Martes 26 de marzo 2024

La implosión de la economía mundial

Redaccion 01/05/2020 - 22.13.hs

La pandemia del Covid-19 vino a profundizar hasta el extremo una crisis capitalista que es estructural y que se viene arrastrando desde varias décadas.
EDUARDO LUCITA*
Es indudable que la pandemia afecta a la economía desde afuera, es un elemento exógeno no esperado, sin embargo no lo es para la lógica de acumulación de capitales en este tiempo. Es esa lógica el principal vector de la enfermedad. El origen del Covid-19, como de otros virus recientes, se encuentra en la acelerada industrialización del agro, en el desmonte de bosques y en la penetración del capital en tierras vírgenes que alteran los equilibrios bioecológicos aumentando la transmisión de virus de animales a seres humanos. Mientras que la globalización aporta a la velocidad de su alcance planetario.
Lo único efectivo para enfrentar la pandemia es el aislamiento social. Pero en la medida que se tiene éxito -y todo indica que entre nosotros lo está teniendo- se corre el pico de la crisis y esto lleva a extender y profundizar la cuarentena, con lo que a su vez profundiza la crisis económica. Pareciera que todo depende del momento en que se dé por controlada la pandemia. Mientras, el contexto internacional está implosionando. La extraordinaria caída del precio del petróleo, que cotizó en negativo por primera vez en su historia, es una muestra emblemática de la paralización de la economía mundial.

 

Pronósticos negros.
En su informe «Perspectivas Económicas» el FMI estimó, en su pronóstico más optimista, que la economía mundial caerá un 3% este año. Proyecta que los PBI de EEUU y la zona euro caerán 6% y 7,5% respectivamente, mientras que el de China crecerá solo un 1,2%. Sin embargo hay otras proyecciones: EEUU caería un 13%, la zona euro un 10% y China tendría por primera vez en décadas un crecimiento negativo.
En tanto la CEPAL pronostica para América latina y el Caribe la peor recesión de su historia, con una caída del PBI del 5,3%, mayor que en la gran recesión de los años ’30 y que en 1914 con la Primera Guerra Mundial. Nuestro país caerá 5,7%, Brasil 5,3%, México 6,6%, Colombia 3,3% y Chile 4,5%.
En nuestra región pesa el hecho de que viene de una década de crecimiento de muy baja intensidad, menor al 2% anual, a lo que se suma la actualidad del derrumbe del precio de las materias primas, la paralización del turismo, la caída de las remesas provenientes de familiares, el alto grado de informalidad en el empleo, junto con economías muy endeudadas y la más que crítica situación de los sistemas de salud pública. Todo agravado por una situación social muy delicada con enormes sectores sumergidos en la pobreza, la indigencia y la informalidad.

 

Ahora es el confinamiento.
El mencionado informe del FMI lleva un título por demás sugestivo «El gran confinamiento». Ejemplifica así el impacto que sobre la economía mundial tiene el hecho de que más de la mitad de la población mundial está recluida en sus casas, confinada. Evidentemente el combate a la pandemia ha paralizado la actividad mundial en forma brusca, pero esto no puede ocultar los problemas estructurales que se arrastran desde hace tiempo. En su informe anterior el FMI hablaba de «ralentización sincronizada» y calificaba al crecimiento mundial como uno de los más lentos desde la crisis financiera del 2008-2009, atribuía la ralentización a las barreras comerciales y a la enorme incertidumbre en el comercio y la geopolítica. Junto con el BM, la OCDE y muchos analistas afirmaban que el retroceso de la economía mundial era producto de la guerra comercial, del Brexit y de los problemas políticos.
En realidad ocultaban la crisis estructural como fuente de la debilidad del crecimiento. ¿En qué se manifestaba esa crisis estructural?: en el pobre crecimiento del comercio internacional; en la baja tasa de inversión global; en la falta de mejoras en la eficiencia productiva; en la baja tasa de crecimiento de la productividad. Todos estos indicadores eran inferiores a los que se registraban antes de la crisis del 2008. Hay que agregar la nueva oleada de acumulación de deudas -de los Estados y corporaciones- la más grande desde los años ’70. La deuda total global es del orden de 252 billones de dólares, 322% del PBI mundial. Para América latina y el Caribe el promedio de deuda ronda el 45-50% del PBI regional. La posibilidad de un default generalizado está en el horizonte.

 

Otra perspectiva.
Ese registro permite una mirada distinta: que es la crisis estructural y el semiestancamiento que el capitalismo global arrastra desde hace 12 años por causa de las disputas comerciales y de división de mercados. Sobre esta realidad inocultable cayó sorpresivamente la paralización de la economía. Así la pandemia no ha sido más que el fulminante que detonó una crisis generalizada del capitalismo como sistema. La actividad global se desploma, la cadena de pagos está en riesgo en numerosos países, tanto como el empleo, el pago de los salarios y los ingresos de los sectores que están en la informalidad. La expansión monetaria vía emisión para atender la emergencia sanitaria y detener la caída de la economía es el recurso al que recurren todos los países.
Sin embargo están reaccionando como en la crisis del 2008 que fue eminentemente financiera y esta al menos no lo es todavía. La cuarentena global lleva a una crisis de oferta, no hay producción, y luego a una de demanda, no hay quien compre. Por lo tanto por más dinero que se vuelque al mercado la crisis no se resuelve. Hacen falta medidas más profundas.
El Financial Times de Londres editorializaba así hace unos días revalorizando el papel del Estado frente al mercado: «Las reformas radicales que reviertan la dirección política de las últimas cuatro décadas tendrán que ponerse sobre la mesa». «Los gobiernos deberán aceptar un papel más activo». «Los servicios públicos deben verse como inversiones en lugar de pérdidas». «Los mercado laborales deben ser menos inseguros y la redistribución debe estar en la agenda».
No hay dudas de que hacen falta medidas radicales, profundas, transformadoras. Al mismo tiempo es necesario comprender que en el capitalismo no hay vuelta atrás, no hay posibilidades sustentables de un nuevo keynesianismo. O las medidas tienen una orientación anticapitalista o las consecuencias económicas de la pandemia perdurarán por muchos años.

 

*Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

 

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