Sabado 23 de marzo 2024

La solución no viene de la mano de Techint

Redaccion 24/10/2020 - 21.37.hs

El país tiene planteadas tres duras batallas, diferentes y a la vez conectadas. Contra el Covid-19, en el frente económico y el político. La solución no viene de la mano de Paolo Rocca, el miserable de Techint.
SERGIO ORTIZ
Lo de la pandemia sigue siendo gravísimo. Los oficialistas más optimistas ahora precisan que «la meseta» es muy alta, tan alta que para otros es un cerro hacia el que aún se está ascendiendo.
Los datos objetivos son 1.07 millones de contagiados y 28.338 muertos, según lo informado ayer. Está el debate si de esos números se desprende que Argentina tiene la tasa de letalidad más alta del mundo. No es así en la práctica, pero la demora en incluir los testeos negativos subió mucho la «positividad». Esa «pole position» tan negativa era cantada por las matemáticas, pero no reflejaba la realidad y una entidad internacional dio baja al país, por estadísticas «poco confiables». El aplazo vino por un manejo inepto de los testeos realizados (muy inferiores a los que debieron hacerse) y no por resultados ciertos ni las proyecciones de récord mundial.
Esa impericia sumó otro motivo a las críticas de la oposición política y mediática a Alberto Fernández y Ginés González García. Éste no encontró mejor salida que echar la culpa a las provincias. Eso fue escupir hacia arriba, porque muchos distritos están gobernados por el oficialismo y habían incurrido en ese defecto de la carga: Santa Fe, Córdoba, Tucumán, etc. Eso sin olvidar que en septiembre Buenos Aires, la más representativa y gobernada por el Frente de Todos, admitió no haber cargado 3.500 muertos.
Sin llegar a ese lenguaje tan directo de culpabilizar a las provincias, algo de eso está tiñendo el discurso presidencial. Señaló con el dedo al interior como responsable de los contagios, en comparación con la «meseta alta» del Área Metropolitana de Buenos Aires. Insistió en ese diagnóstico el viernes, desde Misiones, al anunciar la continuidad del ASPO en 8 provincias y el AMBA.
Hoy los contagios y muertes han subido en el interior y bajado relativamente en CABA y cordones del conurbano, pero es un error creer que uno es el culpable y el otro modelo a imitar. En ambos hay aciertos y pifias. El país es uno solo. La foto de una semana puede presentar mejores resultados acá o allá, pero es una pandemia que hoy por hoy no tiene buenas respuestas del gobierno-estado. Las tuvo en las primeras dos o tres cuarentenas, dando tiempo a preparar el sistema sanitario devastado por Mauricio Macri y los CEOs de su gobierno neoliberal.
Después el mayor número de UTI, no bastaba. Eso viene fallando y ya afecta políticamente al presidente, según diversas encuestas.
Al desatarse en marzo la guerra contra el Covid-19, AF debió aprender, sin copiarse, de su colega Xi Jinping: botón rojo y aislamiento total de la zona afectada; movilización nacional de todos los recursos sanitarios y personal; inversión del dinero necesario para financiar ese parate productivo, y fuerte disciplina social, por las buenas o las malas, para que se acatara la cuarentena. Eso hizo China y le fue bien. Acá hubo y hay mucha viveza criolla.

 

¿Con el miserable Paolo?

 

