN. Más allá de qué se opine de los talibanes -he sido un crítico severo de ellos- no se puede negar su éxito. En un período en el que EEUU ha destruido un país árabe tras otro, nunca surgió ninguna resistencia que pudiera desafiar a los ocupantes. Esta derrota bien puede ser un punto de inflexión. Por eso los políticos europeos se quejan. Respaldaron incondicionalmente a EEUU y ellos también han sufrido la humillación.

 

Guerra del opio.
El hecho es que durante veinte años, EEUU logró construir nada que pueda redimir su misión. En uno de los países más pobres del mundo, se gastaron miles de millones anualmente en acondicionar los cuarteles que albergaban a los soldados y oficiales estadounidenses, mientras un enorme barrio de chozas crecía en las afueras de Kabul y los pobres se organizaran para buscar los restos en los cubos de basura. Los bajos salarios pagados a los servicios de seguridad afganos no pudieron convencerlos de luchar contra sus compatriotas. El ejército, construido a lo largo de dos décadas, fue infiltrado casi desde el comienzo por partidarios de los Talibán, quienes recibieron entrenamiento gratuito en el uso de equipo militar moderno y actuaron como espías de la resistencia afgana.
Esta era la miserable realidad de la «intervención humanitaria». Aunque haya que reconocer los méritos: el país ha sido testigo de un enorme aumento de las exportaciones. Durante los años de los talibanes, la producción de opio se supervisó estrictamente. Desde la invasión estadounidense, ha aumentado drásticamente y ahora representa el 90% del mercado mundial de heroína, lo que hace que uno se pregunte si este prolongado conflicto no debería verse, al menos en parte, como una nueva guerra del opio. Se han obtenido billones de beneficios y se han compartido entre los sectores afganos que sirvieron a la ocupación. A los oficiales occidentales se les pagó generosamente para permitir el comercio. Uno de cada diez jóvenes afganos es ahora adicto al opio. Las cifras entre las fuerzas de la OTAN no están disponibles.

 

Violencia sexual.
En cuanto a la situación de la mujer, no ha cambiado mucho. A pesar de las reiteradas solicitudes de periodistas y activistas, no se han publicado cifras fiables sobre la industria del trabajo sexual que creció para servir a los ejércitos ocupantes. Tampoco hay estadísticas creíbles sobre violaciones, aunque los soldados estadounidenses con frecuencia utilizaron la violencia sexual contra ‘sospechosos de terrorismo’, violaron a civiles afganos y dieron luz verde al abuso infantil por parte de las milicias aliadas. Durante la guerra civil yugoslava, la prostitución se multiplicó y la región se convirtió en un centro de tráfico sexual. La participación de la ONU en este negocio rentable estaba bien documentada. En Afganistán, aún no se conocen todos los detalles.
Más de 775.000 soldados de EEUU han combatido en Afganistán. De ellos, 2.448 murieron, junto con casi 4.000 contratistas estadounidenses. Aproximadamente 20.589 resultaron heridos en acción. Las cifras de víctimas afganas son difíciles de calcular, ya que no se cuentan las «muertes de enemigos» que incluyan a civiles. Para 2021, Associated Press informaba que 47.245 civiles habían muerto a causa de la ocupación. Los activistas afganos informaron que fueron 100.000 los muertos y tres veces ese número los heridos.

 

Informe lapidario.
En 2019, el Washington Post publicó un informe encargado por el gobierno de EEUU para analizar los fracasos de su guerra más larga: ‘The Afghanistan Papers’. Se basó en una serie de entrevistas con generales, asesores políticos, diplomáticos, trabajadores humanitarios, etc. Su evaluación fue condenatoria. El general Douglas Lute confesó que ‘carecíamos de una comprensión profunda de Afganistán. No teníamos la más remota noción de lo que estábamos haciendo’. Otro testigo, Jeffrey Eggers, un Navy Seal retirado, destacó el enorme desperdicio de recursos: ‘¿Qué obtuvimos por este esfuerzo de 1 billón? ¿Valió 1 billón?’.
Donald Rumsfeld expresó en 2003: «No tengo visibilidad de quiénes son los malos en Afganistán o Irak», escribió. ‘Leí toda la información de la comunidad de inteligencia, y parece que sabemos mucho, pero de hecho, cuando presionas, descubres que no tenemos nada que sea procesable. Somos lamentablemente deficientes en inteligencia humana’. El coronel Christopher Kolenda señaló otro problema: la corrupción fue desenfrenada desde el principio; el gobierno de Karzai se ‘autoorganizó en una cleptocracia’.

 

La sombra de China.
¿Qué deparará el futuro? Replicando el modelo desarrollado para Irak y Siria, EEUU anunció que una unidad militar de 2.500 soldados estará estacionada en una base kuwaití, lista para volar a Afganistán y bombardear, si fuera necesario. En tanto una delegación talibán de alto nivel visitó China prometiendo que su país nunca volvería a ser una plataforma de ataques contra otros estados. Las conversaciones también abarcaron lazos comerciales y económicos. La cumbre informó de reuniones similares entre muyahidines afganos y líderes occidentales durante la década de 1980: los primeros aparecieron con sus trajes wahabíes en el espectacular telón de fondo de la Casa Blanca o el número 10 de Downing Street. Pero ahora, con la OTAN en retirada, los actores clave son China, Rusia, Irán y Pakistán (que sin duda ha brindado asistencia estratégica a los talibanes y para quienes este es un gran triunfo político-militar). Ninguno de ellos quiere una nueva guerra civil, al contrario de EEUU y sus aliados después de la retirada soviética. Las estrechas relaciones de China con Teherán y Moscú podrían permitir trabajar para asegurar una paz frágil para los ciudadanos de este país traumatizado, con la ayuda de la influencia rusa en el norte.
Para las mujeres afganas, la lucha no ha terminado. En Europa deben centrarse en los refugiados que pronto llamarán a las puertas de la OTAN. El refugio es lo menos que Occidente les debe: una pequeña reparación por una guerra innecesaria. (Extractado de sinpermiso.info).

 

*Intelectual pakistaní, reside en Londres y escribe para The Guardian, London Review of Books y New Left Review.

 


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