Martes 16 de abril 2024

La pantalla del acontecer real tiene más definición

Redacción 26/08/2012 - 05.35.hs

Es curioso lo que acontece. La gente busca estar al día mirando la pantalla de la televisión o la de la computadora y suele quejarse si la imagen no tiene definición apropiada. Con todo, se apega a esa fuente para enterarse, para entretenerse y para distraerse, según las voces que se usan para explicar tal preferencia.
Entretener y distraer tienen sinonimia, pero la distracción tiende a acentuar un rasgo de su denotación; se diría, remedando a los lingüistas, que distraer pone una connotación o la hace más fuerte. Ambas palabras proponen que entretenerse o distraerse implica apartarse de la ocupación más importante, de suerte que si bien puede ser necesario no someterse en extremo a lo serio o valioso, también se corre un riesgo. Si usted tiene a su cuidado a un pequeño y se distrae mirando a alguien que pasa por ahí o se sumerge en sus preocupaciones personales, el chico queda expuesto y usted no es confiable.
Entre los significados de distraer aparecen menciones inquietantes: empujar a la vida desordenada, malversar (fondos), dejar de atender lo que se debe hacer: tener el libro abierto, pero mirar la televisión.
Una maniobra militar de distracción es lo que hace una tropa sin ánimo de divertir al enemigo: busca que descuide su defensa o la oriente hacia la dirección indebida.
Esa maniobra distractiva no es exclusiva del campo militar. Quienes analizan la comunicación actual, insisten en señalar que la información es manipulada, con lo que quieren decir que por ese procedimiento se hace comer gato por liebre y quien cree estar informado en verdad está adoctrinado o es víctima de un mensaje que dispersa y desorienta su capacidad de saber y de razonar.

 

Assange.
El caso del comunicador australiano Assange (Julián), de Wikileaks, refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, es para sus defensores un hecho que forma parte de una maniobra distractiva. A partir de que Ecuador no logra que el Reino Unido autorice la salida de ese refugiado político, se dice que la maniobra trata de lograr que los Estados Unidos puedan disponer de su persona para juzgarlo y eventualmente encarcelarlo como responsable de la divulgación de documentos militares y diplomáticos "secretos". Y, además, para castigarlo con particular severidad a fin de que sirva de advertencia o escarmiento a quienes quieren romper la valla virtual entre lo público y lo secreto.
Lo que estaría en juego sería ese muro casi siempre infranqueable entre lo público y lo secreto, o sea entre lo que todo el mundo puede saber y lo que, a juicio de quienes detentan un poder sustentado por una larga tradición, el público general no debe saber. Este razonamiento, a su vez, permite pensar que Assange es parte de la resistencia a ese muro inmaterial y que su conducta es un acto de la batalla por derribarlo.
El análisis del caso, una vez colocado en esa dimensión (como batalla contra otro muro, esta vez inmaterial), toma un sesgo que escapa al lector distraído y exige ser pensado. Si se piensa que de lo que se trata es que la comunicación esté realmente al alcance de toda persona, para que haga su propia composición de lugar y oriente su conducta, entonces el muro toma una apariencia ominosa, vitanda.
El secreto ha sido defendido públicamente y se ha estado aceptando que puede ser razonable siempre que no sea a perpetuidad ni genere una situación en la que la verdad, lo que realmente sucede o se quiere que suceda, discurre por detrás del muro, por el lado de lo secreto. En cuyo caso, el público (el pueblo, la inmensa mayoría de las personas) estaría consignado a la diversión o la distracción divertida, mientras otros cocinan el estofado. Creería estar remando, como protagonista del acontecer, pero movería remos cortos, que no tocan el agua.

 

Su juego.
A la lata, al latero, cada cual defiende su juego. Y el que no, una prenda tendrá.
La canción tiene muchas versiones. La primera que conocí advierte que jugamos un juego y que la distracción se paga.
El gran juego plurietario de nuestro tiempo se llama participación. Todos quieren participar. La oposición clama por participar.
El ciudadano común, tenga o no aspiraciones de fama y poder, participa en el acto de votar, pero éste no es todo, pues si la democracia ha de funcionar necesario será que todo ciudadano esté bien informado y por eso se debe asegurar la comunicación plural, para que el soberano beba de todas las fuentes y haga su propio cóctel. El voto sería el acto que culmina y decora la participación.
El muro tras el cual se cocina en secreto, es una tentadora distracción.
Jotavé

 


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