El frente económico sigue sangrando, algo que va más allá de la cotización del «dólar blue» que la derecha opositora pone como si fuera el gran problema nacional.
La preocupación mayúscula debe ser por la caída de la economía. Según el informe del FMI, Argentina caería 11,8 por ciento en el año en curso. Para el 2021 la recuperación no tendría forma de V, con aumento del 5,5 por ciento como se dibujó en el proyecto de Presupuesto, sino casi un punto menos.
Algo para reflexionar: la economía recién tomaría impulso en 2023. En el mejor de los casos, si así fuera, ese aumento del PBI sería en la víspera de empezar a pagar con grandes sacrificios los postergados vencimientos de la deuda externa negociados con BlackRock y ahora con el Fondo. ¿Se podrán afrontar esas obligaciones autoimpuestas sin la necesaria auditoría de la deuda, cuando el país estará aún convaleciente de su doble enfermedad (pandemia y crisis económica)?
La diferente mirada del gobierno sobre estos asuntos económicos se nota en las prioridades sobre los cuales habla Martín Guzmán en sus apariciones mediáticas. La mayor parte del tiempo se refiere a medidas para domesticar el «dólar blue» y explicar que ese mercado secundario no es el referente para fijar los precios internos.
Si se juzga por los resultados, ese plan no viene teniendo éxito, porque si bien el dólar contado con liqui bajó unos pesos, el blue subió a 195. Quiere decir que hay una fuerte presión, por minoritaria que el ministro la estime, a favor de la devaluación del peso. Ésta sería lamentable y es una película que los argentinos ya vimos. Es un drama para los salarios en pesos devastados y suba de precios con un costo de la vida por las nubes y una inflación que podría dejar chico al brutal 53,8 por ciento de la despedida de Macri.
En el análisis del ministro de Economía hay por lo menos dos fallas que hacen vulnerable su posición (y la de millones de argentinos).
Una, que limita el equipo de «los malos de la película» a unos pocos NN que presionan sobre el «dólar blue». Error. Muchos de los grandes empresarios con los que él y el presidente se reúnen, son parte de ese bando devaluador.
Los grandes jugadores del complejo agro-exportador, del sector industrial y energético, ¿acaso liquidaron sus divisas? No. No lo hicieron porque además de una benefactora disposición que les da plazo de 180 días (!!), están operando para una devaluación del 30 por ciento o más. Con eso, más los tres puntitos que el gobierno les rebajó en las retenciones, recién allí podrían considerar vender una parte de sus billetes. Eso no lo ve, o al menos no lo denuncia, el discípulo de Joseph Stiglitz.
La otra falla de Guzmán es que su paradigma no es fortalecer la moneda argentina. Está en las antípodas de lo que Aldo Ferrer llamó «Vivir con lo nuestro» pues sólo quiere una degradación más lenta del peso. En declaraciones radiales dijo: «vamos a continuar con el ritmo de depreciación del peso contra el dólar que venimos manteniendo, yendo de la mano con la inflación».
Se dice que una imagen vale más que mil palabras. En este caso no hubo foto, pero sí una reunión del presidente y ministros con el multimillonario Paolo Rocca, de Techint. El Estado volverá a pagarle subsidios en Vaca Muerta y extendió tres años ese acuerdo. El monopolio del miserable que despidió en marzo a 1.450 empleados, prometió que liquidará sus dólares. ¿Alguien le cree? El presidente y el ministro sí. El cronista no.

 

No es con todos.

 

El tercer frente es el de la política. Algunos lo confunden en forma deliberada con lo electoral, que ocupará la escena recién en 2021. Electoralistas los hay en otros los frentes. Algunos no lo disimulan como Sergio Berni y Patricia Bullrich, y otros se ponen maquillaje como Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta. Unos y otros están equivocados. Hoy hay que practicar buenas políticas, para las mayorías.
¿El movimiento popular puede ganar las calles para reclamar sus derechos? La pandemia ha inhibido al máximo esa posibilidad. Pero la crisis económica, la inflación, la pérdida de empleos, la pobreza e indigencia con canastas de 47.216 pesos y 19.430 respectivamente, la amenaza de desalojos policiales a gente humilde en Guernica, etc, impulsa a retomar las calles. Con barbijos, distanciamiento social, caravanas y no sólo manifestaciones, etc, hay que volver a llenar las avenidas.
Es la manera de frenar a los que están jugando para devaluar. Y es una forma de decirle a las autoridades que no reculen como en Vicentín ni entren en dudas existenciales como en el impuesto a las grandes fortunas.
La experiencia de los peronistas que se movilizaron en caravanas y a pie en el Día de la Lealtad, fue un soplo de aire fresco en medio de tanta pálida y banderazo amarillo pintado de celeste y blanco.
En noviembre volverá la misión del FMI para discutir cómo se le devolverán 45.000 millones desembolsados a Macri. La entidad ya comenzó a apretar al gobierno para lograr el equilibrio fiscal (léase gastar menos en los pobres en la pandemia, para juntar dólares y afrontar los pagos de la deuda).
Esas recetas son de ajuste, aunque hoy no publiciten cláusulas de reforma laboral y previsional ni privatizaciones. Cambian los tonos y las caras, pero igual el FMI quiere cobrarse el mayor préstamo concedido de su historia.
Y para resistir esa pretensión habrá que estar en la calle, además de dar una pelea política en el Congreso y los medios, algo objetivamente debilitado por las 237 licencias impunes de Clarín. Será como enfrentar con un brazo atado a un peso pesado; hay que compensar esa debilidad llenando de gente el ring. De última, de una dura derrota se puede volver, como lo demostró el MAS en Bolivia.
¿No se piensa adoptar alguna medida contra esos fugadores de dólares, que dejaron al país superendeudado? El 17 de mayo Horacio Verbitsky en El Cohete a la Luna informaba: «Clarín, Techint, Arcor, Pampa Energía y Aceitera General Deheza figuran en ese pelotón de punta entre quienes sacaron del país 86.000 millones de dólares».
Otra prueba más y van…de que la solución a los dramas del país no vendrá de la mano del miserable de Techint, Clarinete y pulpos sojeros.

 

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