Domingo 21 de abril 2024

La palabra como centro de un encuentro federal

Redacción 26/03/2015 - 03.40.hs

Señor Director:
En el amplio predio de Tecnópolis comenzó a desarrollarse el último domingo la segunda edición del Encuentro Federal de la Palabra. Su primera edición, en 2014, atrajo a 300.000 personas. Auspician el canal cultural Encuentro y el canal Pakapaka.
El objeto de este Encuentro es que todo el mundo de la cultura pueda expresarse, contar lo suyo, sus singularidades y las reflexiones que siente necesidad de compartir.
Al definir esta iniciativa como federal queda clara la intención política de integrar el país, saliendo al encuentro de la queja por la centralidad de la metrópoli y el repetido caso de personas que, por residir en el interior, no llegan a ser conocidas y su palabra queda silenciada en gran medida. Dado que la palabra es el hombre, su medio para dar cuenta de sí mismo, el Encuentro permite conocer el proceso que culmina con una novela, una poesía, una obra de teatro o cine, así como de la música, el arte, la historieta y las culturas digitales, la obra conclusa y el subsiguiente papel de la crítica y la autocrítica.
La palabra es convocada en la fundamentación del Encuentro por su relación con el sistema democrático de gobierno. La palabra es consustancial con la democracia. No es solo el medio para expresarse. Diría que tiene dos caras que hasta suelen andar separadas, como divorciados. Una es la cara del pensar y la otra la del decir. Se puede decir sin pensar, pero entonces se está repitiendo lo que otro ha pensado. No sé si se puede pensar sin decir, pues doy por cierto que es muy difícil encerrar el pensamiento propio: necesitamos comunicarlo.
Mi duda está en si la comunicación lleva implícita una propuesta de diálogo, pues he visto demasiadas veces que hay quienes no propician la respuesta ni el intercambio y hasta se irritan ante algún esbozo de réplica. Esto hace suponer que se dan algunas condiciones para que el lenguaje cumpla su papel de comunicar los universos cerrados en la individualidad de los existentes. La más ardua puede ser la que espera la réplica y propone un intercambio crítico, incluso cuando se asume el papel del maestro, dado que el que enseña no transmite o acarrea saberes de un individuo a otro sino que procura el desarrollo de las capacidades naturales del otro, que necesitan ser convocadas y estimuladas para manifestarse y para generar un interlocutor. La pregunta clave para llegar a este punto es por qué. Se exprese o se calle. El que pregunta o se pregunta por qué, ha iniciado el camino de su propia maduración.
La relación de la palabra con la democracia tiene el mismo fundamento; no se trata de transmitir o aceptar consignas como si emanaran de una fuente superior e indiscutible. Se trata de pensar lo que nos dicen, preguntar y repreguntar, o investigar por sí mismo hasta entender. No hay gente que dice y gente que acata. No debe haberla si hablamos de democracia. Debe haber gente que dialoga, incluso en soledad, preguntándose a sí misma. El por qué puede ser disparado hacia el otro, el de afuera, o hacia uno, el de adentro. La igualdad, que es condición de lo democrático, no es el solo reconocimiento de un derecho humano, sino una construcción personal: se asume la condición de igualdad ejerciéndola. Cuando enseñamos no estamos trasladando una carga, estamos incitando a tomar el lugar que corresponde a cada uno en el quehacer propio del hombre. Para compartir "la carga del hombre".
El lector advertirá que me he consolado con interrogarme. Se puede dialogar con uno mismo porque el hombre, a diferencia de un dios, nunca está hecho, nunca está completo. Se hace en la relación dialéctica con los otros y consigo mismo en tanto anda "haciendo camino". Cuando, más arriba, escribí la frase "la carga del hombre" recordaba a Kipling, que escribió sobre "la carga del hombre... blanco". En este poema Kipling compartía la creencia racista, eurocentrista. Justificaba el dominio imperial.
Atentamente:
JOTAVE

 


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